La casta cubana de los Rockefeller

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Hasta 320 mil millones de dólares se estimó la fortuna del fallecido patriarca de los empresarios estadounidenses, John David Rockefeller. Uno de los mayores patrimonios del mundo bajo la sombra de un apellido y en la solitaria figura de un hombre. Su inspiradora existencia —porque lo fue para muchos— personifica en extremo la concentración de riquezas, tema ampliamente discutido por los parlamentarios cubanos durante la última sesión de la Asamblea Nacional, sin llegar a un evidente consenso.

Las inquietudes derivaron, primero, de un reconocimiento del fenómeno, construido quizás a la medida de nuestro escaso imaginario sobre lo que significa ser rico: dos o tres propiedades, varios autos, una “vida de lujos” como la mayoría no puede llevar. El segundo condicionamiento resultó de cierta contradicción en los documentos rectores del modelo económico y social del país. Mientras la política de Lineamientos apuntaba que “en las formas de gestión no estatales no se permitirá la concentración de la propiedad y la riqueza material y financiera”, la Conceptualización sostenía: “es objeto de regulación la concentración de la propiedad y la riqueza material y financiera”. Entonces, ¿permisible o prohibido?…

Aunque algunos diputados fueron menos alarmantes y más comprensivos en las interpretaciones del asunto, la generalidad mostró su desacuerdo con criterios que cargaban un dejo de temor. La cercana circunstancia de Latinoamérica —la región más desigual del planeta— y el repaso a las diferencias sociales que imperaron antes del periodo revolucionario, pesaban, si no como argumentos, sí en tanto referentes de lo que Cuba no quiere. Quedó claro el rechazo y también los “riesgos” implícitos en el camino de apertura económica que desandamos.

Sobre el despegue del sector privado y el posible enriquecimiento de los nuevos emprendedores, versaron las principales opiniones. El éxito de los pequeños negocios y la manifiesta mejora de las condiciones de vida de las familias que los gestionan, se visualizan con apenas echarle una mirada a nuestros barrios. Pero, ¿acaso es ilegítimo? Los cuentapropistas cubanos aportan ingresos superiores a los 5 mil 100 millones de pesos en moneda nacional (CUP). La dimensión de sus ganancias determina la cuantía de sus propias contribuciones.

Marino Murillo Jorge, vicepresidente del Consejo de Ministros y jefe de la Comisión Permanente para la Implementación y Desarrollo, fue claro en sus respectivas alusiones: “…Estamos reconociendo un modelo multisectorial en la economía y la posibilidad de contratar fuerza de trabajo necesariamente conlleva un excedente (…) Donde hay propiedad privada hay un determinado nivel de concentración”. Por consiguiente, el triunfo de los actuales negocios es casi imposible sin riqueza acumulada.

Perfeccionar los mecanismos de regulación permitirá, sin dudas, controlar cualquier tipo de exceso, pero no garantiza la igualdad por la que muchos velan. Esa se sustenta sobre la base de nuestros derechos, en los espacios de inclusión social instaurados por el Estado y en el acceso de todos a las mismas oportunidades, ya estemos en plena abundancia o en la más mísera de las pobrezas. El mayor cuidado debe tenerse en su resguardo, en tiempos en que el dinero impone nocivos valores, creencias y representaciones. A fin de cuentas, desigualdades existen en nuestra sociedad desde hace rato, vinculadas a los ingresos que percibe la población: algunos como resultado de su trabajo o mediante la recepción de remesas; otros, reyes “por arte de magia”.

La construcción de una Cuba próspera y sostenible entraña el florecimiento de la empresa estatal socialista junto a los nuevos actores que participan en la economía nacional. Llegar a tal estadio supone un nivel de riqueza, creada y acumulada, no solo como país, también en los ámbitos familiar e individual. No es incoherente el destino trazado, aunque, como todo en la vida, siempre se puede perder algo en la aspiración de alcanzarlo.

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Roberto Alfonso Lara

Licenciado en Periodismo. Máster en Ciencias de la Comunicación.

5 Comentarios en “La casta cubana de los Rockefeller

  • el 22 junio, 2017 a las 4:41 pm
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    Es verdad que los nuevos ricos asumen prácticas nocivas y peligrosas, en una sociedad que presume de justa y equitativa, Pero también es cierto que no se pueden tener dos casas, ni dos carros… entonces?

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  • el 22 junio, 2017 a las 2:01 pm
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    Oportuna reflexión, aportadora al entendimiento común de las diferencias acentuadas, en el camino de explicarnos y explicarles a nuestros hijos el futuro.

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    • el 22 junio, 2017 a las 2:19 pm
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      Gracias por su comentario remelchen, todos necesitamos aportar más al entedimiento común de muchas realidades de nuestro país, desde posiciones de respeto, tolerancia y despojados de viejos prejuicios.

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      • el 23 junio, 2017 a las 2:03 pm
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        Hola Robe, muy buen trabajo, este tema es de lo más peliagudo que está pasando ahora mismo. Es verdad que el que trabaje duro merece hacerse de dinero, y tener uno o dos carros y casas, no solo una. No veo esto como malo, pero sí veo como terrible que personas corruptas utilicen los medios y propiedades estatales para amasar fortunas, y ostenten de ellas de forma pública y desvergonzada sin que nadie haga algo al respecto, o demoren demasiado en tomer represalias al respecto. Duele también ver que los cubanos que viven de un salario y trabajen por el Estado no puedan tener lo básico en casa, mientras que alguien que ni siquiera trabaja y es mantenido desde fuera por su familia vive a todo tren e incluso ve como inferiores a los cubanos que mantienen a este país funcionando. Duele que algunos sectores se hayan visto beneficiados por las misiones interncionalistas y que incluso la remuneración que reciben y el haber vivido en otro país les hace creerse mejores que otros profesionales tan o incluso mejor preparados… Estamos viviendo tiempos muy convulsos, la vida está muy dura, los precios siguen subiendo y los salarios siguen siendo ridículos. Siempre se está llamando a aumentar la productividad, pero así no se puede sentir motivado nadie. Pero bueno esto es archi-recontra-que-sabido por todos los cubanos, y se ha tratado en los medios desde puntos de vista más o menos críticos. ¿Qué se hace por resolverlo? No es que queramos que de golpe y porrazo se implementen directrices para reencaminar la economía nuestra que es casi inexistente, pero ¿hasta cuándo hay que estar sentaditos en la esquina de la espera? Mucha burocracía y muchos incompetentes dirigiendo a todos los niveles…

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        • el 26 junio, 2017 a las 9:36 am
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          Diego, amigo, gracias por tu aportadora reflexión.

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