La caricatura política, género mantenido en el tiempo

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Que la caricatura política es un avío lúdico de comunicación no es una novedad, pues se ha investigado desde hace más de un siglo que las imágenes tributan mensajes que dan sentido a la realidad. Esta, porta signos que escapan de las zonas de poder, reflejan tiranteces y reflexiones sobre personajes, comunidades o sucesos que nos inducen a pensar los entornos de la existencia social, económica y cultural. Este género, que hiperboliza los rasgos más notables de una persona y tuvo sus raíces en Francia con las litigadas ilustraciones referidas a Napoleón III y Luis Felipe, es hoy día uno de los más efectivos instrumentos para disertar (desde la periferia) sobre las eventualidades cotidianas. Por caso, una de las figuras políticas más sistematizadas es la del ex presidente norteamericano Donald J. Trump, probablemente el más disparatado, cubierto y representado en la historia de las naciones y sus mandatarios.

En nuestra isla la caricatura política emerge por vez primera en Cienfuegos, cuando los ciudadanos de la localidad, agotados por el despotismo de Don Louis De Clouet, envían el 22 de febrero de 1833 una misiva al cabildo sureño con una caricatura del fundador en tono satírico, mostrándole alcoholizado y expresando que lo sustraído o robado (hasta a la Iglesia), es para su esposa. El dibujo no sigue la modalidad de alterar las regularidades físicas para alcanzar la humorada, es la situación y el suplemento verbal lo que provoca el efecto del grotesco. El presunto autor, Luis Merlín, logra una moderna interdependencia entre los signos que son la imagen y los textos, la narratividad que se consigue en las señalizaciones: Balazo (un referente lleno de ironía al intento de asesinato), cerca del trasero la palabra Fístola, seguramente ironizando con la rama fecal, y en el pubis el término Ladillas, relativo a la promiscuidad del personaje histórico, y las alusiones burlescas a los antivalores del “Tirano de Jagua”, en la que se constata la opinión popular: De Clouet “fue mal es­poso, peor ciudadano, amigo pérfido, mandarín despótico, cruel, estafador y enemigo de la verdad, y el hombre más colérico, vengativo y lujurioso e infiel a su palabra. Nadie más adulón, más lisonjero, más fingi­dor ni más detestable. Fue querido de pocos, odiado de muchos, temido de cuantos estuvieron bajo su autori­dad”, según aparece en la parte inferior del retablillo gráfico.

Durante su corta estancia en la prisión de Libby, el malogrado pintor Federico Fernández Cavada, entonces teniente del Ejército Federal en la Guerra de Secesión, en el Regimiento de Voluntarios de Pennsylvania Núm. 23, constata sus potencialidades creativas con una autocaricatura intitulada A Future Brigadier, muestras de su estrategia y gusto por el detalle, imágenes de sí mismo en las que se trasluce un supuesto deterioro somático en su condición de prisionero. Esta y otras imágenes figuran en el valioso texto Mi vida en la prisión de Libby, publicado en 1863.

Siguiendo la tradición de Víctor Patricio Landaluze, pero menos experimental y garborosa, Enrique Edo y Llops lanza en 1865 su periódico El Chismoso y recupera el género caricaturesco sureño, encrestando la sátira social en defensa de los intereses políticos de la editorial. Desdichadamente no alcanza, como ocurre en la capital, a imponer un personaje local. Esto no sucederá hasta el próximo siglo con la aparición de Pérez Morales. Se publica los domingos con grabados y caricaturas litografiados a color con texto, de ocho páginas en cuarto mayor, y el precio de suscripción al mes es de un peso. Comienza con un artículo escrito por el propietario: “A Las Villas: Santa Clara y Cienfuegos”. La tradición deviene en lo sucesivo, en el próximo siglo, con la obra caricaturesca de talentosos como Rafael Pérez Morales, artífice de Cohetes; Pedro Manuel Cortés, formado en instruido en Nueva York y experto en la caricatura de sombras; Alfredo Salcines; Juan David, el más exitoso de todos y con alcance internacional; Cecilio Avilés, Douglas Nelson Pérez, Julio Ferrer, Manuel Villafaña, Ángel Hernández y Yoandy Carrazana, entre otros.

Para estos autores la caricatura política fue (o ha sido) uno de los conductos para consumar la representación de sus modos de ver la realidad, mantener una correlación con las audiencias e incitar a tomar partido por supuestos de toda naturaleza. De modo que el género se ha mantenido de moda a través de los tiempos, habida cuenta  “La caricatura es muchas cosas a la vez. Llama a la risa, llama a la crítica y a la reflexión, llama al movimiento y, en algunos casos, a la disidencia y hasta a la Revolución (Ceballos Gómez, 2009).

Donald Trump, musa de la caricatura política mundial.

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Jorge Luis Urra Maqueira

Crítico de arte. Miembro de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC).

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