La Caldosa

Compartir en

Tiempo de lectura aprox: 2 minutos, 15 segundos

El día que hay caldosa las tripas no toleran otro alimento. Desde la hora en que las mujeres se sientan y abren las piernas para dejar caer las cáscaras de las viandas al piso, el cosquilleo en el estómago se vuelve ascendente.

De cada hogar sale un pedazo de plátano, yuca, boniato, malanga, ajo, cebolla, ají…, como si fuera una pintura mural que admite todos los colores y texturas, como si fuera Cuba encerrada en un caldero de humildes proporciones. Mientras, el humo se expande, llega a la cama, a la cocina, a lo alto de los edificios y toca la ciudad de las cúpulas.

El día que hay caldosa, la gente suelta los bultos de la cotidianidad, los pesares del trabajo, el sombrero mágico, la manta de la desdicha, el pedal de la bicicleta… La gente suelta todo, más allá de fechas históricas y homenajes concebidos, y comparte la tarde que siempre se le es robada por las miles de razones de la vida adulta, por las miles de razones que nos hacen obviar el intercambio y la socialización.

El día que hay caldosa un ingeniero como Erick toma la pala de madera y se hace el cocinero, sofríe la sazón, echa el agua y las viandas, luego la carne y la sustancia. Baila. Cela el caldero. Cocina con el mejor de los estilos. Polvorea la sal, canta, tira chistes al aire…, y le echa más leña al fuego.

La doctora del barrio llega del Pediátrico y se sienta con su jarro a esperar que den la orden de probarla. No habla de sus desvelos ni de los niños que dejó, solo de lo bueno de sentarse allí en medio de tanta gente, en short y chancleta. Traga saliva y afirma que en su casa no hicieron comida, en forma de chiste, en forma de típica cubana que adora ese brebaje multifamiliar.

El día que hay caldosa los militares son civiles, el Coronel pone música, busca el vino. Habla del lejano Oriente, de lo mucho que ama los barcos, y recuerda incluso cuando una periodista “pataleteó” para que terminaran las patanas de la CEN.

El día que hay caldosa los nietos de Barbarita bajan del edificio, corren, juegan a las escondidas, saltan, intercambian deseos futuros de profesiones…, dejan la tablet sobre el butacón de la sala.

El día que hay caldosa Leonel y su esposa buscan cuanto pomo hay para envasar la cerveza, enfriarla y que todos luego tomen como en familia. Se olvidan de su necesidad de casa y abren las puertas de su hospitalidad: “yo frío la carne”, “yo les ayudo con el pan”, “yo le pelo las viandas”, “yo le traigo el agua”.

Camila se embarra de tizne y pregunta qué es. Pica los plátanos, corre y se hace amiga de los nietos de Barbarita. Pinta en su diario una enorme caldera de donde salen muchas manos, de donde salen colores y almas.

El día que hay caldosa Odalis y Carlos no preguntan por qué la dulcería El Recreo no trabaja hasta las doce de la noche como pasa en Santiago de Cuba, ni extrañan demasiado a su hijo futbolista que entrena en La Habana, ni respetan su dieta una vez que destapan el caldero cederista.

El día que hay caldosa la señora Minin mira al cielo y le pide a la luna que nos dé paz, mucha paz para el mundo y Cuba.

El día que hay caldosa todos los de la casa de Rosa se visten lindos, se echan perfume y esperan las doce, sentados, riéndose, compartiendo.

Ese día los jarros de aluminio se llenan, la gente se hidrata con el sabor peculiar de ese caldo, un tanto ahumado, un tanto genuino, un tanto cultural, un tanto semiótico… La gente olvida y comparte, habla, toma vino o cerveza, recuerda su niñez en el campo, en aquel sitio que pronto fue poniéndose opaco ante las ansias de civilización.

El día que no hay caldosa, Erick deja de ser cocinero y la gente entra y sale, sale y entra… nos volvemos a subir al pedal de la bicicleta.

Visitas: 207

Zulariam Pérez Martí

Periodista graduada en la Universidad Marta Abreu de Las Villas.

3 Comentarios en “La Caldosa

  • el 8 octubre, 2018 a las 8:37 am
    Permalink

    Zuly, felicitaciones por lo buena profesional que eres ,admiro tus escritos y recuerdo tus años en la CEN que desde pequeña fuiste muy inteligente y viva ,no dejo de leer tus articulos y disfruto de tu valentia ante todo lo que deseas expresar ,mucho cariño para tus padres y para ti ,no te detengas .Muy buena crónica

    Respuesta
    • el 8 octubre, 2018 a las 1:55 pm
      Permalink

      Gracias por sus palabras y me alegra infinitamente que me recuerde así. Saludos y aquí estamos para servirle.

      Respuesta
  • el 4 octubre, 2018 a las 2:46 pm
    Permalink

    Zuly, me encantó la crónica, es la respuesta a algunos de quienes nos tildan de no civilizados cuando ven ese caldero enorme en medio de la calle o en los bajos de un edificio, cocinándose una caldosa con leña, ese caldo es mixtura de cultura, idiosincracia, cubanía, gracias por mirar dentro de él a la altura de tu generación

    Respuesta

Responder a Zulariam Pérez Martí Cancelar la respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *