Kick Ass: Nerdilandia al ataque

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El año 2010 deparó agradable sorpresa: Kick Ass, una descacharrante película que, como no podía ser de otra forma, sacó de quicio a la crítica estadounidense bienpensante de la vieja guardia. Su espíritu lúdico, desenfado y singular modulación de la pavlovizada forma de asumir el subgénero y de inyectarle las vibraciones, violencia y cargas de ironía/cinismo de la era Tarantino-Solondz-Baumbach-Anderson-Gordon Green-Appatow-Hess a sus arquetipos y bases de desarrollo, la coloca en el centro de mira de quienes encontramos en la pantalla un gran epicentro o espacio convergente de juego e ideas, siempre deudor de los significantes de su tiempo.

Según la tira cómica homónima de Mark Millar y John Romita Jr, el realizador y coguionista inglés Matthew Vaughn (lo escribe junto a Millar, éste último sin ningún tipo de complejos con el cine, a diferencia de su compatriota Alan Moore), lo que en verdad arma es un filme de entretención permanente y seres entrañables que recoloca en plan de aspirantes a superhéroes a esos personajes carnes de cañón u objetos glorificables de la nueva comedia americana, con primerísimo plano para ese adolescente mezcla de romanticón, idealista, asocial, medio frustrado y nerd fantasioso. Este último aquí con sitio de privilegio dentro de una trama que potencia el hecho antiheroico del “superhéroe” central, el teenager nombrado Dave Lizewksi (Kick Ass) -bricolaje del Jesse Einsenberg de Adventureland con el Ben Stiller de Mystery men y el iluso redentor sin poderes configurado por Woody Harrelson en Defendor -, al tiempo que cambia a su antojo situaciones, conceptos e incluso el abecedario político de personajes del comic madre (la última de dichas subversiones para bien a mi modo de ver, si se leen ciertas republicanísimas líneas de Big Daddy en la obra de Millar, pues el interés no descansa en respetar normativas o prácticas discursivas. Pero, caso no curioso sino a la postre inextricable en Hollywood, tampoco obviarlas del todo, en tanto la más bien desperdiciada y caída en lo mismo zona resolutoria del filme no se sale de los carriles establecidos, refrendando a la larga lo que iba tirando a coña.

Yo, camino a hastiarme ya de demasiado “Man” u otros de alto vuelo, definitivamente, me quedo con este “superhéroe” trashy -y su compinche/rival versión negativa, Red Mist, quienes juntos parecen salidos de las stoner comedies-, sin tanta pretensión. Ya era hora de alegrar este tipo de cine con un poco de relajo y juvenilia. Kick Ass no es una gran película ni lo pretende ser, pero incorpora en desparpajo y capacidad de saber reírse de cuanto a fin de cuentas forma parte, todo lo que a otras grandes superproducciones de justicieros todopoderosos, tan embarazadas ellas de grandilocuencia y solemnidad, les está vetado. La televisión norteamericana, dos pistas a la caza de ideas por delante de Hollywood, ya al menos cogió la seña y varias cadenas producirían series en la onda del desmontaje en clave paródica. Viendo optimistamente el asunto, es de inferir que los talentudos directores que están enrolándose en la adaptación de nuevos comics a películas deparen algunas buenas nuevas, de permitírselo la línea rectora de los grandes estudios y el paso demoledor de sus tanques clásicos.

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Julio Martínez Molina

Licenciado en Periodismo por la Universidad de La Habana. Periodista del diario 5 de Septiembre y crítico audiovisual. Miembro de la UPEC, la UNEAC, la FIPRESCI y la Asociación Cubana de la Crítica Cinematográfica

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