Julius Fucik: la muerte en primera persona

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El espíritu alivia a los héroes torturados, máxime cuando el don de sensibilidad artística los acompaña, y su palabra convertida en arte posibilita el desahogo del alma.

El periodista checo Julius Fucik, militante del Partido Comunista desde 1921, sufrió los horrores de las torturas nazi-fascistas y se dejó matar sin quebrantar su dignidad, mientras desde su celda 267 de la cárcel de Pankrác, anotaba en medio del desgarramiento emocional, su fe inquebrantable y amor a la vida y la humanidad.

El nacimiento de este gigante en una familia humilde inspiró su credo en la cultura progresista, manifiesto en la recuperación desde las letras, de las figuras claves de esa tendencia checa.

Fue redactor de las publicaciones Rude Prabo y Tvorba; cuando el ejército nazi tomó Checoslovaquia, publicaba con seudónimos y participaba en folletines clandestinos.

Así una noche, en la Praga de 1942, reunido en una casona de la periferia de la ciudad, un sonido y la irrupción en el umbral de la puerta anunció lo peor: la Gestapo, el tropel de botas, gritos de mando y una embestida que lo montó en el carro y lo condujo a Pankrák, macabro centro de torturas.

En su celda sombría soportó dolores que nunca lo hicieron flaquear; hasta le cambiaron verdugos y jamás reveló secretos. Un día al lugar de su martirio llegó un compatriota enmascarado, el guardia Adolf Kolinsky que se hacía pasar por alemán y le hizo llegar papel y lápiz para escribir su crónica póstuma.

Meses después Fucik fue enviado a Alemania y ante tribunal confesó haber ayudado al Ejército Rojo.

Contaron los presos de la cárcel de Plotzensee que Julius Fucik maniatado y camino al paredón cantaba La Internacional.

Su esposa, sobreviviente de un campo de concentración, logró contactar con el falso guardia nazi Kolinsky y salvó las maltrechas hojas con el conmovedor testimonio de espanto y atrocidad, de lo que Fucik consideró su primera muerte y narró las perversidades en primera persona. Fue publicado en 1945 con resonancia internacional y traducido a 90 idiomas.

Su legado no pierde vigencia, las últimas reflexiones de la insigne obra apuntan: “También mi juego se aproxima a su fin. No puedo describirlo. No lo conozco. Ya no es un juego. Es la vida. Y en la vida no hay espectadores. El telón se levanta. Hombres: os he amado. Estad alertas”.

Desde 1968 cada 8 de septiembre rememora a Fucik, como Día Internacional del Periodista, y Cuba se sumó como parte del bloque socialista donde se celebraba.

Nadie ha abolido la efeméride, pienso que por el contrario, ante réplicas del neofacismo en el mundo, bien vale resaltar la lírica de Reportaje al pie de la horca:

Y hoy día hasta los guardianes saben —y se han acostumbrado a ello— que la celda 267 canta. Y ya no gritan detrás de la puerta para imponer silencio”.

No puede acallarse la tropelía de principios de una pluma que no cejó en su empeño de dejar mensajes de amor y esperanza.

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Dagmara Barbieri López

Periodista. Máster en Ciencias de la Comunicación.

Un Comentario en “Julius Fucik: la muerte en primera persona

  • el 8 septiembre, 2020 a las 3:15 pm
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    Mi respeto y felicitación para usted y todos sus colegas. Siempre he admirado el trabajo que hacen. Tienen en Fucik un gran ejemplo a seguir.

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