Josué País: muerte en el apogeo de la gloria

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En el Santiago de Cuba de la segunda mitad del pasado siglo transcurrió la juventud de los tres hijos de Rosario García Calviño y el pastor protestante Francisco País Pesqueira. Dos de ellos, Frank y Josué País, pasarían al martirologio de la patria como jóvenes paradigmas de la generación del centenario, que sucumbieron en pos del ideal de justicia social.

La muerte prematura del padre hizo que doña Rosario tomara las riendas del hogar y la educación de los pequeños, e inculcó valores de altruismo cristiano, simiente de la entrega a causas nobles, devenida a la postre espíritu revolucionario.

Frank y Josué País integraron el Movimiento 26 de Julio (M-26-7), y las adoquinadas calles de la Cuna de la Revolución fueron escenario de su quehacer clandestino, de su ir y venir con armas, bonos y proclamas a escondidas.

Josué fue el primero en caer, el 30 de junio de 1957. Con apenas 19 años de edad resultó víctima de un enfrentamiento con la policía de la dictadura batistiana. Junto a la suya, también ofrendaron sus vidas los combatientes Floro Vistel Somodeville y Salvador Pascual Salcedo, ambos de probada militancia en el M-26-7.

Ciudad bajo sitio

El incidente ocurrió en el corazón de la ciudad oriental en un intento por desmentir con acciones un montaje electorero de la tiranía, empeñada en mostrar la imagen de un país y gobierno estables, donde no había problemas.

La realidad distaba mucho de ser como pretendían los batistianos. Para ese entonces Santiago hervía rebelde, mientras en la Sierra Maestra se afianzaban los barbudos al mando de Fidel, tras su sonada primera victoria, el 28 de mayo, en el enclave de El Uvero.

Testigos que de una forma u otra vivieron los acontecimientos refieren que ese día, desde bien temprano, la ciudad parecía bajo sitio debido al ambiente represivo y tenso creado para asegurar la ‘tranquilidad’ durante un mitin político en el céntrico Parque Céspedes.

Aquel 30 de junio campeaba a sus anchas en Oriente el tristemente célebre gánster Rolando Masferrer, a quien habían encargado asegurar el acto electorero, cuyo comienzo estaba previsto para las cuatro de la tarde. Por ello, en casi todas las esquinas de la ciudad había postas mixtas de soldados y de los llamados Tigres de Masferrer, que así apodaban al séquito paramilitar compuesto por millar y medio de sicarios y asesinos a sueldo.

Frank País, por entonces ya jefe nacional de Acción y Sabotaje del M-26-7 y en la clandestinidad absoluta debido a los riesgos que corría, ordenó realizar acciones de descrédito al amañado acto, al que por cierto solo asistieron muy pocas personas, a pesar de la aparatosa publicidad y organización que le habían dado las autoridades.

Los hechos

Ocultos en un sitio cercano al parque Céspedes, Josué y su amigo Floro seguían por radio los preparativos de la farsa. El plan era iniciar acciones en varios puntos de Santiago cuando se escuchara la detonación de una bomba colocada en el alcantarillado, a fin de que estallara cerca de la tribuna a poco de comenzar la payasada electorera.

Pero quiso la casualidad que una limpieza imprevista con chorros de agua a presión desactivó el mecanismo detonante.

Josué líderaba uno de los comandos encargados de salir a tirotear y provocar explosiones en los enclaves norte y suroeste de la ciudad una vez estallara el artefacto. Desesperado por el inconveniente, tras varios infructuosos intentos de comunicar con sus superiores, Josué y sus compañeros salieron a hacer lo suyo.

Ya en la calle ocuparon un auto de alquiler, a cuyo dueño prometieron devolverle el vehículo si no hacía denuncia alguna a la policía. Pero contrario a lo prometido, el asustado chofer decidió informar a las autoridades.

Puestas sobre aviso, las hienas masferreristas pronto dieron con los jóvenes del comando revolucionario, a quienes interceptaron en la esquina de las calles Martí y Crombet, y allí mismo, dentro del auto, les acribillaron.

Floro y Salvador resultaron muertos en el acto. En cambio, Josué País fue herido levemente y logra salir pistola en mano, pero en desventaja le desarman y reducen por la fuerza.

José María Salas Cañizares, otro connotado asesino, dio la aparente orden de que lo llevaran a curar. Le montaron en un vehículo y sobre la marcha le dispararon en la sien. 

Transido de dolor, Frank País escribiría al conocer la suerte de Josué: A mi hermano: Nervio de hombre en cuerpo joven, coraje de valor en temple acerado, ojos profundos y soñadores, cariño pronto y apasionado…

Alma indomable

A pesar de su corta edad el hermano menor de Frank fue uno de los miembros más destacados del Movimiento. Se había incorporado a las acciones patrióticas desde sus tiempos de estudiante de secundaria, en organizaciones martianas.

Entre otras sobresalen el enfrentamiento a las autoridades durante el homenaje a Antonio Maceo, el 7 de diciembre de 1953, con solo 15 años, y su trayectoria como fundador de la Acción Revolucionaria Oriental.

También sin arribar a la mayoría de edad, a los 16, fue sorprendido mientras pintaba consignas contra la dictadura. Lo torturaron y sufrió prisión domiciliaria durante un año, pero nunca se amilanó. Después participaría con Frank en el levantamiento del 30 de noviembre de 1956, organizado en apoyo al desembarco de los expedicionarios del Granma.

Cuando los sicarios cercenaron su vida, el pueblo santiaguero se volcó a las calles y le acompañó junto a sus dos compañeros. Los llevaron un trecho en andas, cubiertos sus féretros por la bandera cubana y coreando el himno nacional.

Rosario García vivió con dolor y quebranto el duelo por Josué, acrecentado días más tarde con la muerte del otro de sus retoños.

Justamente un mes después, el 30 de julio de 1957, caía también Frank bajo la bala criminal en el Callejón del Muro.

Josué y Frank, dos hermanos unidos en entrañable devoción, simbolizan la estirpe de cubanía que enfrentó pasajes sombríos de la historia patria, para dar paso al futuro luminoso.

Homenaje en Santiago de Cuba a los héroes del 30 de junio de 1957

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Dagmara Barbieri López

Periodista. Máster en Ciencias de la Comunicación.

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