Jayán del patrimonio de Cienfuegos

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Es un ser humano admirable y un profesional de fuste nuestro Irán Millán Cuétara, Premio Nacional de Patrimonio Cultural por la Obra de la Vida, galardón que tan merecida como honrosamente recibirá de forma oficial el 18 de abril, Día Internacional de los Monumentos y Sitios Históricos. Reproduzco, ídem, cuanto le dije al amigo de tantos años al felicitarlo por su lauro: “Hay que clonarte, hermano, para sacar muchos Tú que defiendan con fervor lo nuestro”.

En uno de sus ensayos, el escritor mexicano Fernando del Paso, autor de la considerada por la crítica literaria de su país como la mejor novela mexicana de todos los tiempos, Noticias del imperio, sostiene lo siguiente:

“Todo el mundo sabe -o debería saber- que la educación va mucho más allá de enseñar a leer o escribir, o de enseñar la lengua, la aritmética, la geografía o la historia. Educar es también preparar a los individuos y a las sociedades a convivir, a protegerse, a asumir con responsabilidad y plena conciencia su libertad, entre otro sinnúmero de cosas”.

Además de arquitecto, el miembro de la UNEAC y Diputado a la Asamblea Nacional del Poder Popular, Irán Millán Cuétara, es, esencialmente un educador, puesto que en sí se expresa, en estado natural, la prédica de Del Paso.

Es el Conservador de la Ciudad de Cienfuegos alguien que ha tomado a la meridional villa cubana como pizarra para colocar a las personas de esta plaza, con su obra y enseñanza, en la perspectiva de una gran aula cuya clase -los cienfuegueros- ha desarrollado por la voz y los hechos del maestro la facultad o virtud mayor de apreciar, estimar, proteger y convivir con la urbe, en medio de esa libertad privilegiada de desandar sus calles con la responsabilidad y conciencia de preservarlas.

En tal sentido, Millán es articulador consuetudinario de un discurso frontalmente dirigido a ese enfile, el cual se ha sobrepuesto al tipo de barreras que fueren a la hora de esgrimir argumentos respaldados mucho menos importa por la vehemencia del defensor que por la contundencia de sus enfoques. Puntos de vista que enhiestan sus pilares en el profundo conocimiento arquitectónico, el sentido estético y el agudo discernimiento que en materia cultural orlan a la persona cuya perseverancia, tacto y astucia lideró el equipo encargado de fundamentar los expedientes de los ya numerosos premios a monumentos y sitios con los cuales Cienfuegos es recompensada cada año. Y, sobre todo, de la propuesta, a la cual diera luz verde la UNESCO para alegría de Cuba, de declarar al Centro Histórico de Cienfuegos Patrimonio Cultural de la Humanidad, en 2005.

Irán, merecedor de la Orden Lázaro Peña de II Grado e innumerables ocasiones Vanguardia Nacional del Sindicato de Trabajadores de la Cultura, es, por otro lado, alguien a quien puede indicarse a la primera pregunta como un modelo de personal integral capaz de fundir en sí instrucción y educación, pasión y cultura.

En una conferencia magistral dictada en la Universidad de La Habana el 26 de diciembre de 2006, publicada en partes por los medios nacionales y ojalá objeto de repaso en su momento por todo cubano, un Cintio Vitier en cierto modo pesaroso por el semianalfabetismo de parte de nuestra juventud en materia de modales, y reclamante por el cultivo de los instintos y las calidades superiores de la vida, subrayó: “Y no se piense que solo han de importarnos las virtudes en gran escala, cívicas o heroicas. Si algo necesitamos rescatar de nuestras mejores tradiciones, ello es la fineza en el trato, el comedimiento y la moderación en todas nuestras expresiones personales y sociales”.

Al leerse tales reflexiones del exquisito poeta y pensador, casi por inducción directa se piensa en Irán Millán. Coincidirán con el autor de esta crónica los muchos intelectuales cubanos que lo conocen y le reconocen no solo su obra; sino además su talante, nobleza, sencillez, cordialidad, afabilidad y buenas maneras en el trato a sus semejantes.

Todo cuanto pedía de nobleza o apostura un visionario como el inolvidable Cintio cobra certidumbre, carne y espíritu en los pasos del jayán cienfueguero del patrimonio, uno de esos seres con los cuales nos sentimos felices de convivir, en su misma época. Y seguir -a su influjo- justipreciando, vigilando, queriendo. Siempre, sea así para bien colectivo, desde la misma altura de su compromiso ético, su postura cívica y la proyección humanista de este intelectual comprometido con su tiempo, su ciudad y sus (buenas) costumbres.

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Julio Martínez Molina

Licenciado en Periodismo por la Universidad de La Habana. Periodista del diario 5 de Septiembre y crítico audiovisual. Miembro de la UPEC, la UNEAC, la FIPRESCI y la Asociación Cubana de la Crítica Cinematográfica

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