Infidelidad: el ama de casa necesitada y el librerito francés

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Para intentar una deconstrucción medianamente cercana a Infidelidad (Unfaithful, 2002), es menester parar mientes en lo que siempre le ha obsedido a su realizador Adrian Lyne: el sexo, la infidelidad y los mensajes. En esta película está todo él, sin afeites ni cambios de senda; algo menos escandaloso a sus 61 años sí, un tanto menos efectista quizá, pero el Lyne de siempre. Infidelidad es la ofrenda que se sirve a sí mismo, con el banquete autocomplaciente tradicional: experimenta ligeras variaciones al thriller erótico, del cual es uno de sus padres fundadores vía Atracción fatal; versiona nuevamente grandes cintas desconocidas por la nueva generación de espectadores norteamericanos -el filme es un remake de La femme infidéle, Claude Chabrol, 1968; antes lo hizo con la Lolita de Kubrick-;se solaza con su tema eterno de la traición en la pareja; y le busca su antídoto a ese veneno a través de un castigo moral cuasi religioso, de no ser tan drástico.

Películas como Instinto básico, El cuerpo del delito, El color de la noche, Lenguaje corporal o Jade, entre otras pertenecientes a varios directores al igual que las mencionadas, desarrollaron en el sexy-thriller de los noventas la figura de la mujer fatal -extraída del cine negro, remanente que resulta del mismo dicho subgénero- hasta límites extremos en algunos casos. Lyne baja presión y nos entrega a una protagonista noblona, que aunque pueda desperezar toda su energía sexual en su affaire con un jovencito extranjero, al final del cuento es una buena ama de casa necesitada solamente de un poco de acción en los planos bajos. Era casi imposible que su desperdiciado atractivo no colisionara con el sex-appeal salvaje del librerito francés, seductor impenitente, quien no parará hasta hacerle las mil maravillas a la bien mantenida cuarentona en su escondite neoyorkino. No importa que la dama tuviera de marido a un buenazo Richard Gere, familia y una posición solvente: la combinación de hormonas con feronomas y endorfinas, junto con la señora Bovary latente que casi todas llevan dentro, propició la contienda eléctrica que Connie y su amante libran en la buhardilla del segundo, hasta que se entera el esposo de la primera.

Ahora, cuando ya el realizador se ha refocilado en ese cine semiporno que tanto le complace (recordemos su infumable Nueve semanas y media), que pone a esa preciosura de Diane Lane en cuanta forma sea posible, incluido un antológico coitus a tergus, es tiempo de que salga el predicador que Lyne lleva en su pecho a un lado del pornógrafo. Richard Gere será el alter ego de Anne Archer en Atracción fatal, y su personaje constituirá el catalizador del infaltable mensaje moralizante del director británico: el mismo que puso a pensar a medio mundo en los ochentas antes de cometer una infidelidad cuando Glenn Close casi castra a Michael Douglas. Aunque años después se relajara al permitir que Woody Harrelson se dejase sobornar una noche de sexo con el bombón de Demi Moore por los millones del vejete Robert Redford en la ignominiosa Una proposición indecente.

En Infidelidad estamos ante un intento insultante de vender gato por liebre, de un quiero y no puedo irritante de pasar esto por una obra seria con supuesto estudio incluido de la culpabilidad. Predecible, soporífera, la película no se salva ni por la notable caracterización de Diane Lane, que le valiera con justicia la nominación al Oscar; ni por la presencia de un guionista serio como Alvin Sargent; ni por las imágenes aseadas, estilizadas, harto preocupadas por la composición pero al final vacías de la cámara, cual vacua toda es esta nueva porquería de Lyne.

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Julio Martínez Molina

Licenciado en Periodismo por la Universidad de La Habana. Periodista del diario 5 de Septiembre y crítico audiovisual. Miembro de la UPEC, la UNEAC, la FIPRESCI y la Asociación Cubana de la Crítica Cinematográfica

2 Comentarios en “Infidelidad: el ama de casa necesitada y el librerito francés

  • el 23 mayo, 2017 a las 9:36 am
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    Gracias, Diego. La Lane fue una de las actrices más bellas del Hollywood reciente, años 90 fue su época, a la manera de Madeleine Stowe y Ashley Judd. Ni ella ni las otras dos tuvieron una suerte profesional equiparable a su rostro, como sí ha sucedido innumerables ocasiones allí, donde triunfa eso, la belleza, por arriba del talento. Saludos del autor.

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  • el 22 mayo, 2017 a las 3:50 pm
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    Sin palabras con este trabajo, me quito el sombrero…. Golpes de efecto, muchos son los que abundan en las películas de Lyne, pero no dudemos, la película es bien erótica… Diane Lane está maravillosa, y Olivier Martinez no está nada mal. Lo de la acción en los planos bajos está de antología… jajajajajajajaj… SALUDOS!!!!!

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