Humor “costumbrista”, concebido con tenacidad y un sello personal

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Por: Jorge Luis Urra Maqueira*

A inicios de 2000, Ángel Fernández (Ández) se ratifica en los predios sureños, recién titulado de la desaparecida Escuela de Arte Oscar Fernández Morera, laborando primero como profesor de su similar en Cienfuegos (Academia de las Artes Plásticas de la Escuela de Arte Benny Moré) y finalmente como artista independiente.

Sus caricaturas comienzan a preciarse en el periódico 5 de Septiembre, la revista La Picúa y ocasionalmente en el programa televisivo A debate. En 2001 realiza en la Sala Mateo Torriente, de la Uneac, su primera exposición personal: Un barrio tiene su Ángel, precedida por sus reconocimientos en justas regionales como el V Salón del Humor y la Caricatura.

Durante esa etapa, Ández despunta junto a otros jóvenes talentosos y continuadores de la tradición caricaturesca en la Perla del Sur (donde surgen las primeras de su tipo en la Isla —caricaturas de De Clouet, 1832— y emerge el más importante caricaturista cubano de todos los tiempos: Juan David Posada), llegando a ubicarse entre los diez creadores más sólidos e imaginativos de la caricatura y el cómic cienfueguero.

El estilo de Ández siempre ha estado domeñado por un diseño preciso, límpido, y un humor que entremezcla la atmósfera popular con la urbanidad intelectual, en el que la línea se muestra inequívoca, más ditirámbica en sus inicios y reposada o hacendosa en el ahora, tal vez con el propósito de que los públicos no pierdan lo esencial de la chanza y disfruten de sus notorias composiciones gráficas, que prescinden de los globos y los textos y suele excluir los entramados escenográficos o contextuales. Igual, se aprecia un frecuente abandono del color, seducido por la personalidad de los valores (negro y blanco), cierto apego por los personajes voluminosos y la facha del grabado de la segunda mitad del siglo XX cubano.

Otrora prefería los representaciones populares; empero, ha sido el asidero deportivo el que ha venido colmándole en los últimos tiempos, tal como se apreciara en muestras como Dos (in) quietos en Home (2015), compartida con Reynerio Tamayo, aunque debemos reconocer que lo ha hecho desde miradas diferentes.

Cuba deportiva es, justamente, otro reencuentro con el deporte, aunque focalizado desde un cruce semántico entre los juegos (ajedrez, natación, boxeo, carrera de vallas, ciclismo, equitación, fútbol, etc.) y su “equivalente” en la vida cotidiana (los precios de los alimentos, la burocracia, las irregulares calidades de los productos, los problemas constructivos y de transporte, etc.), convidando a los públicos a revivir su diario desde el registro del arte y el humor. Los niveles perceptivos varían, pues los chistes transitan unas veces por lo filosófico, otras por la crítica social o el retozo blanco con la disemia o anfibología explicita, no siempre desde un paradigma intelectual. Precisamente, las obras más sutiles son las de mayor atractivo, al estilo de Gimnasia, Boxeo o Ajedrez, en las cuales se ofrece poco margen a la obviedad. Asimismo, nos extraña que algunos textos visuales son reiterativos en el planteo del tema, especialmente los que aluden al burocratismo y el transporte, que apocan el impacto humorístico potencial.

Para los públicos que gustan del humor “costumbrista”, concebido con tenacidad y un sello personal, esta es una excelente posibilidad para reír y cavilar sobre nuestra compleja y rica Cuba deportiva.

La muestra se mantendrá en cartel en la Galería Mateo Torriente, hasta mediados de octubre.

*Crítico de Arte en Cienfuegos

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5 de Septiembre

El periódico de Cienfuegos. Fundado en 1980 y en la red desde Junio de 1998.

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