“Huevos”, próxima propuesta del Centro Dramático de Cienfuegos

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ESCENA 1: REENCUENTRO

[Alicia entra a escena con su equipaje.]

Mira su alrededor, como redescubriendo la vida que dejó atrás hace ya trece años. Vuelve a su tierra natal.

Viene llena de rencores. Aún siente la confusión, los insultos…, el olor pegajoso de los huevos…, y la voz de su amiga Margarita: “a los apátridas que abandonan su país…”.

ESCENA 2: DE LA HISTORIA REAL A LA ESCENA

Examinar la historia siempre es un riesgo; lo es más cuando se trata del pasado reciente, pero es ineludible.

A ese lance se aventura el Centro Dramático de Cienfuegos para su próximo estreno. Huevos llegará a la escena del teatro Tomás Terry el 20 de enero de 2017, por los días en que este colectivo celebra 54 años de fundado.

“Alicia regresa de visita a su pueblo en los años 90. Se desencadena la acción. La venganza al poner un cartón (file) de huevos a la puerta de Eugenio, quien los lanzara contra su familia —una provocación en pleno período especial—; los reclamos a la amiga de la infancia, de quien escuchara frente a su puerta las más impensadas injurias”, van conformando la trama, advierte Generoso González, director del grupo teatral.

El texto, original del escritor matancero Ulises Rodríguez Febles, lleva a las tablas una de las historias que se originaron durante la crisis de los balseros en 1980, luego de la penetración forzosa de unas 10 mil personas en la embajada de Perú, el asesinato de un custodio en esa sede, y la decisión del gobierno cubano de levantar las restricciones para la emigración y abrir el puerto de Mariel.

Alentadas por una política con la que todavía Estados Unidos estimula las salidas ilegales, unas 100 mil personas abandonaron la Isla por esa vía. La inmensa mayoría fueron sometidas al escarnio público frente a sus casas.

“Debemos contar a las nuevas generaciones lo que nosotros recordamos como un hecho lamentable, un error que cometimos durante aquellas jornadas de repudio; y esta pieza del dramaturgo matancero —de quien en 2012 llevaron Carnicería a escena— nos propone una reflexión desde la vergüenza y las emociones encontradas que aún sienten muchos de los que se involucraron en esos hechos”.

Una instalación a cargo del artista local Santiago Hermes “es la escenografía concebida de forma minimalista, de la que los actores tomarán los objetos indispensables para su escena”, adelantó el experimentado director.

Al inicio, una pantalla con escenas documentales ubicará al espectador más bisoño en el contexto, activará la memoria en quienes lo vivieron, “porque pretendemos que contribuyan a la banda sonora, coreando algunas de las frases: ‘pin pon fuera, abajo la gusanera…’, repetidas hasta la saciedad por aquellos días. Un recurso de extrañamiento actoral, pero que pretende provocar la reflexión colectiva”.

Generoso González, director de la nueva propuesta del Centro Dramático de Cienfuegos, supervisa uno de los ensayos. / Foto: de la autora
Generoso González, director de la nueva propuesta del Centro Dramático de Cienfuegos, supervisa uno de los ensayos. / Foto: de la autora

ESCENA 3: FUERA DE PERSONAJE

[Colectivo de actores en coro alrededor de periodista]

Con 21 años, a Geidicary Maité Zamora le ha costado construir el personaje de Alicia, la “marielita”. No tiene memoria de aquellos hechos, pero la ha buscado “en material de la época, anécdotas de amigos, familiares, porque mi personaje tiene contrastes muy fuertes de expresar: se debate entre el rencor, la necesidad de venganza, y la nostalgia y el cariño por los que dejó trece años atrás”.

Margarita es una de ellas. Asumida por la joven Esther Valladares, a quien le resulta más orgánico interpretar la niña de trece años que leyó el comunicado, que a la joven de 26 que se reencuentra con su amiga: “porque en la adulta hay una mezcla de vergüenza y culpa, dolor y cariño estropeado, una amalgama de sentimientos que me es difícil revelar”.

Durante los ensayos, Pastora, la abuela que envejeció sola en Cuba, logra —a mi juicio— el mejor desempeño. Beatriz Sarduy está libre de exagerados gestos e inflexiones de la voz socorridos en caracterizaciones de ancianos. Por añadidura en el personaje de una ciega, confiesa “haber estudiado los movimientos de invidentes de la Asociación Nacional de Ciegos (ANCI) —que al mismo tiempo la preparan para un futuro inminente con su madre—. De ahí saco mis emociones, porque apenas tenía tres años en 1980”.

Alberto Fuentes Díaz sí tiene sus referentes. “Estaba entonces en el Politécnico Juan Manuel Castiñeira, del Mariel, pasando un curso de técnico nuclear, y desde la cerca, desde los balcones, veíamos pasar las guaguas, y nos alentaban a que les gritáramos. Recuerdo que una muchacha me tiró una camisa de guinga azul, diciéndome, ‘allá no me hará falta, porque tendré más’… No me dejaron recogerla. Treinta y seis años después, vuelve a mi memoria todo eso cuando interpreto a Oscar, el padre de Alicia, un militante convencido que decide partir a última hora, cuando ve a su hija agredida por un huevazo”.

ESCENA FINAL: ¿RECONCILIACIÓN?

[Alicia y Eugenio se encuentran. Se miran fijamente, sin palabras]

Así termina Huevos, una invitación a exorcizar recuerdos de aquel episodio, a reconciliarse a través de la reflexión y el diálogo en que por fortuna discurre actualmente la relación entre “los que se fueron y los que nos quedamos” en esta larga historia de la emigración.

Beatriz Sarduy (en el personaje de invidente) está libre de exagerados gestos e inflexiones de la voz socorridos en caracterizaciones de ancianos. / Foto: de la autora.
Beatriz Sarduy (en el personaje de invidente) está libre de exagerados gestos e inflexiones de la voz socorridos en caracterizaciones de ancianos. / Foto: de la autora.

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