Historias extraordinarias: El lugar por donde se perdió el mundo

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El Everest o Chomolungma, punto culminante de la Tierra, ha sido escalado cerca de 7 mil 500 veces. La cima del universo fue conquistada por el hombre desde hace mucho tiempo y cada vez serán más en accederla. No así la sima.

La Fosa de las Marianas, el sitio más profundo del planeta, permanece indómita para la especie y su acceso parcial solo pudo manejarse en puntuales momentos gracias a la tecnología. Sin su ayuda, ningún humano ha llegado (ni llegará, cosa que la Biología califica como inobjetable) hasta su lecho: 11 mil 034 metros debajo de todo.

El terrícola que más cerca se halló fue, en 2012, el realizador canadiense James Cameron (El abismo), en histórico descenso tripulado. Lo habían hecho antes dos personas, 52 años atrás. Por supuesto, en ambos casos dentro de un batiscafo. Es imposible, dadas las condiciones reinantes allí, que alguien pueda pisar o nadar en su fondo, solo equipado con un traje térmico, corriente, de buzo.

No obstante los muy excepcionales franqueos arriba citados, el lugar es, aún a estas alturas, uno de los grandes retos que la ciencia tiene por vencer.

La fosa oceánica enclavada (nunca mejor empleado el término) en 70 kilómetros de ancho del Pacífico noroccidental, al este de las Islas Marianas, no posee iluminación, sus aguas contienen gases sulfurosos, la temperatura es muy fría y su presión es mil veces superior a la de la Tierra.

Localizada desde 1870, ya desde 1951 se estimó que su profundidad se acercaba a los once kilómetros, pero no fue hasta 1960 que el batiscafo Trieste determinó el valor exacto, en su sector extremo: el denominado Abismo Challenger.

Posteriormente, el submarino no tripulado Kaiko recolectó muestras biológicas a más de diez kilómetros, unas 200 formas de vida unicelulares y especies abisales hasta el momento inéditas para la ciencia.

Son formaciones que, en algunos casos, poseerían 6 millones de años de antigüedad, según las evaluaciones de los especialistas.

“El hecho de que grandes cantidades de materia orgánica que contiene carbono se acumulen y almacenen en Hadal (de las áreas más profundas de la gran fosa oceánica), significa que juegan un papel protagónico en la eliminación de carbono del Océano y la atmósfera suprayacente. O sea, que las fosas abisales son una de las partes más importantes en el ciclo global del carbono marino”, consideró el Doctor Robert Turnewitsch, uno de los autores de un estudio publicado en Nature Geoscience sobre el tema.

Además de un calamar gigante del género Architeuthis y otras especies rarísimas, como cierto tipo de lenguado nunca antes visto en ningún espacio marino, allí conviven otras numerosas formas de vida. Se estima la existencia de 750 mil especies, todavía no catalogadas por la ciencia.

Hace tres años, un extraño sonido comenzó a escucharse, proveniente de la Fosa. No duró más que unos pocos segundos y asemejaba un gemido. Su frecuencia fue de 38 hertzios. Cuando finalizaba su audición, parecía una suerte de chirrido metálico, pero entonces con una frecuencia de 8 mil hertzios.

Un estudio aparecido en la publicación científica Journal of the Acoustical Society of America, en 2016, despejó la incógnita, al revelar que la misteriosa señal sonora era debido a un tipo de cetáceos conocidos como ballenas enanas o Minke.

Pero este resulta tan solo uno de los infinitos enigmas que restan por despejar en el lugar por donde se perdió el mundo.

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Julio Martínez Molina

Licenciado en Periodismo por la Universidad de La Habana. Periodista del diario 5 de Septiembre y crítico audiovisual. Miembro de la UPEC, la UNEAC, la FIPRESCI y la Asociación Cubana de la Crítica Cinematográfica

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