Henry Reeve: justicia al mérito

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El enigma sobre el paradero de sus restos perdura 145 años después de caer en combate en la llanura de Yaguaramas. Las aisladas referencias históricas sostienen que fue sepultado por los españoles en una fosa común del Cementerio de Reina, de la ciudad de Cienfuegos, pero hoy la única certeza es que murió por la independencia de Cuba, y eso basta.

Aquel 4 de agosto de 1876, él mismo apagó sus 26 años con un disparo en la sien antes de ser ultimado por el enemigo. Casi inválido, con lesiones en la pierna derecha que lo obligaban a utilizar varillas de metal y cueros para permanecer sobre el caballo, recibió, en desigual contienda, heridas en el hombro, el pecho y la ingle.

En el libro Del olvido a la memoria, Rafael Lago Sarichev reseña que el joven estadounidense, oriundo de Brooklyn, Nueva York, ofreció gran resistencia cuando, ya exhausto y sin municiones, prefirió el suicidio. Un monumento erigido allí, en Yaguaramas  —poblado del actual municipio de Abreus— pepertúa el hecho y empina, en forma de obelisco, la impronta de Henry Reeve.

Llegó a esta Isla a bordo del vapor Perrit en mayo de 1869, con la experiencia ganada en la Guerra de Secesión de su país y atraído por las ideas antiesclavistas y liberales que promulgaban los revolucionarios cubanos residentes en Estados Unidos. Desde su arribo, se enroló en disímiles escaramuzas y hasta fue sometido a fusilamiento en masa por las fuerzas españolas, solo que entonces logró escapar con vida de los impactos de bala.

La participación de “El Inglesito” en alrededor de 400 acciones bélicas durante poco más de un lustro puede resumirse en las memorables páginas que escribió en los campos de batalla y a través de su vertiginoso ascenso en la jerarquía militar del Ejército Libertador, donde alcanzó el grado de general de brigada. El rescate de Sanguily —bajo las órdenes de Ignacio Agramonte—, el combate de Soledad y la toma de Santa Cruz del Sur son algunas de las hazañas que rubricó dentro de la Guerra de los Diez Años.

Su capacidad y dotes para dirigir a las tropas mambisas calaron en el mayor general Máximo Gómez, quien dejó evidencia de tales impresiones. “… su valor a toda prueba, su infatigable constancia en el servicio de la causa lo hacen un cumplido militar, que le adueñan justa consideración y simpatía de sus superiores y subalternos. No hago otra cosa que justicia al mérito”, apuntó.

Ya muy limitado físicamente, Reeve continuó agrandando esa estirpe de patriota. Al perecer en la sabana de Yaguaramas, sus triunfos frente a las columnas españolas resonaban tanto como lo hizo la brusca y dolorosa partida con que sorprendió al movimiento insurreccional.

Un mes después, el periódico mambí La Estrella Solitaria confirmó la noticia: “La República acaba de perder a uno de sus más intrépidos soldados. Era casi un inválido y, sin embargo, hasta que murió estuvo batiéndose por la independencia de este suelo. El reconocimiento de Cuba hacia el Brigadier Enrique Reeve será eterno. En sus anales habrá siempre una página dedicada a enaltecer los hechos y virtudes de tan digno hijo adoptivo”.

Sobre estas esencias refulge el ejemplo de solidaridad y heroísmo de El Inglesito en las luchas de la nación cubana por su emancipación.

 

*En Cuba, Henry Reeve era conocido indistintamente por “El Inglesito” o “Enrique El Americano”. 

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Roberto Alfonso Lara

Licenciado en Periodismo. Máster en Ciencias de la Comunicación.

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