Hacer las cosas bien, un libro-credo-cancionero de Roberto Novo

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Dentro de los títulos de próxima aparición más esperados de Ediciones Mecenas se encuentra Hacer las cosas bien, libro de Roberto Novo Serra, contentivo de 67 canciones —que son suyas, de él, relevante compositor; y de su hermano Pedro. Aunque más que a ellos solos, pertenecen a Cienfuegos y a todos ya—, inspiradas en temas locales, y acompañadas de breves comentarios o notas relacionadas con cada número musical.

Será un texto útil, de veras necesario, que la Ciudad, la Cultura e instituciones provinciales le debían a Pedro y Roberto, el cual hace parte de una intencionada política editorial del Centro Provincial del Libro y de su sello insigne Mecenas, que entre sus publicaciones mediatas o inmediatas también cuentan con Te quedarás (narraciones breves en torno a la figura de Benny Moré, reseñada par de semanas atrás en esta misma sección); y La maleta de B., excelente libro de cuentos de uno de los narradores nuestros de mayor significación: Atilio Caballero.

El título del volumen se encarga el propio Roberto de explicarlo en su introducción: “Haz bien las cosas”: mínimo, breve y casi único consejo que solía ofrecer mi padre desde su solemne pero amable parquedad de gallega ascendencia. Hacer bien las cosas: mensaje que con los años he descubierto rotundo e inmenso; génesis de cuanto me propongo acometer y clave de enigma absoluta para tranquilidad de la conciencia, si de venir al mundo a contar con canciones la vida se trata. Por eso este libro-cancionero (o cancionero-libro) se titula así, pues en la creación de todas las canciones que aquí reunimos ha primado un gran deseo de hacer de la mejor manera nuestra labor; de poner, con el mayor ánimo, nuestro pequeño grano de arena en la fortuna y utilidad de la vida”.

Estas canciones, complementa el autor, le ha ofrecido al binomio filial la inmensa felicidad de honrar a personas y lugares que quieren y respetan; como además, llevarse de vez en vez la ciudad de paseo por donde quiera que van, a merced de su voz y su guitarra.

Estas canciones, digo yo, son un credo; un acto de entrega y un ofrecimiento total de amor a su ciudad y los suyos. A través de los textos musicales del par de creadores —miembros eméritos de la Uneac—, quedan visualizadas tanto imágenes o escenarios, como símbolos e íconos remisivos a eso que a veces, sin justipreciar del todo su esencia, suelen denominarse cienfuegueridad.

Si la hay está hasta los tuétanos en estos dos hombres y en el legado perdurable que dejaron (siguen dejando cada día) para la posteridad, el cual consiste, justamente, en la configuración del pentagrama contemporáneo sonoro de Cienfuegos. Se escribe fácil, más no lo es en absoluto. Requiere comunión, devoción y talento.

A diferencia de insignes figuras del pretérito local, ellos no han fraguado una, dos o a lo sumo tres canciones capaces de catapultar a nuestra ciudad más allá de los tiempos o los meridianos. Son decenas, señores, las compuestas e interpretadas a loor de su entorno, a gloria de su aura, a medro moral de su gente, por Pedro y Roberto.

Por ello, su obra concita la gratitud de nosotros, quienes ahora podremos convertirnos en lectores y, asimismo, en recopiladores de un trabajo que digna mostrarse a cuantos nos sucedan, en el camino ineludible de sembrarle los valores y amores tendentes a afincarlos a su localidad, a sus tradiciones, a sus símbolos.

Hay mucho símbolo en estas perlas melódicas reunidas aquí, porque detrás de tales letras subyacen, por asociación o por expresión directa, cubanía, identidad, amor al terruño, orgullo de reconocernos tal cual somos en nuestra auténtica grandeza. Ese reservorio ético preconizado en dichas líneas contribuirá a afianzar alianzas, tender puentes (no levadizos, sino permanentes), reivindicar la fe.

En Hacer las cosas… quedan seleccionados, entre otros imperdibles novianos, Donde brisas y olas (1981, finalista del Concurso de Música Cubana Adolfo Guzmán en su edición de un año después, cantada por Amaury Pérez y orquestada por Lucía Huergo); Trovador (tema de 1985, dedicado al maestro palmireño Eusebio Delfín, Primer Concurso de Composición del concurso homónimo); Bulevar (muy popular número, compuesto en 1987); Si Nano toca el tres (1988, ofrenda a Nano, el tresero de Los Naranjos); Canción al Padre Panchito (1990, tributo al querido sacerdote Francisco Ortiz); Para si quieres regresar (1998, a Florentino Morales y merecedora de numerosos premios); Canción a Pascual y Canción a Loyola (ambas de 2000); Cubano de Cienfuegos (2001); El son de Espinosita (2006, al entrañable doctor Alfredo Espinosa Brito) y uno que parecía imposible no consignar en libro semejante: Pero sin ti (el sexagésimo séptimo número, a la memoria, por supuesto, de Ricardo Novo Arias, el padre de Pedro y Roberto, quien falleciera a esa edad, a los 67 años, no sin antes desbrozarle el camino moral a sus dos hijos).

Por cuanto significa esta obra para ellos, la proponemos, también, a manera de cierre de esta reseña: “Pero sin ti, /anduve paso a paso despidiendo /el joven que quedó en cada bolsillo /a golpes de guitarras y silencios, /creciendo. / Casi feliz /de casi todo en cuanto puse empeño, /navego con mi niño por Castillo /y a veces juego a ser como tú, siendo / tanto de mí. /La casa duda envejecer, /y la familia nunca es gris, /pasa un ciclón, de vez en vez. /No llega a ser la vida edén, /de a contravientos descubrí /que puedo hacer las cosas bien/…pero sin ti”.

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Julio Martínez Molina

Licenciado en Periodismo por la Universidad de La Habana. Periodista del diario 5 de Septiembre y crítico audiovisual. Miembro de la UPEC, la UNEAC, la FIPRESCI y la Asociación Cubana de la Crítica Cinematográfica

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