Hablemos
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Un largo zipper parece extenderse de boca en boca en nuestra ciudadanía. Esa es la imagen que perfilo cuando desorden, incomprensión, violencia o silencio superan la capacidad humana de dialogar en aras del entendimiento común. Casi resulta cosa de locos ante el acelerado desarrollo de la comunicación en el mundo, pero el problema incumbe a otras realidades.
El uso adictivo de las nuevas tecnologías apunta como principal causa para varios especialistas. Sostienen el modo en que la interacción social se subordina a medios o espacios digitales. La transmisión mecánica de signos, mensajes, palabras, relegan a un segundo plano la importancia de las relaciones personales, mientras valorizan el vínculo entre objetos.
Distanciamiento entre padres e hijos, trastornos psicológicos, retrasos en el aprendizaje, ruptura de parejas, drogodependencia…, son algunos de los efectos probados a nivel científico. Tal escenario inclina la balanza a favor de quienes cuestionan si tanto más avanza la comunicación, menos nos comunicamos.
El tema no solo concierne al desarrollo tecnológico; lo determinan también las condiciones socioeconómicas de cada persona o comunidad. Carencias, especulación, desigualdades, estimulan en Cuba expresiones de individualismo que obvian la circunstancia ajena, y la traspasan, en función de alcanzar cualquier propósito.
No pocas veces se evade la plática para solucionar de mutuo acuerdo un conflicto o garantizar el bienestar público. En su lugar, rige lo arbitrario, la actuación egoísta e indisciplinada, sin el mínimo respeto por quienes conviven en un mismo entorno. Episodios de esta naturaleza ponen entredicho las normas civilizatorias establecidas por el hombre en su evolución.
Peor sucede cuando la violencia elimina de facto una salida decente a los múltiples dilemas o complejidades a que están sujetas las relaciones personales. Si en vez de la agresión, el diálogo y el juicio encauzaran el comportamiento humano, la realidad quizás no sería ni tan atroz ni incomunicable como Borges la definiera.
Asumir el silencio ante las dificultades, marca otro extremo dentro del fenómeno. Bien por apatía o escepticismo, quienes prefieren callar o reservar sus opiniones, no solo se privan del derecho a decir cuanto piensan, desaprovechan la ocasión de contribuir a un proyecto social, donde el criterio ciudadano constituya siempre punto de partida.
Posiblemente, muchos de los problemas que nos afectan estén determinados por la falta de comunicación en distintos ámbitos. Su evasión incide a veces en el éxito o fracaso de compromisos empresariales. Incluso, favorece el caos cuando, en situaciones de crisis, se carece de la visión de informar al pueblo sobre el alcance o límite de las acciones promovidas desde el gobierno.
Aunque los medios desempeñan un papel importante, su eficacia depende de la disposición informativa del resto de las instituciones. El secretismo en la prensa, en la mayoría de las ocasiones es proporcional a la postura reacia de entidades u organismos que impugnan su encargo público.
La familia y la escuela como núcleos fundamentales tienen el reto de fomentar una conducta comunicativa abierta, donde la tecnología, al igual que las demás condicionantes, representen elementos secundarios o nulos dentro de las relaciones personales. Ninguna sociedad podrá ser mejor con zippers prendidos en su boca.
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