Guaguas y playa

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Las manos se unieron para pasar la calle. Una hilera de guaguas a la entrada del muelle les hizo sonreír desde la distancia, parecía una inmensa oruga naranja que dormitaba en medio de la ciudad, mientras las personas, como hormigas, caminaban en la búsqueda del festín.

Un cuarteto de viajeros les superó el paso y llegaron primero a la cabina de los tickets, donde una mujer de mirada tenue les explicó detalladamente el procedimiento: “pueden comprar los de regreso también, así de la playa van directo al ómnibus. El servicio es hasta las 6:00 de la tarde”.

La hilera de guaguas había crecido, y las personas en plena tranquilidad seguían el movimiento rectilíneo uniforme de una cola que avanzaba, sin que nadie se colara, sin que la ansiedad provocara discordia entre las familias o los grupos de amigos. Desde la distancia se podía ver a hombres uniformados que ayudaban a los viajeros en la subida, y cuando todavía los asientos no estaban completamente ocupados, decían al público expectante: “¡Por favor, dos que vengan solos! ”.

Unos niños jugaban con las piedrecitas del piso, mientras los padres terminaban de inflar los salvavidas de distintos tamaños y colores. Un vendedor pregonaba rositas de maíz para el viaje, mientras una mujer masticaba un pan de 5,00 pesos. Tanta armonía era digna de un cuadro surrealista, de una recreación muralista, de una fotografía urbana, de un tatuaje juvenil, de una crónica en el periódico. No siempre los cubanos compartimos una cola desde la decencia y el bienestar colectivo, no siempre se nos trata así.

Una vez en el ómnibus, alguien le preguntó al chofer: ¿no van personas de pie? Inquietud salida del alma, de esa picazón que brota del espíritu al montarse en una guagua que va para la playa y no tener encima de ti a un montón de gente que comparten contigo la respiración, el sudor, el aliento y la molestia de viajar como sardinas precocidas en latas.

El recorrido de ida y vuelta a la playa de Rancho Luna, solo disponible los fines de semana, ha sido desde hace varios veranos un escape para muchas familias y grupos de amigos, una opción que la gran mayoría asume por ser módica y de preferencia entre los niños.

En la medida que las estrategias de las empresas al servicio del pueblo se parezcan más a lo normal y no al “resolver con lo que se pueda”, el comportamiento ciudadano cambiará, la gente tendrá otra percepción de ese contexto que lo empuja, le saca de adentro los demonios escondidos.

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Zulariam Pérez Martí

Periodista graduada en la Universidad Marta Abreu de Las Villas.

Un Comentario en “Guaguas y playa

  • el 27 agosto, 2018 a las 12:25 pm
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    Buen elljemplo para ser tonado por otras provincias como La Habana y su ruta A 40

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