Giro al infierno

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No deja de ser hasta cierto punto sorprendente que un film-noir como Giro al infierno (U-Turn, 1997) haya sido dirigido por Oliver Stone, cuya notoriedad es debida a cintas de signo totalmente opuesto, enfocadas a lo político-biográfico (Salvador, Pelotón, Nacido el 4 de Julio, JFK, Nixon, Comandante, Alexander). Sin embargo, tampoco resulta del todo insólito si oteamos en sus horizontes como guionista e incluso en ese paréntesis de su filmografía llamado  Asesinos natos.

Giro al infierno contiene todos los temas clásicos del cine negro: un hombre trágico, romántico en busca de su destrucción, mujer fatal, existencias cruzadas, fatalismo, sexo, traición, asesinato, violencia. Bobby (Sean Penn) es un pobre diablo que le debe más dólares de los permisibles a cierta pandilla de mafiosos rusos; en viaje hacia Las Vegas al tipo se le rompe el radiador de su Mustang ’64 en un infernal pueblucho del desierto, cuyo nombre es la catedral de la ironía: Superior.

De cariz tan irónico como la identificación del lugar será el mecánico que debe reparar la avería (Billy Bob Thornton), o el celoso TNT (Joaquin Phoenix), quien cree que Bobby le quiere quitar a la novia. Aparece ahora Grace (Jennifer López), lugareña de ascendencia india, quien pide sexo a kilómetros; ya es hora entonces de que Bobby entre en la primera fase de la gran locura (sabrosísima locura) que es esta película arrebatada, frenética signada por el efecto de bola de nieve: Bobby va internándose progresivamente en una espiral de conflictos empujados uno por otro, los cuales cada vez lo conminan más a permanecer allí, en Superior, como el más inferior de sus seres. A merced de los retozos macabros de un destino muy majadero para este Sr. Nadie en medio de la nada.

La película no es del todo original. Advertiremos a través de su metraje referencias explícitas a Simplemente sangre, After hours, El juego, The Trip, El ángel exterminador, Duelo al Sol y, sobre todo,  a ese thriller de 1994 titulado Red Rock West, de John Dahl. Pero el filme gana personalidad propia a partir de cinco elementos fundamentales a) la perspectiva cuasi lúdrica, hipnótica a ratos donde enmarca a la galería de seres oscuros que lo pueblan; b) la magnífica composición de Bobby por el genial Penn; la estupenda labor de Jennifer en un personaje bien difícil de modelar que mezcla a la vez candor, ternura, lujuria, aflicción y maldad; el no menos inmenso trabajo interpretativo de Nick Nolte en el rol de su esposo Jake, en fin la magnífica labor actoral conjunta, sin olvidar al aquí casi irreconocible Bob Thornton; c) el concepto visual manejado por el realizador y su director de fotografía Robert Richardson (obtuvo un Oscar por JFK): ángulos expresionistas, slow-motion, edición fragmentada y delirante, furiosos close-ups, mareantes encuadres que dan la idea de la turbación de los sentidos, del universo trágico de los personajes ;d) la muy a tono con el relato ecléctica, punzante partitura de Ennio Morricone y; e) la opción del guión de John Ridley (según su propia novela, Stray dogs) de contravenir las normas tradicionales del cine negro en cuanto a su enfoque urbano por excelencia, al trasladar el foco de acción hacia el desierto, con lo cual la película de cierto modo comparte contextos geográficos con el western. Cosa que por sí sola nada indicaría, sino existiesen inserciones dentro del relato que apunten a la idea de que aquí se opera también una suerte de homenaje al western: citemos por ejemplo el caso del duelo. Si Walter Hill llevó el gangsteril al oeste en El último hombre, Oliver Stone transportó el noir a las mismas praderas, en una operación de desmontaje que no excluye una óptica paródica.

Giro al infierno no será sin duda una de las grandes películas de Stone, pero tampoco es el desastre que las vacas sagradas de la crítica americana aseguraron era (estoy hablando de Rogert Ebert en Chicago-Sun Times, Janet Maslin en The New York Times, u otros). Se trata de un divertimento. Atractivo, curioso, refocilante. A los amantes de Jennifer de veras se lo recomiendo, en esos tiempos la nena todavía se dignaba a actuar.  Si Federico Fellini la viera visto aquí en ciertos planos también hubiera dicho de ella lo que dijo de Anita Ekberg: “Es un mamífero de lujo”.

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Julio Martínez Molina

Licenciado en Periodismo por la Universidad de La Habana. Periodista del diario 5 de Septiembre y crítico audiovisual. Miembro de la UPEC, la UNEAC, la FIPRESCI y la Asociación Cubana de la Crítica Cinematográfica

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