Gestión patrimonial en Cuba: caminos de ida y vuelta

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Hay memorias que solo perduran en los viejos edificios de las ciudades y en el alma misma de sus moradores. En Cuba, la Red de Oficinas del Historiador y del Conservador, instaurada hace ya una década, procura la salvaguarda de centenarios muros y antiguas tradiciones, tan enraizados al espíritu del país, que parecieran rehusados a rendirse ante la inevitable aglomeración de los años.

Sin embargo, cuidar de esos valores pasa hoy por complejos escenarios estructurales, económicos y organizativos, que entorpecen una adecuada gestión del patrimonio. Así lo reconoce Arsenio Manuel Sánchez Pantoja, coordinador de la Red, al subrayar lo difícil que resulta.

“Las oficinas —explicó— asumen todos los temas del Centro Histórico, con un amplio espectro de circunstancias, funciones y caminos por los cuales intervenir. Tanto como la conservación, atienden también los problemas sociales y la búsqueda de soluciones colectivas, incluso cuando faltan a veces los recursos para tratar particularidades diversas. Sus retos son muy grandes, porque intentamos mirar de otra forma a la ciudad, para que no sea simple y mera acción restauradora”.

Para el Dr. Eusebio Leal Spengler, mientras más conservador se es, más revolucionario. De ahí que exista consenso en torno a la enriquecedora experiencia de la Red de Oficinas del Historiador y del Conservador, como un mecanismo que, además de propiciar el intercambio entre especialistas afines, ha permitido desarrollar e introducir, en las agendas públicas y de gobierno, el discurso de la preservación.

“Son caminos de ida y vuelta, pero de manera institucionalizada, opinó Ayleen Robainas Barcia, arquitecta de la Oficina del Historiador de La Habana. Eso nos hace fuertes, ayuda a que las leyes se cumplan cada vez mejor y a que los decisores entiendan que el patrimonio no es solo gasto de dinero, sino fuente de recursos culturales y financieros.

“Miremos —dijo— cómo los turistas van a los Centros Históricos. Su rehabilitación puede pagarse sola. Ahora, que una empresa tal o más cual administre; siempre que fluya el financiamiento, está bien, se resuelve. Lo importante es comprender que el patrimonio cultural vale, y vale la pena restaurarlo. Y las ciudades, ellas mismas, pueden convertirse en motores de su propio desarrollo económico”.

CADA CIUDAD, ¿UN PLANETA?

Un modelo de gestión, encaminado al desarrollo integral de los Centros Históricos, con la participación de la familia y de cuantos viven y disfrutan los encantos de las ciudades patrimoniales cubanas, se promueve a lo largo del archipiélago y suma aliados en varios territorios. Pero, ¿responde a realidades disímiles o impone esquemas? ¿Asume las expectativas y demandas de la población?

De acuerdo con Iván Mora Domínguez, director de Investigaciones de la Oficina del Historiador de la Ciudad de Camagüey, aunque tales urbes comparten similares valores y características, cada una vive condiciones distintas (físicas, culturales o históricas), sometidas a presiones externas e internas, así como a las perspectivas de sus pobladores.

“No se puede pensar que una estructura única sirva para todos los lugares, cuando la ciudad es un espacio vivo y cambiante, afirmó. Los aparatos institucionales y nuestra conducta como servidores públicos tienen que adaptarse a las personas porque, en última instancia, las Oficinas del Historiador y del Conservador trabajan para las ciudades y quienes las habitan, no para algo abstracto como el patrimonio.

“Si nada de esto se ajusta, la gestión no es real porque obvia al ciudadano, comentó Mora Domínguez. Es por ello que, aun cuando las estructuras de las Oficinas asociadas en la Red tengan similitudes jurídicas y funcionales, en lo básico, su corazón tiene que parecerse a su ciudad”.

La atribución de autonomía a los gobiernos municipales abre otro abanico de oportunidades para la conservación y restauración del patrimonio, todavía por ver en el futuro. Mientras, se estudian potencialidades, el manejo de recursos e ingresos y la implicación de los sectores estratégicos (estatales y privados) en las acciones que se deben ejecutar.

DISCURSO DE LAS ALIANZAS

Garantizar la preservación del patrimonio en las ciudades cubanas supone un proceso de negociación entre los organismos que determinan los destinos del territorio. En el país, cada oficina ha forjado sus nexos de manera que las decisiones sean dialogadas.

“No nos apartamos de la Vivienda, pues la intención es mejorar la calidad de vida de todos los habitantes y lograr la permanencia de la población radicada en el Centro Histórico, con su arraigo y ese fuerte proceso identitario con la ciudad”, señaló Gisela Mayo Gómez, directora de Plan Maestro en la Oficina del Conservador de Santiago de Cuba.

“Las relaciones tienen que ser bien estrechas, especialmente con la Dirección Provincial de Planificación Física (DPPF) como órgano regulador, reconoció Roxana Labairu Batista, subdirectora técnica de la Oficina del Conservador de la Ciudad de Cienfuegos. No solo en lo referido a las cuestiones urbanísticas y arquitectónicas, sino desde el punto de vista de desarrollo y crecimiento”.

Muchas veces tales vínculos se mueven en el plano de la subordinación, sin que rijan los verdaderos decisores sobre el patrimonio. En Santiago de Cuba han conseguido ser autores principales del Plan de Ordenamiento Territorial y Urbano con sus propios presupuestos metodológicos, aunque no es esta la generalidad.

Si bien el engranaje para la salvaguarda del patrimonio material e inmaterial lo componen otras entidades —como el Centro Provincial de Patrimonio Cultural—, sus funciones son mutiladas constantemente. Al decir de Nidia Cabrera Huerta, directora de la Oficina Técnica de Monumentos de Pinar del Río, “todas las intervenciones en monumentos nacionales y locales deben aprobarse, primero, por la Comisión Provincial de Monumentos y luego por la instancia nacional. Entonces, no es tan fácil pensar que la licencia de obra solo se confiere con el cuño de las Oficinas y Planificación Física, porque otra ley dice que tiene que ir también a la Oficina Nacional de Monumentos”.

Los aportes de las empresas radicadas en los Centros Históricos y la colaboración extranjera, tienen un peso fundamental. “Nos hemos beneficiado de esas fuentes de financiamiento para desarrollar todo tipo de acciones que favorecen a la población, con la particularidad de gastar a veces más recursos, en aras de poder restituir los valores y la belleza de un inmueble antiguo”, apuntó Robainas Barcia.

En el escenario del trabajo por cuenta propia, varias urbes han abogado por el arrendamiento de locales inactivos, los cuales vuelven a funcionar con fines utilitarios tras la inversión del actor privado. Así ocurre en la Ciudad Héroe, donde se aprobó un reglamento que ordena el funcionamiento de negocios particulares, en armonía con el patrimonio.

Sin embargo, para Cienfuegos “ha sido una actividad difícil, sostuvo Labairu Batista. Al no disponer de un presupuesto destinado para la restauración y conservación de la zona declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad, tenemos que llegar a la comunidad de otra forma. No es fácil decirle a la población que no puede cambiar su puerta, sin garantías de que para el año próximo nosotros podamos incidir. Por eso luchamos para que las nuevas oficinas se creen por decreto”.

La Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (Aecid), la Asociación Cuba Cooperación Francia y la Agencia Suiza para el Desarrollo y la Cooperación (Cosude) aportan notables fondos materiales y financieros, al punto de constituir el alma de la colaboración en red. “Ahora mismo en Baracoa se donó un taller-laboratorio para la restauración de papel, en Camagüey ejecutamos un museo tecnológico en la antigua estación del ferrocarril y, en Trinidad, el Centro de Interpretación del Valle de los Ingenios”, puntualizó Sánchez Pantoja.

“Lo importante es que el núcleo nos pertenezca, agregó Mora Domínguez. Ser nosotros quienes decidamos los términos. En qué gestionar, a qué dedicar los servicios y la infraestructura que nos brindan. De lo contrario, no sería una cooperación, sino una imposición”.

346: LA LOTERÍA DEL PATRIMONIO

El decreto 346 se anuncia cual regalía para el patrimonio en Cuba. Su esperada publicación en la Gaceta Oficial de la República —tras ser aprobado por el Consejo de Ministros— no solo aportará la creación de otras cuatro Oficinas del Historiador y del Conservador (Baracoa, Sancti Spíritus, Remedios y Matanzas), dotará de nuevas y homólogas competencias a estas instituciones.

“Tiene cosas buenas: homogenizará las funciones de todas las Oficinas, aseguró Arsenio Manuel Sánchez Pantoja, coordinador de la Red. Por ello, la necesidad de analizar y valorar las experiencias acumuladas en diez años de labor. Son esos estilos de trabajo los que pretendemos generalizar”.

Para la arquitecta Ayleen Robainas Barcia, “lo importante es que conecte con las vocaciones y dimensiones de las ciudades patrimoniales cubanas. Ya hoy, la Nueva Agenda Urbana, firmada por nuestro país en el Congreso Hábitat III, traza líneas estratégicas en las que los Centros Históricos devenimos pioneros en su implementación: la creación de capacidades locales, el desarrollo económico, el mejoramiento de infraestructuras, el aprovechamiento del uso del suelo, las alianzas institucionales”.

De la asimilación y evaluación real — no ficticia— de los instrumentos, métodos y acciones cultivados en el marco de la Red de Oficinas del Historiador y Conservador, dependerá, entonces, el éxito de ese fenómeno verdaderamente espléndido que Eusebio Leal descubre en la voluntad de conservarles a los pueblos su memoria, sus ciudades. Es cuestión de salvar lo que somos.

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Roberto Alfonso Lara

Licenciado en Periodismo. Máster en Ciencias de la Comunicación.

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