Gerardo A. Castellanos Lleonart (1843-1923): el Cónsul Mambí

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La historiografía nacional y regional, al referirse al proceso separatista de la Isla contra el régimen colonial español entre 1868 y 1898, acumula entre sus páginas innumerables muestras de reconocimiento al accionar desarrollado por varias figuras históricas. En tal sentido, resulta válido destacar que del centro del país son muy pocas las personalidades que gozan del privilegio de haber sido partícipes de este proceso en su totalidad, ya sea directa o indirectamente. Dentro de este predilecto grupo, es imposible dejar de señalar a Gerardo A. Castellanos Lleonart. Nacido el 20 de mayo de 1843, en La Esperanza, el tercer hijo del matrimonio conformado por Gabriel Castellanos y Esperanza Genoveva Lleonart, creció en el seno de una familia económicamente acomodada y respetada en la esfera social, pues su abuelo materno, el médico José Francisco Lleonart, había sido uno de los fundadores del poblado y su benefactor. Muchos conocedores de la historia local aseveran que el nombre inicial de esta localidad, Puerta de Golpe, fue sustituido por sus vecinos tras la muerte del galeno por el actual, en honor a su hija, como reconocimiento a su quehacer benéfico en pos del desarrollo y el progreso del lugar.

La trayectoria revolucionaria de este patricio comenzó con la Guerra de los Diez Años. A finales de 1868 integró la Junta Revolucionaria de Santa Clara, institución encargada de secundar el alzamiento en La Demajagua, en la zona central del país; participó en el alzamiento del Cafetal González, el 6 de febrero de 1869; y estuvo en la proclamación de la República en Armas, en Guáimaro, el 10 de abril del propio año. En la Guerra Grande, pese a su movimiento a la emigración cubana de los Estados Unidos en 1874, intervino en más de un centenar de acciones combativas al lado de figuras emblemáticas como Carlos Roloff, Serafín Sánchez, Francisco Villamil, Ignacio Agramonte, Fernando Figueredo, los hermanos Sanguily y Salomé Hernández, por solo mencionar a algunos. Además, en medio de la beligerancia formó parte de la logia masónica Independencia, de la cual fuera su Venerable Maestro Carlos M. de Céspedes. Esta intachable hoja de servicios le hizo merecedor de un reconocido prestigio entre sus compañeros de lucha y del grado de comandante del Ejército Libertador.

Pero su accionar en la justa bélica no opacó en lo absoluto su quehacer en la emigración cubana. En Cayo Hueso llegó a convertirse en toda una figura pública debido a sus ideas separatistas y su posición económica, ya que era propietario de una de las manufacturas de tabaco más importantes del islote. Aquí fundó el Club Revolucionario Brigadier José González Guerra, presidió el Club San Carlos (institución rectora de la localidad en las áreas de la educación, la beneficencia, la cultura y el independentismo), fue el creador de la ya olvidada Convención Cubana y uno de los fundadores del PRC. Su periplo por Cuba para organizar las células del naciente partido, en aras de iniciar una nueva etapa de lucha contra el colonialismo español, le permitió granjearse para siempre el cariño de nuestro Apóstol José Martí y de la totalidad de los emigrados cubanos, que lo bautizaron para la eternidad como el Cónsul Mambí.

Durante la Guerra Necesaria cumpliría múltiples funciones, como fue la recaudación de fondos para el PRC, la fundación de nuevos clubes revolucionarios y la realización de veladas patrióticas para exaltar los ánimos de estas comunidades; sin pasar por alto las contantes solicitudes para ingresar en una expedición armada que lo llevara nuevamente a los campos de batalla. Pero sin lugar a dudas, lo más sobresaliente durante estos años de la conflagración fue el establecimiento de los Cazadores de Martí; institución erigida para la preparación de los jóvenes revolucionarios en arte de la guerra y que partirían en expediciones hacia Cuba. Entre el centenar de hombres que se prepararon en dicha sui generis unidad militar podemos referirnos a los comandantes Armando André y Miguel Coyula. Tras la culminación de la Guerra Necesaria, Castellanos Lleonart engrosó una larga lista de emigrados que regresaron a la Isla pobres, desconsolados y olvidados. Su vida en la Cuba republicana de los primeros años del siglo XX no estuvo distanciada del sentimiento de materializar los ideales martianos y la defensa de los veteranos, en medio de un ambiente matizado por la corrupción política y el entreguismo de los gobiernos de turno. Murió en la villa de Guanabacoa, el 16 de abril de 1923, sin más creencia que el de haber cumplido con el sagrado deber de ofrendarlo todo por la libertad de Cuba.

Sobre los momentos finales de su vida, su hijo, Gerardo Castellanos García, expresaría: “Huyó de él la placentera vida. Incapaz de ninguna actividad social e intelectual. No le importa vestirse ni afeitarse. Escasamente sabe lo que ocurre a su alrededor. En ocasiones desconoce a sus propios hijos. Se imagina que vive en un inmenso hospital. Ya no puede leer y se ha olvidado de escribir. Sólo auxiliado puede levantarse y caminar. Sus ojos velados por una turbia nube miran constantemente al suelo; su boca entreabierta es signo de agotamiento; su frente, sus mejillas secas y pálidas; su cabeza de escasos cabellos inclinada hacia el pecho; sus manos peludas, sus dedos rígidos, —todo su cuerpo—, en fin, dicen claramente que es sólo una sombra (…)”.[1]

Hoy, a 130 años de la visita del primer comisionado del PRC a la Isla, la sociedad cubana está abocada a rescatar del tiempo y del olvido a todas aquellas figuras e instituciones que son la base de nuestra idiosincrasia. La vida de Gerardo A. Castellanos Lleonart es una de las tantas que contribuyeron, a trueque de sacrificios reales, a la creación de nuestra nacionalidad. Sus virtudes cívicas y privadas son de todo elogio e imitación. Su nombre no deberá permanecer olvidado por unos e ignorado por los demás, porque la historia de nuestro país se siente alentada por el ejemplo de quienes, como el Cónsul Mambí, fueron a toda hora conscientes de sus deberes y heraldos de los ideales patrios.


Información de la fotografía anexa:

Gerardo A. Castellanos Lleonart y su hijo, el historiador Gerardo Castellanos García, en Guanabacoa, en 1922. Tomada en: Castellanos García, Gerardo. Soldado y conspirador. Editorial Hermes Compostela. La Habana, Cuba 1930. p. 115.

*Master en Ciencias. Universidad de Cienfuegos.

[1] Castellanos García, Gerardo. Soldado y conspirador. Editorial Hermes Compostela. La Habana, Cuba 1930. pp. 122-123.  

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Dariel Alba Bermúdez

Profesor e investigador de la Universidad de Cienfuegos ¨Carlos Rafael Rodríguez¨. Miembro de la Unión de Historiadores de Cuba (UNHIC)

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