Ganancia

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El ser humano rige su existencia en derredor de los estímulos emotivo-sentimentales, los morales vistos en un orden general y los materiales. Quien vive de un negocio, por lógica natural tendrá cual resorte esencial de su actividad la obtención de ganancias, puesto que de lo contrario se convertirá en una no exitosa inversión de tiempo (valor preciado de nuestra especie) que generará en pérdidas, lo cual llevará al fracaso del empeño propuesto.

Una definición bien entendible de ganancia la asociaría a la utilidad o el beneficio agenciado por el actor de un proceso económico, comercial o productivo. Se calcula al equiparar los ingresos totales obtenidos por las ventas, con los costos totales de producción. Este indicador de crecimiento económico o generación de valor señalará a quien asume el negocio si debe continuarlo o no.

El ABC capitalista plantea que si una persona, grupo o empresa produce o adquiere una tonelada de mermelada a 2 mil pesos y la vende más tarde a 3 mil ya esa habrá de considerarse como una muy buena ganancia. En Cuba, no; aquí el sujeto o entidad encargados del trámite querrán venderla en 7 mil pesos. Así, suele confundirse ganancia con expoliación y esquilme.

Determinadas personas que en nuestro país ejercen el cuentapropismo de forma legal -y mucho peor todavía quienes lo hacen de forma ilegal-, sustentan su concepto personal de ganancia en reflexiones surrealistas que los conducen a querer quintuplicar las ganancias. Eso no siempre se expresa de tal manera ni en las prácticas más ruines del capitalismo salvaje; no por bondad de los gestores en aquel caso, sino porque el propio mercado y otros actores concomitantes, por diversas razones, suelen impedirlo.

Es increíble cómo, por un lado, reproducimos los procederes más deleznables de ese capitalismo salvaje (ganancia desleal, precios oportunistas, explotación al máximo de un escenario deficitario, dejar echar a perder el producto antes de bajarle el gravamen), mientras que, por el otro, olvidamos la cartilla del pequeño empresario, cuya primera línea lo orienta a mejorar de forma progresiva la calidad del servicio, o cuando menos a mantenerla.

La divisa de más con menos se ceba en ciertas mentalidades que ya no piensan en el emprendimiento de un negocio individual exitoso sustentable a escala perdurable, sino en una proyección depredadora capaz de lograr la mayor acumulación de riquezas en el menor tiempo posible. Son presas de la crematomanía, la enfermedad del dinero, tendencia disparada desde la misma noche que el Noticiero Nacional de Televisión hizo pública la notificación del aumento del salario en la esfera presupuestada. Por fortuna, no son todos los casos de una actividad que forma parte necesaria del modelo económico y contribuye, de distintas formas, al desarrollo de la sociedad. Por fortuna, existen también muchos casos de personas naturales cuyos negocios mantienen la calidad del producto o servicio, la buena atención al cliente y los mismos precios.

Cuba da los pasos correctos, en todo sentido, para impedir las condiciones que propicien las referidas actitudes erróneas u otras. El antídoto fundamental contra el veneno de tales posiciones desvirtuadas consiste en el incremento de la oferta, en todos los planos. Al haber más, la distensión florece.

Hay confianza en nuestra población por las palabras del Presidente cubano, Miguel Díaz-Canel en tal sentido; así como las emitidas por Alejandro Gil, ministro de Economía, en las mesas redondas especiales de la semana anterior:

“Nosotros obviamente vamos a trabajar por aumentar la oferta. Se puede ganar más por vender más, pero no por vender más caro. Hay que tener conciencia en ese sentido” (…) “Toda la estrategia va en la dirección de respaldar los nuevos salarios con mayores opciones para nuestro pueblo, y con ello evitar un aumento de precios que sería negativo para toda la sociedad” (…) “Se están creando todas las regulaciones para impedir un incremento de precios mayoristas y minoristas”.

Dentro del vasto grupo de medidas que la nación emprende, también sería oportuno revisar el sistema de precios de las tiendas recaudadoras de divisas, como hemos reiterado varias oportunidades en esta columna, en tanto en determinadas esferas llegan incluso a superar a los del sector no estatal, también en abierta contradicción con el concepto universal de ganancia. Ello, sin olvidarnos ni por un minuto del escenario complejo que vive la Isla, marcado por la persecución financiera, la contracción de los créditos, el cierre de mercados más próximos y la exacerbación del bloqueo genocida de EE.UU.

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Julio Martínez Molina

Licenciado en Periodismo por la Universidad de La Habana. Periodista del diario 5 de Septiembre y crítico audiovisual. Miembro de la UPEC, la UNEAC, la FIPRESCI y la Asociación Cubana de la Crítica Cinematográfica

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