Galindo Lena: entre el olvido y la trascendencia

Compartir en

Tiempo de lectura aprox: 2 minutos, 9 segundos

De acuerdo con el escritor y poeta camagüeyano Jesús David Curbelo, el tema lírico que más distinguió a su colega Carlos Galindo Lena (Caibarién, 1927-2003) fue el diálogo con la figura de Dios, desde diversas perspectivas, y que lo diferencia de manera especial en el panorama de la poesía cubana posterior a 1959.

Muchos lectores podrán reafirmar lo anterior si curiosean en la atractiva obra poética de este villaclareño, quien fuera miembro de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac) desde su fundación en 1961, así como una de las mentes creativas de las Ediciones Belic, junto a los conocidos Pedro y Francisco de Oráa o Adigio Benítez, por solo mencionar algunos.

No obstante a su producción y cargos notables fue un poeta desconocido durante mucho tiempo, inclusive en su provincia natal, hasta después de la década del 80 cuando captó la atención de varias editoriales y le fuera otorgado el Premio “José María Heredia” en 1984.

Las posibles razones para este olvido parecen estar ligadas a ese “diálogo” constante del que habla Curbelo, y que la crítica literaria de su tiempo encasilló  bajo los términos de un “refugio existencial”, desaveniente con las formas de poetizar de sus contemporáneos.

Si bien Galindo acudió –como afirma en su ensayo Ser en el tiempo de la poesía la investigadora Carmen Sotolongo Valiño–, con rigores a los símbolos bíblicos para la creación de sus versos, es un error pensar de remate en una poesía religiosa.

No: los lectores de hoy tenemos que evitar ese desliz, y enfocar una mirada que lo aproxima mucho más a las interioridades del hombre, la devoción por el arte y los mitos que han rodeado siempre al ser humano en períodos de crisis.

Tanto en Ser en el tiempo (1962) como en Hablo de tierra conocida (1964); dos libros que contienen los pilares de sus mejores trabajos, así lo demuestran: “Alguien debe decir que el hombre está perdiendo/ el rumbo/ sobre la Tierra./ Y que debe volver su mirada sobre los íntimos/ secretos de su alma,/ hacia los eternos y florecidos laberintos/ de la crucifixión (…)

Así enarbola su discurso en “El optimismo solo tiene un nombre”, colocando símbolos evangélicos, no solo como un gusto evidentemente autoral, sino porque –pensemos– también cree que ellos resultan una vía eficaz para lograr una comunicación más colectiva, universal.

De tal modo, con la presencia recurrente en su obra de “salmos”, “copas”, “alas”, “ángeles”, “profecías”, “panes”, “almas”, “tablas sagradas”, “palomas”, etcétera, Galindo descuella hoy como un poeta ineludible, si queremos sumergirnos en las complejidades del ser humano, filtradas siempre por dimensiones que parecen caleidoscopios, por un fuerte y extraordinario sujeto lírico.

Unos piensan: es especulación,/ sólo el grito en el vacío./ Pero yo me juego la vida en cada frase,/ en cada gesto del hombre que no entiende,/ que se niega a vivir de acuerdo/ con su alma. (…)”

Como se observa también en el poema Retorno, los temas aludidos con anterioridad se van entretejiendo gradualmente y de forma pujante: la conciencia humana, los enigmas, la vida, la muerte, lo eterno y hasta el mismo linaje cósmico de Dios metido ahí –colmándolo todo–, refuerza en última instancia el elevado poder comunicativo de la poesía de Galindo Lena.

Subjetividad ambiciosa, rica, transformadora, evocativa, intuitiva, sutil y penetrante que implica necesariamente la reflexión, pero absurdamente desdeñada por los estudiosos del pasado y muchos en el presente.

A 17 años de la muerte del caibarienense, resuenan como tambores hoy más que nunca los versos de su Juicio final donde expresó: “(…) pero en el mar hay una zona donde los muertos resplandecen/ y la Patética se conjuga con nuestro humanismo salvaje;/ este humanismo que se torna agresor y soberbio/ porque el mal ha crecido demasiado en el mundo.” Es así como el clamor del bardo se enciende; visionario, en lúcida trascendencia, confiado en la  perpetuidad de sus símbolos.

Visitas: 249

Delvis Toledo De la Cruz

Licenciado en Letras por la Facultad de Humanidades de la Universidad Central "Marta Abreu" de Las Villas en 2016.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *