Fidel, mi eterno Comandante

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A poco de conocerse la noticia del fallecimiento del líder invicto de la Revolución cubana, quise recoger las impresiones de Elidio Alcides Fontaine Martínez, sabiendo de la conmoción en cada rincón del modesto apartamento del reparto Pastorita, en la ciudad de Cienfuegos.

El periodista sabía que entonces muchos recuerdos revoloteaban en la mente del sencillo montañés, el mismo que apenas a unos meses del desembarco del yate Granma se había unido al núcleo primigenio de lo que más tarde sería el Ejército Rebelde.

¿Cuándo conoce a Fidel Castro y en qué circunstancias lo hace?

“Lo conocí en la Sierra Maestra, en julio de 1957. Yo era entonces un guajirito analfabeto. Me alcé en el monte con una escopeta de cartuchos, que me la quitaron en cuanto llegué al grupo guerrillero por orden de Fidel. A la verdad que primero no lo entendí bien, después comprendí mejor el porqué.

“Me incorporé en un punto conocido por El Roble, en la zona de Santo Domingo. Pasados uno días me dieron otra arma similar, pero calibre 16 de repetición, y me designaron al frente de una escuadra de escopeteros, cuya misión fundamental era organizar emboscadas”.

¿Qué impresión le causó entonces?

“Le digo que Fidel era muy impresionante en su porte, modales, carácter y autoridad. Eso sí, muy sencillo en el trato con la gente.

“Al igual que yo, otros también lo tildaban de adivino. El se adelantaba a los acontecimientos y predecía el futuro con extraordinaria certeza.

“Solo por mencionar algunos ejemplos. Entre nosotros había un combatiente de la Sierra muy bravo, Angelito Verdecia. Un día Fidel lo manda a buscar, y mientras lo llevaba, casi bajo el brazo lo fue recriminando por su forma tan temeraria de actuar y le dijo, ‘te van a matar’, así que deja esas locuras. Usted puede creer que dos días después le cayó atrás al ejército, y en un lugar conocido por Camello los guardias lo mataron.

“Desde un lugar tan remoto como la Sierra, Fidel fue capaz de predecir mucho antes de los acontecimientos el desenlace de hechos tan significativos para nuestra historia como la huelga del 9 de abril y la sublevación organizada para el 5 de setiembre de 1957, en la que los cienfuegueros tuvieron un papel tan destacado”.

¿Cuáles eran las condiciones que más sobresalían en él como jefe?

“Tenía muchas cualidades maravillosas. Por lo que siempre más me marcó era su tremendo sentido de la solidaridad y compañerismo. Fui testigo en varias ocasiones de cómo siempre rechazó cualquier tipo de privilegios a la hora de comer en casa de cualquier campesino, al intentar entregarle un plato de comer diferente al de la tropa. En una ocasión habían matado una gallina para repartirla entre todos, pero éramos muchos para repartir esa única ave; cuando Fidel advirtió que Polo, uno de los combatientes, no tenía carne en el bocado, pinchó la posta suya y la puso en el plato al compañero. Muy humano y justo.

“Cierta vez, me mandaron con el capitán Rafael Castro y un grupo a atacar la posta de Veguita; sin embargo, cuando apenas faltan unos minutos para que se rindieran los guardias, Rafael me comentó que iba a ordenar la retirada y me le encaré con la pistola y tuvo que cambiar de opinión. Tomamos el cuartel y recogimos todas las armas. Yo sabía las posibles consecuencias de mi actitud. De regreso a la Comandancia de La Plata le pedía a Celia llevarme ante Fidel. Cuando le conté lo sucedido, me dijo sin vacilación : ‘Hiciste muy bien’. Al final de todo, el capitán fue sancionado”.

¿Qué posición ocupaba el Comandante en Jefe en el combate?

“Era el primero al frente de la columna. Recuerdo que cierta vez se reunieron Raúl, Almeida, Camilo, el Che y otros jefes, para pedirle a Fidel que no expusiera más su vida; pues como principal líder, era fundamental para dirigir la guerrillera y la guerra. A decir verdad, él estuvo de acuerdo, pero ¿cree qué siguió al pie de la letra aquel consejo?. Qué va, ya en la próxima acción estaba como siempre en la primera línea.

“Recuerdo yo estaba junto a Fidel, cuando tomamos por segunda vez el central Estrada Palma. El grupo nuestro había entrado por El Congrí y desde que llegamos Fidel ahí, parado, parado y pa’llá pa’ arriba del cuartel si yo no se ni como no lo mataron. Muy arrojado en el combate, siempre dando el ejemplo”.

¿Cuáles fueron las principales enseñanzas que recibió de Fidel?

“A ser muy humano, porque predicaba con su ejemplo. Cuidaba mucho de su gente. Oye, le digo, si no había comida para todos, no comía tampoco. Sin duda estaba dando con ello tremenda lección a sus compañeros. Desde el primer momento fue determinante en el respeto de las propiedades de los campesinos. Cuidadito con que alguien se atreviera a tomar cualquier vianda o animal de los montañeses.

“Sostenía que nuestra lucha y presencia en las lomas era precisamente para ayudar al campesinado. Más de una buena acción tuvo para ellos. Cuando no pudimos tener acceso a la sal porque el ejército cortó cualquier tipo de ese suministro,  tuvimos que procurarnos nuestra propia salina y Fidel ordenó compartir el producto también entre las familias montunas”.

Fidel siempre tuvo claro el puesto ganado por la mujer en la lucha de liberación, ¿qué hizo para hacer comprender esa postura?

“A decir verdad, las primeras mujeres que llegaron al campamento fueron para cocinar y coser las ropas de los guerrilleros, fundamentalmente. Pero un buen día a Fidel se le ocurrió organizar el pelotón de Las Marianas. Es verdad que al principio no comprendimos mucho. Para ser sincero, yo entre ellos, y varios no estuvimos de acuerdo con él. Yo digo que más que dudar de la capacidad de las compañeras, fue por un sentimiento protector. De ninguna forma queríamos que nos mataran una de aquellas valerosas mujeres. Fidel, no obstante, siempre sostuvo que ellas eran tan capaces como nosotros en el combate, y así fue. Tuve el privilegio de participar con Las Marianas en el bautizo de fuego, en el Cerro Pelado”.

Como integrante de la Columna uno, José Martí, usted acompañó a Fidel en todo el trayecto de la Caravana de la Libertad, ¿cómo tomó la decisión de la vuelta ahora a Santiago?

“El más digno homenaje al Jefe de la Revolución. Todo el pueblo de Cuba tendrá la oportunidad de rendir póstumo tributo. Estoy seguro que serán las mismas muestras de cariño y respeto que nos recibieron en aquel enero de 1959 por cuanto pueblo y ciudad pasamos entonces.

“Cuando alguien me dice: tú tienes que estar orgulloso de haber estado al lado de Fidel. Yo le respondo, ese fue un privilegio. Orgulloso estoy de ese pueblo que nos aclamó en el triunfo y lo homenajeará  por estos días, porque fue el mismo pueblo que me dio a Fidel, a Carlos Manuel de Céspedes, a Maceo y otros próceres”.

¿Cómo recibió la noticia de la desaparición física del Comandante?

“Le voy a decir la verdad, lloré como un niño. Precisamente me enteré cuando me estaba preparando para recibir la medalla 60 Aniversario de las FAR, y en eso momento recordé tantas cosas a su lado por tantos años”.

¿De qué forma quisiera recordarlo?

“Como el gran jefe que fue, mi eterno Comandante. Yo digo que este pueblo siempre tuvo el mejor padre del mundo, Fidel. Para nosotros siempre será el mismo entrañable Máximo Líder, el padre de todos los pobres y los infelices de la Tierra.

“En nuestra memoria quedarán las enseñanzas y aquella filosofía suya de que el Socialismo no da lo que le sobra, si no, comparte lo que tiene. En fin, a ese hombre extraordinario lo seguiré viendo vivo, guiándonos con sus extraordinarias lecciones de humanismo para que los cubanos sigamos construyendo el  mismo sueño que lo inspiró  y por el que entregó toda una vida. En ese lugar de mi corazón permanecerá mientras respire”.

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Armando Sáez Chávez

Periodista de la Editora 5 de Septiembre, Cienfuegos, Licenciado en Español y Literatura y Máster en Ciencias de la Educación

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