Fidel me enseñó a pensar
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Escuché hablar de Fidel en casa de unos amigos del barrio, en esa etapa de la vida en que la niñez va quedando atrás y comenzamos a identificar los acontecimientos con mayor claridad.
Con mucho sigilo oíamos Radio Rebelde, con el oído bien pegado al radio, para enterarnos de los últimos combates de la tropa insurrecta alzada en las montañas, la apertura de los diferentes frentes, las falsedades del régimen de Batista para ocultar sus derrotas ante los barbudos y los escarnios cometidos contra el campesinado por esa dictadura.
Luego vendría la victoria popular. El arribo de la Caravana de la Victoria, con Fidel al frente, a la capital del país, luego de su entrada triunfal a Santiago de Cuba, y a otros pueblos y capitales de provincia.
Cumplí 15 años el día posterior al triunfo de la Revolución. Para entonces ya guardaba en la memoria los asesinatos cometidos por la tiranía contra los estudiantes, las fotos de quienes la combatían en los periódicos, tirados en las calles, ensangrentados, con una pistola o cualquier otra arma de fuego a su lado para simular que habían caído durante los enfrentamientos con la policía u otros jenízaros.
Ante mis ojos los acontecimientos se producían a una velocidad extraordinaria: Fidel hablándole al pueblo, los juicios a los asesinos, la creación de las Milicias Nacionales Revolucionarias, de las que formé parte sin demora, Playa Girón, Crisis de Octubre, el enfrentamiento a la contrarrevolución, a los sabotajes y mercenarios al servicio del imperio…, y Fidel siempre al frente, dignificándonos, posibilitando que el pueblo fuera pueblo y el campesino dueño de la tierra.
Fidel, el que caló en el alma popular, el que desafió y venció al imperio más poderoso de este planeta, al que nunca vencieron sus enemigos, al que el pueblo le entregó su corazón, por su valentía y honradez, el que quiso para otros pueblos, al igual que para el suyo, un mundo mejor, se despidió por estos días de nosotros.
Para él, nuestro padre y amigo, al paso de sus cenizas, le ofrendamos nuestras lágrimas, la sinceridad de lo más puro de nuestros sentimientos, el de los hombres y mujeres dolidos al sentir que no lo tendremos ya físicamente, de los niños, adolescentes y jóvenes que reiteran sin cesar ¡¡YO SOY FIDEL!!, para que al escucharlo él donde se encuentre, lo haga convencido de que su esfuerzo no fue en vano y nadie nunca a Cuba, la podrá vencer.
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“Fidel: un nuevo planeta”
Fue una noche
donde la quietud y el silencio
conspiraron
para apoderarse de todos los cubanos.
La noticia no se hizo esperar.
Raúl estremeció a toda Cuba
y a otros amigos en el mundo:
Había fallecido Fidel,
el soñador de la esperanza,
y del futuro.
El llanto cubrió el rostro
de los quevivieron
y tocaron sus sueñoscon sus
manos y sus cuerpos.
Los más pequeños se despertaron
ante tan precipitado ir y venir
frente al televisor.
Camas vacías, puertas abiertas,
madrugada convertida en día.
– ¿Qué pasó, papá?
– ¿Por qué lloras, mamá?
Por fin, un apresuradoamanecer,
acompañadode una continua llovizna de lágrimas,
creciendo hasta desbordar los agradecidosríos,
queahora, fertilizarían con creces
a la agradecida tierra cubana.
El Caguairán de todos los cubanos,ha fallecido.
Mejor aún: se transformópara siempre
en un árbolmás frondoso.
Mujeres, hombres y ancianos
curtidos en la lucha y en la sabia
que les impregnó el gladiador de ideas,
erguidos en las trincheras de combate,
desfilarían ante su robusta y optimista imagen,
con el compromiso de seguir adelante.
Todos acompañaron a Fidel
en el largo viaje que emprendía por Cuba.
Era un tránsito inusual.
Se le veía ir seguro, por los caminos
que le trazaron los próceres que
le antecedieron.
Desde La Habana, llegó al centro sur de Cuba,
donde se encendieron Cienfuegos
para saludarlo.
Luego, en un necesario y brillante acto
descansaría en la épica Santa Clara.
Allí, ante la fulgurante cripta del Che,
elguerrillero y jefe del Destacamento
de Refuerzo,
el Fidel de siempre reverenció una vez
más a quien lo llamó “Profeta de la Aurora”.
El continuo y dignificante viaje
lo llevó por fin a su Santiago
indómito,
para en la tierra de los Maceo
reencontrarse con su maestro.
Desde ese sagrado y aguerrido lugar,
Fidel viajaría entonces, acompañado
por millones, hacia el infinito
espaciode los astros.
Con miradas asombradas,
los seres, habitantes aún desconocidos,
en alejadas constelaciones,
se preguntaban quién eraaquella
alumbrada figura
que, quebró velocidades sorprendentes,
para llegar hasta allí.
Alguien quiso ser más precisoy preguntó:
– ¿Quién eres?
El nuevo planeta fue a contestar,
peroquienes lo acompañaban:
voces cubanas y de todas partes,
del Sur de los humildes, no lo dejaron solo,
escuchándose un estremecedor e
inamovible grito:
¡Yo soy Fidel!
Sí, era Fidel.
El nuevo planeta quien con luz propia
llegaba, para desde las infinitas alturas
seguir iluminándonos a todos.
Cienfuegos, 4 de diciembre de 2016.