Fe, ciencia y azúcar en un mismo colegio de Cienfuegos

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Durante la primera década republicana, Cienfuegos volvió a ser escenario de un hecho inédito en la Isla. Un nuevo colegio, fundado en la ciudad por la Orden de los Predicadores Dominicos, comenzaba a impartir un curso de Química azucarera, que en diciembre de 1909 se transformaría en la primera escuela destinada a formar técnicos en esta estratégica área de la industria del dulce en Cuba[1]. Pero ¿Qué sabemos de sus protagonistas? ¿Cómo se materializó esta idea? ¿Cuán importante fue este plantel para la economía y cultura regionales? En las líneas que siguen, les relatamos lo que sabemos de sus años fundacionales y de su existencia posterior.

Prácticamente con el nuevo siglo, llegaron a Cienfuegos un grupo de sacerdotes dominicos de origen francés (Provincia de Lyon). Habían sido desplazados de su patria por la imposición de políticas anticlericales. Muchos de ellos vinieron desde Estados Unidos, donde se enrolaron como capellanes del ejército estadounidense. Este fue el caso de Regis Gerest, hombre culto e ilustrado, orador, políglota y escritor; graduado en 1892 como Doctor en Teología y al año siguiente como Predicador General. A su llegada a la Isla, Gerest y sus compañeros, apreciando la escasez de clérigos, decidieron en 1899 crear una misión en la región cienfueguera -encabezada por el primero- que comenzó a desplegar una intensa labor apostólica y educativa.

Bajo la dirección del Padre Regis la misión dominica se asentó en una modesta residencia de la ciudad y pronto fundó un colegio de Primera y Segunda Enseñanza. El plantel fue nombrado “Fray Bartolomé de las Casas” en homenaje al Corajudo e ilustre sacerdote dominico, que se erigió desde la propia comarca de Jagua, en el primer gran defensor de los aborígenes contra los desmanes de sus compatriotas.

Como parte de las novedosas concepciones de Regis y sus hermanos, orientadas a una enseñanza científica y práctica, en esos primeros años se abrirían también las especialidades de Comercio, Agrimensura y más tarde, en 1906, el referido curso de Química Azucarera. Los dominicos, por otra parte, no eran unos advenedizos en el arte de producir azúcar. La Orden atesoraba una tradición de varios siglos en el cultivo de la caña y la producción del dulce. Desde finales el siglo XVII, las misiones dominicas gestionaron por sí mismas varias unidades productivas en la región caribeña.

Retrato y tarja en homenaje al Padre francés Regis Gerest, fundador de la misión dominica en Cienfuegos, creador y primer director de la Escuela de Química Azucarera.

La ingente labor educativa de la Orden Dominica en la Perla del Sur se distinguía por la magnitud y variedad de las tareas realizadas y los múltiples espacios en los que las realizaban (Cienfuegos, Rodas, Cartagena, Aguada de Pasajeros). Así que la llegada a partir de 1903 de sus compatriotas, los Hermanos Maristas, les supuso un alivio importante, toda vez que estos asumirían el peso fundamental de la enseñanza general, lo que permitiría a los dominicos concentrarse en los cursos de la enseñanza técnica ya mencionados.

La otra dificultad afrontada por la misión era la necesidad de un espacio propio y mucho más amplio para el desarrollo de sus actividades. Con tales propósitos, en mayo de 1906   tuvo lugar una reunión en la residencia de Monseñor Aurelio Torres, a la sazón, obispo de la diócesis cienfueguera. Asistieron prominentes figuras de la vida económica y política de la ciudad. La situación estaba clara: si no se construía o adquiría un nuevo local para los abnegados dominicos, deberían abandonar la región y con ellos, desde luego, lo harían todas sus buenas obras, incluido el Colegio “Fray Bartolomé de las Casas”. El prominente médico Luis Pernas de Salomó, representante de la junta de Educación, exponiendo la necesidad de que los Dominicos no se ausentaran de Cienfuegos por falta de hospitalidad, hizo un bonito discurso encomiando el sistema educativo por ellos implantado:

(..) el único -dijo- que se ajusta a la Pedagogía moderna y que puede emplearse con éxito en una sociedad de tan varias condiciones como la nuestra, en la cual no dan resultado los procedimientos de la Pedagogía doctrinaria[2].

El obispo, luego de suscribir las encendidas palabras de Pernas, alabó el deseo de los presentes para colaborar con el progreso intelectual y moral de la población. Seguidamente, discutieron los detalles de la propuesta sometida a discusión y acordaron constituir una sociedad anónima por acciones con tres mil títulos de $5.30 pesos oro, por un valor total de 15.900 pesos; cantidad calculada para erigir un edificio que sirviera de sede a la Orden y también a su principal institución educativa: el Colegio. Una comisión encabezada por el propio obispo y compuesta -entre otros- por el alcalde citadino y el propio Padre Regis, supervisaría el progreso de la inversión proyectada.

En el mes de abril de 1907 el diario cienfueguero La Correspondencia informaba que el Padre Regis había regresado de Francia, decidido a emprender en el menor plazo posible la construcción del colegio. Poseía además el Superior dominico el plano correspondiente que, según afirmaba, estaba trazado a semejanza de una institución educativa que la Orden poseía en Francia. Según sus cálculos, el nuevo edificio estaría listo para recibir a sus alumnos en el mes de octubre, con el inicio del nuevo curso escolar[3].En agosto del propio año los folletos prospectos de los cursos ofertados por el Colegio circulaban más allá incluso de las fronteras regionales.

En diciembre de 1908, en la intersección de las calles Santa Elena y Tacón, ya se levantaban, majestuosas, las edificaciones de estilo neogótico, construidas para la Orden de los Dominicos: la iglesia, donde radicaría la parroquia del Patrocinio de la Santísima Virgen del Rosario y el convento de la Orden. Este espacio devendría luego en la sede donde radicaría el Colegio, con sus cursos técnicos y comerciales, además de la Escuela de Química Azucarera. Para entonces, la matrícula del colegio ascendía a 160 alumnos y el acceso, como debe suponerse, no se encontraba al alcance de todos. Con independencia del costo de los estudios, los dominicos se preciaban de poseer estrictas condiciones para la admisión, además de un reglamento riguroso que promovía la disciplina y dedicación al estudio[4].

Por alguna razón que —hasta la fecha— desconocemos, la inauguración oficial del edificio no se produjo hasta diciembre de 1909. La Cátedra de Química azucarera en cuestión estaba dotada de los aparatos más avanzados de su época. Como ya se refirió, fue la primera institución docente para formar profesionales en esa rama científica. La calidad de sus resultados permitióle acumular gran prestigio y fue facultada por el gobierno de entonces para expedir títulos de técnicos azucareros. En épocas anteriores, para disponer de una persona calificada en tal sentido, había que traerla del extranjero o enviarla a capacitarse teórica y prácticamente a New Orleans, Louisiana, donde radicaba el corazón de la industria azucarera en el país norteño[5].

Publicidad en la prensa de la década de 1950 que anuncia un nuevo curso en la Escuela de Química Azucarera.

Ya desde abril de 1909, los Padres Dominicos habían presentado a la Secretaría de Instrucción pública el plan con el que se proponían ampliar la enseñanza de la química agrícola aplicada a la producción azucarera. Adicionalmente, solicitaron al Secretario que los alumnos del colegio realizaran sus exámenes en el plantel cienfueguero y no tuvieran que asistir a Santa Clara, donde radicaba el Instituto Provincial al que el colegio debía subordinarse. Como ya sabemos, el colegio impartía otros cursos técnicos, de manera que las materias eran diversas y se estudiaban, entre otras: Agrimensura y dibujo, Matemáticas, Física, Química, Comercio y Nociones Bancarias, Ciencias naturales y Agricultura[6].

En 1917 los dominicos franceses se retiraron de Cienfuegos y fueron sustituidos por los dominicos españoles (provincia de Bética) que continuaron la obra iniciada por el Padre Regis[7]. Hacia la década de 1950 los cursos de la Escuela de Química azucarera eran reconocidos por la Universidad Central Martha Abreu y se mantenían bajo la dirección de la Orden. En 1961, las instalaciones y la propia escuela de Química Azucarera fueron nacionalizadas por el gobierno revolucionario.

Sin lugar a dudas, la Orden de los Padres Dominicos y su colegio “Fray Bartolomé de las Casas” se inscribieron por derecho propio, como precursores de la enseñanza técnica en la región -y aun en la Isla-. Sus cursos significaron una contribución nada desdeñable en el propósito de dotar al país de mano de obra calificada autóctona en varios sectores de la economía, incluido el ámbito químico-azucarero. El colegio sito en Santa Elena y Tacón, con la sabiduría y conducción dominica, mantuvo vivo el legado de figuras como José Luis Casaseca, Álvaro Reynoso o Carlos Theyes Lhoste, entre muchos otros que también hicieron virtuosa la combinación de fe, ciencia y azúcar en la construcción de la nación cubana.

 Tarja conmemorativa en el antiguo colegio que recuerda la fundación de la primera Escuela Químico-azucarera en Cuba.

[1] Rousseau, Pablo L. y Pablo Díaz de Villega. (1920). Memoria descriptiva, histórica y geográfica de Cienfuegos (1819-1919). Establecimiento Tipográfico El Siglo p.318.

[2] “En Cienfuegos”. (1906, mayo 7). Diario de la Marina p.2

[3] La Correspondencia (abril 8, 1907) p.3

[4] “De Cienfuegos”. (1908, diciembre 30). Diario de la Marina p.3

[5]  Larios Ramos, Antonio (Coord.) Los dominicos de Andalucía en la España Contemporánea (Vol II). Editorial San Esteban. Salamanca, 2004.p.838

[6] “La escuela de los dominicos”. (1909, abril 16). Diario de la Marina p.4

[7] Barrado Barquilla, José y Mario A. Rodríguez León (Eds) Los dominicos en Hispanoamérica y Filipinas a       raíz de la Guerra de 1898. Editorial San Esteban. Salamanca, 2001, p.29

*Profesor e investigador de la Universidad de Cienfuegos “Carlos Rafael Rodríguez”. Miembro de la Unión de Historiadores de Cuba (UNHIC) y de la Sociedad Cubana de Historia de la Ciencia y la Tecnología.

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Vero Edilio Rodríguez Orrego

Profesor e investigador de la Universidad de Cienfuegos ¨Carlos Rafael Rodríguez¨. Miembro de la Unión de Historiadores de Cuba (UNHIC) y de la Sociedad Cubana de Historia de la Ciencia y la Tecnología.

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