Eterno mito del milagro

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La saga de concebir a Cibeles como la diosa de la Madre Tierra pondera el poder femenino sobre el Universo; significa reconocer la primacía en la fragua de la vida, que con su savia esculpe.
Una mujer es la suma de lo trivial y cotidiano con la historia de lo callado, de entusiasmo pese a heridas, amores frente a desamores.

Temple de acero demanda imponer rango tras anales de discriminación, y el instinto maternal ha impulsado realzar su estirpe.

El decurso histórico así lo demuestra, pues ha marcado saltos de empoderamiento. El siglo XVIII, por ejemplo, representó el auge de las ideas revolucionarias de igualdad, pero no constituyó un avance significativo para las mujeres y reafirmó cada vez más su papel de subordinada al hombre.

Allá por el llamado Viejo Mundo, la Revolución Francesa, incluso, no garantizaba la participación democrática de féminas en los comicios, y algunas que osaron reclamar sus derechos políticos, fueron sentenciadas a muerte y ejecutadas.

La visión hispano-americana femenina, todavía a finales del siglo XIX, era la de la compañera sumisa y entregada, dedicada al hogar, pero a finales de la centuria, la mujer de este continente salió a la calle y se desempeñó en trabajos que estaban reservados a los hombres y qué decir de su papel en defensa de la descendencia.

En Cuba, la obra de la independencia estuvo arropada desde su génesis por las madres cubanas. Conmueve imaginar a las bayamesas que entregaron sus hogares a las llamas, antes que al poder colonial español, y huyeron con sus  hijos tras el sueño de la patria libre.

Para comprender el prestigio, reconocimiento y lugar alcanzado por las mujeres cubanas en la Cuba de hoy es imprescindible admitir que es fruto de la participación destacada que han tenido a lo largo del proceso las madres; son parte de la tradición de lucha de los cubanos.

Aunque fueron muchas las que acudieron al combate anticolonial, algunas de las independentistas cubanas alcanzaron por su capacidad de sacrificio, valentía y patriotismo el lugar más alto y se convirtieron en ejemplos a imitar por las futuras generaciones.

Durante otra etapa, las luchas pre-revolucionarias y su momento cimero, el asalto al Moncada, fue clave el papel de las madres, hasta las que perdieron a sus hijos, en los sucesos de Santiago de Cuba, desplegaron una bandera cubana y rompieron a cantar el Himno Nacional cuando ocurrió la salida del Presidio Modelo.

Si faltaran alegaciones, vuelvo a la fisiología femenina, devenida perfecta metáfora en la frase martiana del “taller natural donde se forja la vida” y es que el devenir sociocultural no ha podido eludir su mito del milagro.

Como expone la escritora chilena Marcela Serrano, al referir el alumbramiento:
“Una mujer es inevitablemente la historia de su vientre, de las semillas que en él fecundaron, o no lo hicieron, o dejaron de hacerlo, y del momento aquel, el único, en que se  es diosa”.

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Dagmara Barbieri López

Periodista. Máster en Ciencias de la Comunicación.

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