Este año nunca existió

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Sí, soy de los que anhelan que este año jamás hubiese existido. Pero 2020 es una verdad más dura que cualquier roca. No podremos saltarnos sus páginas sin remordimientos mientras cada una de ellas lleve escrito algo de nosotros: dolor, incertidumbre, sacrificio, tensión, estrés, carencias…

La pandemia de la COVID-19 nunca se cruzó entre las metas cuando comenzamos a dibujar los sueños para otra etapa de nuestras vidas. Rara vez planificamos lo malo; aspiramos a lo mejor y a lo bueno. ¿Por qué tendríamos entonces que lanzarnos a predecir adversidades? ¿Bajo qué razonamientos cabría, en el esbozo de tantos “imposibles”, la posibilidad del drama?

A la vuelta de 365 días quizás aprendimos que, ciertamente, es preciso guardarle espacio a las desventuras. La ruta hacia nuestros ideales puede mutar, de la noche a la mañana, en innumerables caminos o interrumpirse en el vacío que no avistamos en el mapa. Díganme, ustedes, si en el tránsito de estas fechas previeron esconder sus rostros. Si pensaron siquiera en deponer las armas de la belleza y la sonrisa ante el uso obligatorio de mascarillas sanitarias…

Ni en el más remoto y descabellado de los proyectos se daría por nulo lo que siempre creímos parte indisoluble de la existencia humana. Nadie en sus cabales trazaría como objetivo renunciar a las expresiones de afecto, así fuere en el peor de los escenarios. Pero el nuevo coronavirus terminó convirtiéndolo en otro empeño. En este 2020 debimos ceder para vivir. Privarnos de los besos y abrazos replanteó los significados de amar. Debimos acostumbrarnos a ese despojo para demostrar a nuestros seres queridos cuánto les amábamos de veras.

Fue duro; suele serlo cuando no lo esperamos. La experiencia de confinarnos en casa, la mayor parte del tiempo, sumó otro propósito a la lista por el bienestar de todos. Hubo que cuidar de la armonía de la familia, buscar momentos para el trabajo desde el hogar, acortar la larga sensación de las horas. Para muchos resultó posible; otros, especialmente mujeres y ancianos, padecieron los desenfrenos de la violencia doméstica; y otros, de regreso a la vida que pausaron, todavía rivalizan contra el trauma del encierro.

Este año la muerte se volvió también más común. A través de los medios de prensa y las redes sociales, las cifras de fallecidos por COVID-19 fueron multiplicándose, y ahora, en los segundos en que escribo esta oración, cientos abandonan el mundo. Mueren en forma de dígitos; es lo más triste. Por eso, tal vez, nos golpeó adentro, y muy fuerte, el deceso de tantos ídolos de la cultura cubana y universal. No solo por la magnitud de sus obras, sino, y sobre todo, por lo cercanos que eran.

Sí, soy de los que anhelan que este año jamás hubiese existido. Pero 2020 es una verdad más dura que cualquier roca. El salto a 2021 llevará su marca. Por más que quisiéramos decir que nunca existió, existió y existimos en él, sobrevivimos a sus desmanes; y, cumplido el plazo temporal, nos desquitamos: cerramos su puerta y abrimos otra…

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Roberto Alfonso Lara

Licenciado en Periodismo. Máster en Ciencias de la Comunicación.

Un Comentario en “Este año nunca existió

  • el 3 enero, 2021 a las 10:52 am
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    Abrir puertas SIEMPRE mi querido Robe, feliz año nuevo

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