Escuela de padres: ser o tener

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Nadie en el barrio quiere perderse la fiesta de cumpleaños de Alexander. Sus padres tienen buenos trabajos y una situación económica solvente, y cada año arman el más importante evento social para los niños de la cuadra y su familia. Por tanto, lo mejor es guardar la ropita más lujosa para la ocasión, las batas de punta para las hembras y trajecitos a la medida para los varones, que a todas luces desentonan con nuestro clima tropical, ¡pero lucen!

Allí, con seguridad estarán los payasos para garantizar la diversión; no faltará tampoco la famosa pareja de ratones de Walt Disney (Mickey y Minnie Mouse), pero a tamaño real, para darle más “caché”. Luego vendrá la piñata y la rifa: ningún pequeño debe marcharse sin regalo de tan importante actividad.

Pero el goce verdadero para los niños viene después, cuando termina el guion y ellos salen a correr por el local rentado para la ocasión. Entonces se desbaratan los peinados y se desarregla la ropa, se muestran los premios del día unos a otros o se les ocurre jugar a las escondidas.

Alexander no va con el resto, a él no le permiten ensuciarse. Aunque en verdad, no está acostumbrado a compartir con sus “amiguitos del barrio”, no lo ha hecho antes, su madre le ha advertido sobre el cuidado de sus juguetes y  los otros niños seguramente romperán lo que ella ha comprado con tanto esfuerzo. Por eso el homenajeado se siente solo, con la única compañía de los camiones de control remoto y el trompo de colores.

“Nos vamos permeando de modelos que no son autóctonos, y con el tiempo los asumimos como positivos. Si usted tiene valores, principios, buenas relaciones sociales y familiares, usted es tan rico como los demás. Existe también cierta competencia, pues si hay un cumpleaños lujoso, todo el mundo quiere imitar lo que se percibe como bueno. ¿Fue feliz el niño? ¿Y cuándo termina la fiesta, qué?”, así lo considera la psicóloga Isabel Urquiza.

Ella aconseja:

– Valores tan sólidos como la honestidad o la solidaridad siempre están de moda y debemos inculcarlos con el ejemplo, con nuestro comportamiento.

– Necesitamos de los demás, por eso el niño debe integrarse a grupos, jugar en casa o en un espacio público, pero rodeado de otros, donde pueda compartir cuanto se tiene con el resto.

– Darle valor a compartir, enseñarles a estar satisfechos con ellos por haber hecho un bien y sin importar la retribución; hacerlo simplemente porque resulta una necesidad psicológica el ayudar a otra persona. Eso se aprende desde las primeras etapas de la vida.

– No llenar a nuestros hijos de juguetes, los cuales son necesarios, pero no los más caros ni los más sofisticados.

– Un elogio, un abrazo, cualquier manifestación amorosa, premia muchísimo más y es más intenso el sentimiento, que si regalamos un objeto material.

– La espiritualidad, unida a condiciones normales de existencia, es mucho mejor que tener y tener.

Con el rostro hecho colorines, los niños participaron en la inauguración del Salón de la Artesanía Mi Payaso, en Cienfuegos. / Foto: Juan Carlos Dorado
Foto: Juan Carlos Dorado

 

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Rosa M. Díaz Hernández

Lic. Periodismo Graduada de la Universidad Central Marta Abreu de Las Villas 2012

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