Escuela de padres: El suicidio en la adolescencia

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Una escalera de fracasos, así definiría Patricia su vida en los últimos meses: sola, derrotada y sin amigos, en un momento crucial donde se define el futuro. Esa realidad la hace sentirse en el medio del mar, rodeada solamente de agua y con una fuerte sensación de ahogo; ante cada traspiés, se imagina arrastrada hacia la profundidad, mientras ella intenta, a duras penas, mantenerse a flote.

“Quizás lo mejor sea dejarse arrastrar, no luchar más por una meta inalcanzable, descansar allí en el fondo del océano”, piensa la adolescente de 17 años, y la idea se vuelve recurrente. Tiene sentido, desde su punto de vista, porque desaprobó dos de las pruebas de ingreso al nivel superior, aunque de todas formas no puede aspirar a mucho con las bajas notas de su escalafón. Su mundo se derrumba, no alcanza a ver nada más allá y tampoco sabe cómo dar en casa la noticia del suspenso.

“De todas maneras, a nadie le importo”, cree. Su mamá le ha gritado tanto, que seguro ya no le quedan insultos, que si “¡No sé qué voy a hacer contigo!” o “¿Cuántas veces tengo que decirte lo mismo?”, o la más seguida “¡Deja que se lo diga a tu papá!”. Con el padre la historia se torna diferente, apenas le habla o la mira, pero echa a volar la imaginación para los disímiles castigos que le propina. En el aula, más de lo mismo, ¿quién va a querer andar con una burra como ella?

El océano pinta como el único desenlace posible.

Según la psicóloga Isabel Urquiza, “el suicidio en la adolescencia puede ser el resultado de una etapa previa de reflexión o simplemente la respuesta impulsiva a una situación muy frustrante, conflictiva o intensa. Puede estar determinado, además de por el fracaso escolar, por un desengaño amoroso, familias disfuncionales, no sentirse amado, reconocido, estimado, el bullying, verse como una carga para la familia, entre otras”. Por el carácter definitivo de tan lamentable comportamiento, resulta imprescindible prevenirlo, para lo cual aconseja:

  • Observar el comportamiento de los hijos, cualquier síntoma o itinerario poco común, si quiere permanecer aislado, si cambia sus hábitos de alimentación, aseo o estudio.
  • Valorar sus fracasos y acompañarlos. El adolescente debe saber que su familia siempre lo apoya, aun cuando tenga un comportamiento incorrecto, que tampoco implica no hacerle una crítica constructiva.
  • Si nuestros hijos sufren de bullying (maltrato escolar), es urgente acudir a las instituciones de Salud.
  • En esta etapa todavía necesita la guía y conducción de los adultos.
  • Cuidar mucho la comunicación y la imagen que trasmitimos a nuestros hijos de ellos mismos. Potenciar sus valores y no enfatizar en sus insuficiencias.
  • Tenemos que proveerles de felicidad, a partir de saberse estimados, queridos, parte de una familia, importantes.
  • Educar con optimismo, con alegría.
  • Ante la amenaza de un comportamiento suicida, no ponga a funcionar sus mitos (“el que lo dice no lo hace”), acuda inmediatamente a las instituciones de Salud.

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Rosa M. Díaz Hernández

Lic. Periodismo Graduada de la Universidad Central Marta Abreu de Las Villas 2012

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