Escuela de padres: el primer paso fuera de casa

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Culminó ya la algarabía de los primeros meses, luego de semanas con la casa llena de familiares y amigos que venían a conocer al pequeño. Porque un bebé inspira toda una sarta de emociones: curiosidad, ternura, temor, cariño, y todos alrededor desean ser partícipes de la aventura.

Lisandra, la madre, no puede presumir de su paciencia, definitivamente no posee esa cualidad a pesar de su juventud, o quizás, debido a ella. Luego de ocho meses, ahora que reina la calma en la vivienda, que el niño ha crecido, y ya no depende de la lactancia materna, quiere su vida de vuelta, la normalidad; sin embargo para ella no hay realidad posible sin su hijo.

Salir de esas “cuatro paredes” y tener un itinerario fuera de ellas ha pasado de la condición de deseo a la de necesidad y no solo desde el punto de vista social, también desde el económico: le han ofrecido trabajo como cocinera en un restaurante no estatal de la ciudad y con un salario considerable. Esa oportunidad no la esperará por mucho tiempo.

Tiene una razón de peso para dudar: el niño. Devendrá solución a sus inseguridades, a su soledad, o limitaciones monetarias, pero ¿será seguro dejarlo al cuidado de otra persona? ¿Acaso ella misma se siente preparada para ello? Por mucho dinero que perciba, nunca se equipara a todo cuanto pierde por estar alejada durante su primer año de vida.

Finalmente se decide, busca una cuidadora cerca del barrio con un horario bastante flexible. Los días de descanso los dedicará por completo al bebé y con el dinero podrá cubrir con mayor solvencia las necesidades materiales. La suerte está echada.

“Nace el niño y tiene un cerebro muy dispuesto para recibir todo tipo de aprendizaje, no hay ninguna otra etapa como esta con respecto a las adquisiciones. La actividad fundamental resulta la comunicación emocional con la figura materna o quien lo tenga a su cuidado la mayor parte del tiempo. El desarrollo personológico, todo cuanto resta en lo adelante depende, en gran medida, de la relación emocional con esa figura que lo va a proveer de atención, de afecto, de amor”, nos aclara la psicóloga Isabel Urquiza, quien aconseja:

– Disfrutar el rol parental, que no se aprende en la escuela, ni en un curso de postgrado. Ser padres significa tener a cargo, formar y guiar a otra persona, pero sobre todas las cosas, disponerse a amar a ese ser.

– Depende de usted otorgarle a sus hijos independencia, autonomía y estrategias personales para ir ajustándose al medio, por tanto es una gran responsabilidad de los padres el conversar mucho con ellos y estimularlos sensorialmente.

– Tendemos a protegerlos de los virus, de las caídas, sin embargo, un peligro muy serio puede ser la poca afectividad.

– Si usted ha decidido dejar al niño al cuidado de otra persona, debe cerciorarse de que las atenciones al bebé se harán con afecto, cariño y una abundante estimulación sensorial.

– La cercanía piel con piel es lo mejor que se le puede ofrecer a los hijos en el primer año de vida.

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Rosa M. Díaz Hernández

Lic. Periodismo Graduada de la Universidad Central Marta Abreu de Las Villas 2012

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