Escuela de padres: ¿dónde está mi papá?

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Desde hace cuatro días Davicito no ve a su papá, ni lo lleva al Círculo Infantil, como cada mañana y tampoco juega con él en las tardes de parque. David solo tiene 4 años y su mamá no ha sabido explicarle “lo del accidente” que los demás hablan en secreto. Ella ha escondido su rostro y ha cambiado el tema cada vez que el pequeño le pregunta: “¿Dónde está mi papá?”.

Mariana ya no es chiquita, tiene 12 años. En los últimos dos meses sus abuelos se mudaron a vivir con ella para cuidarla, mientras los padres, ambos doctores, cumplen una misión internacionalista en otro país. Mariana no es chiquita, no, pero todavía no logra unas trenzas perfectas frente al espejo, solo mamá puede hacerlo. Se posponen, por tres años, las complicidades, las risas con papá, la compañía y los paseos familiares, las explicaciones y hasta los cuestionamientos.

El papá de Gabriel se fue del país. Luego de muchos años buscando una vía para emigrar, finalmente logró su objetivo. Él le prometió los mejores juguetes, la ropa más bonita y los hoteles más caros para sus visitas anuales. Él le prometió regresar a buscarlo, pero no sabe cuándo. Gabriel, en verdad, solo quiere a su padre.

Por norma general, y en dependencia de la etapa de la vida, los más pequeños carecen de recursos sicológicos para explicarse las pérdidas, ya sean temporales o permanentes.

¿Qué hacer? La psicóloga Isabel Urquijo, aconseja:

– Si la pérdida es temporal, el niño debe establecer comunicación asidua con esa persona ausente por todas las vías posibles. Hoy la tecnología ayuda mucho.

– Otra persona, lo más cercana posible al menor, debe convertirse en la figura sustituta de quien emigró, para que se continúe con la rutina de vida y traiga determinada estabilidad a la vida hogareña. Este consejo se aplica también en las pérdidas permanentes.

– Muchas veces las personas asumen que el niño tiene algún problema porque está expresando su dolor, al contrario, es bueno expresarlo, darle curso a ese dolor. Si llora, si está triste, se trata de una consecuencia normal del hecho.

– Al niño deben contarle la verdad, no engañarlo ni subvalorar lo que él pueda comprender. Aunque los sicólogos siempre respetamos las explicaciones que surgen a partir de las creencias religiosas del seno familiar o alguno de sus integrantes.

– Nunca se debe culpabilizar al menor. Frases como “tu abuelo se murió porque tú te portas mal” o “si sigues llorando me voy a morir”, son elementos muy negativos empleados para la disciplina cuando no tenemos los mejores recursos.

– Tampoco crear nociones demasiado negativas de la muerte, pues se trata de un fenómeno natural de la propia vida.

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Rosa M. Díaz Hernández

Lic. Periodismo Graduada de la Universidad Central Marta Abreu de Las Villas 2012

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