Entre ciclones: Colina la “clavó” con el título

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Entre ciclones (2003) es una tragicomedia moderna en clave de guaguancó. Tiene de clásico, de sabores helénicos, el fatum inexorable de su personaje central; tiene de trágico el contexto huracanado de su existencia; tiene de comedia, de aquella “humana” descrita por Balzac y de comedieta al uso; tiene de guaguancó en sentido asociativo hablamos, su textura y olor, su aire de calle y corazón de barbacoa afrocubana. Tiene de Andar La Habana por donde no deseara andar usted, tiene coraje y voluntad. Cuenta lo último para un primerizo.

Como Nada, de Cremata, dispone el filme del debutante en el largometraje Enrique Colina con un personaje central bien diseñado y definido, algo no habitual en la filocoralina comedia cubana de los noventas del pasado siglo. A la ya eficaz concepción en los predios de la escritura se suma la correcta interpretación de Mijail Mulkay. Su distendida gama de registros le permite componer aquí sin vacilación la interpretación de un personaje que transita por diferentes etapas anímicas. Un perdedor perseguido por esta adversidad congénita que se le incrusta en la coraza con más ansia que un pez pega. Alguien sin embargo portador, pese a todas sus puestas a prueba, de estandartes éticos cuya elusión le hubiera permitido bogar más a salvo, y gusto, entre la dura marejada por la cual le tocó transitar.

El Tomás de Mulkay representa el resorte y la llave para abrir los diques de la película. De sí parte, con la destrucción de su cuartucho por el huracán, toda esta gran metáfora de la supervivencia que es Entre ciclones, ya tropológico su mismo título y quizá uno de los cinco mejores de la historia del cine cubano, puesto que entre eso vivimos: entre huracanes. Colina, bien agudo como siempre, la “clavó” con la denominación del filme. Ese par de meteoros que enuncian y despiden el filme constituyen, más que punto demarcatorio o espacio del arco vital repasado del personaje central, el símil de la amenaza externa, del nuevo escollo a sobreponerse, del evento casual que en cualquier momento puede torcer los rumbos totalmente. También el del ritmo frenético de vida impuesto por la cotidianeidad, del vivir al límite, de la tremolina fantástica donde ebullen unos seres con intereses, valores y objetivos distintos, pero aunados todos por el idéntico afán de echar el resto en la carrera por sí mismos.

Una mirada no por ríspida, acaso escéptica, menos descartable a escenarios vitales que operan como puntos de confluencia de la fauna vomitada por determinados ambientes marginales, con quienes, posiblemente sin escapatoria, pugnan por salirse del ruedo. Mirada que tampoco desaprovecha la oportunidad de analizar, sin mucho esquema, la contraposición de las plataformas de valores de diferentes generaciones cohabitantes en este y otros medios.

Aunque a Colina, de igual manera que le sucedía a Arturo Sotto en Amor vertical, se le va la mano al interesarse por demasiados puntos de la realidad social llevados a examen (que para eso están sus documentales) ahogándose entre tantas voces pujantes el timbre de la voz central. Tampoco logra o no quiere zafarse del prescindible chiste buscataquilla, ni quitarse de arriba el fardo del omnipresente personaje del lado de allá que impone el régimen coproductivo en este caso la fotógrafa española: anteriormente ya aparecido tras otros orígenes y profesiones en Kleines Tropicana, Lista de espera, Hacerse el sueco, ni acoplar o bien cerrar ciertas piezas de su puzzle (la a efectos de la historia pragmáticamente insertada relación entre Mario Balmaseda y su hija rockera, pero luego laxa en la inconstancia de su seguimiento).

Pese a todo, Entre ciclones no va rumbo al desastre, como algunos quisieron ver. Es una película que denota conocimiento del medio, desde el plano narrativo académicamente bien llevada, que no falla en su ritmo. Lo de académico dicho sin un sentido peyorativo. Pero alcanzar el listón de lo correcto no implica demasiado, y el ciclón de Colina no levantaría mucho polvo en la década. No obstante (y reitero) nuestro maestro del arte de la crítica levantó un título que no me canso de admirar ahora, luego que otro huracán nos arrasara: por enésima y nunca última vez.

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Julio Martínez Molina

Licenciado en Periodismo por la Universidad de La Habana. Periodista del diario 5 de Septiembre y crítico audiovisual. Miembro de la UPEC, la UNEAC, la FIPRESCI y la Asociación Cubana de la Crítica Cinematográfica

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