Enrique Rosas y el cine en Cienfuegos

Compartir en

Tiempo de lectura aprox: 2 minutos, 43 segundos

Es a partir de 1904 que el cinematógrafo comienza a afianzarse en la ciudad de Sévres y en 1905 es elocuente que hay un debilitamiento de los espectáculos teatrales debido a la intrusión del cine. Incluso, algunos espectáculos como los de la Presa (diciembre de 1905) insisten en el uso de cinema-Lumiére para condimentar sus presentaciones escénicas. Todavía en octubre de 1907 regresa con su compañía a Cienfuegos resguardada por el invento francés. Aún en las noches de baile el Terry exhibe un programa de cortos cinematográficos y el Salón Recreo, fundado un año antes, estrena un ambicioso programa que incluye filmes al modo de Un combate naval, “vista de emocionante asunto”, y todo por el precio de un real. El pequeño local no fue colmado por los públicos debido a la presencia en el coliseo mayor de un habilidoso actor y empresario mexicano: Dionisio Enrique Rosas Aragón (1877-1920).

Rosas, que tenía el propósito de levantar en La Habana un gran teatro, decide realizar una corta temporada en Cienfuegos, presentando cortos arrendados por Pathé, Gaumont, Edison, Urba, entre otros. Cuenta Eduardo Sainz, cronista del diario El Comercio, que este venía con una “respetable serie de aparatos proyectores”. En verdad el exhibidor había arribado a la capital en 1906 y realizado proyecciones el 25 de marzo en el antiguo Teatro Tacón, haciendo uso de un Biógrafo mejorado que llamaría Biógrafo Esteriopticón Rosas, una versión del cinematógrafo que combina inicialmente con un xenófobo y luego con orquestas en vivo. Luego de la tournée por Santa Clara, mostrando cortos de argumentos como Venganza de indios bárbaros, Un roba chicos imaginarios, El pequeño Pulgarcito, El Incendiario, Un carbonero en el baño, Una tragedia en el aire, la serie histórica La regencia de Luis XIV, entre muchas otras, visita Cienfuegos el sábado 9 de noviembre de 1907. Sus presentaciones en el Teatro Terry alternaron con una Compañía de Gustavo Bernard. El 28 de noviembre la prensa local refiere su participación, el desempeño de la bailarina y cupletista La Maravilla (que no impresionó a nadie) y de una pareja de actores del vernáculo. Eduardo Sans y Gutiérrez expresa en su sección A través de mis lentes (El Comercio, 28 de noviembre de 1907, p. 5)

Viene el cine de Rosas, manejado por el inteligente joven Luis Priego, digno émulo de Rosas, tanto por su amabilidad como por sus empeños, y trae consigo una colección de películas nuevas. Estas películas se acaban de recibir de la fábrica de Pathé, establecida en París.

Los sureños agradecieron los estrenos de Rosas y elogiaron a los proveedores Pathé, el artístico copiador de la vida, y Gaumont, el comisísimo. Curioso que en una crónica publicada al día siguiente se aluda a la calidad del aparato Pathé, propiedad del empresario poblano, y al desempeño de sus operadores. En el mismo diario, pero del día siguiente, Sans Gutiérrez asevera:

El aparato –marca Pathé, último modelo- proyectó las cintas con claridad y fijeza, no produciendo molestia alguna en la vista de los espectadores, como sucede con otros aparatos. También se debe esa precisión al manipulador que sabe perfectamente lo que es la cinematografía

Reciba mis aplausos el joven Luis Priego. Aplauso que hay que extender a su ayudante, el joven Díaz.

Probablemente esta nota aclare quién fue el verdadero formador de Enrique Díaz Quesada en calidad de proyeccionista y el punto de partida de una relación singular entre el padre del cine cubano y la Ciudad Roja (como se nombraba entonces a la capital perlasureña). No es fortuito que Díaz Quesada concibiera en lo venidero (1909-1920) poco más de diez cortometrajes en y sobre Cienfuegos.

El 30 de noviembre continuaron los éxitos del Cinematógrafo Rosas, particularmente con los estrenos de Viento en popa, Marido consecuente, África occidental, Concurso de Charangas, Fiesta del pobre, Esposo sospechoso, Agricultura en Australia, Posada del crimen y muchas otras importadas desde París. El cronista San Duarsedo relata en su habitual sección Al través de mis lentes (30 de noviembre de 1907):

-¡Qué bellas películas! exclamaba anoche en Terry una linda joven, que sentada en un palco admiraba los graciosísimos episodios de El Burro Recalcitrante y El Cake Walk obligado.

Y tenía razón la angelical fémina al expresarse de ese modo. Pocos cines vendrán a Cienfuegos que tengan tan extensa y variada elección de cintas kaleidoscopicas como este del ya popular Enrique Rosas, manejado por Priego, el discreto admirador de las mujeres que saben derrochar gracia y gentileza.

Particularmente, el estreno de La vida, pasión y muerte de Jesucristo, el célebre filme de Pathé, compuesto por 36 cuadros, fue todo un acontecimiento. El día 2 de di-ciembre de 1907 se produce la última función de Rosas en Cienfuegos, cuyos beneficios se entregaron a dos notables esgrimistas. ¿Fue esta su única conexión con la Perla del Sur? No; pero sobre su próxima visita les compartiré en otra ocasión.

Visitas: 3

Jorge Luis Urra Maqueira

Crítico de arte. Miembro de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC).

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *