Enny de la Caridad: labranza y sudor

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Son las 5:00 de la mañana, y como todos los días, Enny De la Caridad Cordero Rivero está en pie. Prepara el desayuno, cuela el café y se monta en su quitrín para iniciar la faena cotidiana, allí en El Reparador, un barrio distante unos 7 kilómetros de la localidad de Rodas, en Cienfuegos. Comienza por ordeñar las vacas y ya no para hasta que se pone el sol.

Pero no siempre fue así. Antes, se desempeñaba como veterinaria en la Granja Genética San Lino. En el año 1998 se acogió a la posibilidad de obtener tierras en usufructo y así comenzó a fomentar una finca desde la nada.

“Resultó una decisión difícil, al principio la familia no me apoyaba y sólo contaba con la ayuda de antiguos colegas de trabajo. Era para asustarse, la tierra estaba minada de marabú, y tenía una vaca y un ternero”. La constancia es la máxima de Enny, una mujer pequeña, delgada, curtida por el sol, pero que no conoce aquella frase negativa de: “no se puede”.

“Yo misma cogí el machete y luego la familia se fue sumando, y te aseguro resultó un combate a muerte contra la mala hierba. Hoy miro la tierra sembrada con mucha satisfacción, no hay nada comparable con verla parir. Estoy asociada a la Cooperativa de Créditos y Servicios Reinaldo Erice Borges, ubicada en la periferia urbana de la cabecera municipal.

“¿Qué siembro? Pues cultivos varios y forraje, king grass, caña…; porque esencialmente soy ganadera, tengo 35 cabezas de ganado, que se alimentan con lo producido en la finca de 13,42 hectáreas de extensión, leche que aporto al consumo social, al Combinado Lácteo. Ahora somos mi esposo y yo quienes nos ocupamos de las labores, pero también está Eduardito, mi hijo de 12 años, quien será el continuador, eso está asegurado. A él le gusta mucho el trabajo con la tierra y el cuidado de los animales. Estudia en la Secundaria y está en un círculo de interés de Agronomía. Pero primero tendrá que superarse, y mientras, se va entrenando en los ratos libres”.

Enny de la Caridad es una magnífica interlocutora, me cuenta con orgullo todo cuanto ha logrado con esfuerzo y sudor. También es graduada de técnico en Química Analítica, y comenzó a trabajar con 19 años. Acota con desenfado que ya tiene 53 y su hija mayor, de 32 años, también es agrónoma. Y entre las cosas para ufanarse, está lo de ser abuela. Sí, porque para ella la familia resulta una de sus mayores prioridades.

“Al inicio teníamos que hacer guardia, allá cuando comenzamos a aumentar la cría, pero ya nos hemos organizado para dar vueltas a los potreros. Tengo el apoyo de la ANAP, de la Cooperativa y mis conocimientos de Veterinaria, necesarios para el incremento del ganado. Yo misma asisto los partos y cuido de la masa vacuna, y hasta lo que aprendí de química me ayuda, no digo yo”.

Mi entrevistada no se limita al campo, no, ella tiene una vida social activa, como mujer de estos tiempos. Es miembro del Comité Nacional de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC), donde desarrolla una amplia labor entre campesinas y féminas rurales, por su incorporación al activismo; así como de otras organizaciones políticas y sociales, porque considera que puede hacer mucho por cambiar los roles de la mujer de estos tiempos.

“¿Que si es duro el trabajo?, pues claro, y mucho, sin embargo, te puedo asegurar, que ver la tierra llenarse de verde, las vacas parir; la leche en la cantina…, eso es una tremenda satisfacción personal, porque en el fondo sé, lo he ganado con el sudor de mi frente y con estas manos”.

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Magalys Chaviano Álvarez

Periodista. Licenciada en Comunicación Social.

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