Enigmas de un diario

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Durante la presentación en Cienfuegos del Diario Habana 1804, su editor y traductor Michael Zeuske aludió —entre otros rasgos— al enigma que representa este texto de Alejandro de Humboldt (AH), de desconocida existencia hasta el año 2006. Principalmente, porque muy pocas veces el investigador prusiano escribió materiales amplios mientras estaba de paso por las grandes urbes hispanoamericanas que visitó. Así pues, que haya dedicado alrededor de 28 páginas con tiras y papeles adjuntos —en francés, alemán y español— en su segundo viaje a La Habana, es como mínimo extraordinario.

Bajo el interés de documentar todas las regiones del planeta, los miles de folios que Humboldt le dedica a las Américas continúan siendo un proyecto descomunal que ha tenido un efecto favorecedor de nuestra región, la cual se universaliza en su narrativa y bosquejos, hallando un adecuado lugar en el cosmos.

A Cuba llega por vez primera en diciembre de 1800 y permanece acá hasta el mes de marzo del año siguiente. En 1803 regresa otra vez y permanece por casi doce meses, estancia en la que escribe el texto de marras (20 de marzo – 29 de abril de 1804); que deviene —como asevera Zeuske— en “islas textuales sobre ciertos temas”.

Y es que, los escritos humboldtianos “eran y son, en un sentido positivo, un caos creativo”.

Dentro de ese caos sobresale como tópico abundante lo referido al ámbito de la esclavitud, plano que ya había sido descrito durante sus andanzas por Venezuela. Por ejemplo, en el capítulo V del volumen I en Del Orinoco al Amazonas (Ediciones Huracán, 1971) describe y valora que, “es algo indignante el hecho de que todavía haya en las Antillas españolas colonos que marquen a sus esclavos con hierros candentes, para reconocerlos si les da por huir. Así se trata a los hombres que ahorran a otros hombres el trabajo de la siembra, las labores del campo y la recolección”.

Además, su cercanía en calidad de “apadrinado” por la alta aristocracia u oligarquía criolla, poseedora de enormes cantidades de esclavos, le permitía acceder a cifras y datos que ningún investigador —mucho menos extranjero— tenía a su alcance.

Aunque, según menciona el propio Humboldt en Del Orinoco… “(…) podíamos enfrentarnos con innúmeros incidentes desagradables durante nuestra permanencia en las colonias hispánicas, si no conseguíamos despertar una viva simpatía en los regentes de aquellos inmensos territorios”.

Por eso no es extraño saber que, una vez en Cuba, Juan Luis de la Cuesta, el negrero más notable de La Habana en aquella época, les pagase la estadía y las comidas tanto a Humboldt como a su amigo y compañero de viajes, Aimé Bonpland.

Multitud de valoraciones someras aparecen en Habana 1804 sobre la terrible realidad esclavista que no solo flagelaba a Cuba, sino al resto del Caribe, como el caso de la isla La Española. “Si es peligroso que ningún gobierno se ocupe en la actualidad de la libertad de los Negros, al menos pudieran ocuparse de mejorar su suerte, de hacerlos menos desdichados. Es un crimen no hacerlo. Deberían crearse leyes que prohíban vender a niños Negros, separarlos de sus padres antes de tener 14 años (…)”. Tales apreciaciones, una y otra vez se repiten, arrimando al naturalista a una perspectiva abolicionista y de rechazo a la iniquidad entre los derechos de los hombres. “Solo lo moral —asevera— puede ser bello. Se dice que no lo he visto, que no conozco a los Negros porque nunca he tenido esclavos. Es acaso necesario ver robar o asesinar para saber si está permitido hacerlo”.

Si bien AH destaca en cifras y cálculos la presencia esclava africana, el manuscrito —cuyo título original es Isle de Cube Antilles en général— también subraya diversidad de estampas referidas a la antigua ciudad de La Habana, sus fortificaciones, calles, el teatro Principal, además de descripciones rápidas de la naturaleza general en la Isla y sus vecinas; la vegetación, llanuras y elevaciones, haciendas e ingenios de la periferia habanera, o la asombrosa imagen que hace de la quema de un cañaveral en “una bella noche de verano”.

Pero el Diario… también nos deja una espiral de interrogantes; enigmas e incógnitas —como cataloga Zeuske—, que aún faltan por desvelar, con énfasis en el mapeo de aquellos lugares en los que el peregrino prusiano obtuvo todas las informaciones, las visitas y coloquios con la clase burguesa cubana. El texto es, en definitiva, un faro para seguir enriqueciendo la tradición humboltdtina en Cuba.

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Delvis Toledo De la Cruz

Licenciado en Letras por la Facultad de Humanidades de la Universidad Central "Marta Abreu" de Las Villas en 2016.

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