En los 200 de Fernandina de Jagua, otra mirada a su historia

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El proceso de fundación de La Fernandina, según narran varios historiadores de la época, estuvo plagado de contradicciones en el ámbito de los intereses personales; hecho que se acentuó cuando las prebendas de bienes recayeron mayoritariamente atendiendo al origen de los beneficiados.

Si se toma como ejemplo a cuatro de las personas más influyentes de aquel período a partir de abril de 1819, se puede apreciar un posible cisma que divide a dos locales nacidos en Cuba y establecidos en la zona antes de esa fecha: Agustín de Santa Cruz y Joaquín Hourruitiner, diferenciados del Fundador Louis D’ Clouet y Andrés Dorticós, quienes tienen origen francés.

Esta circunstancia ventajosa de contar con la ayuda de Santacruz, el mayor terrateniente de la Comarca y con la experiencia de Hourruitiner, el Comandante de la inexpugnable fortaleza de Jagua, criollos ambos, no parece que se ajustaba a los planes y ambiciones de los defensores legales del proyecto blanqueador del Fundador. Este ya tenía elegido a su escribano, devenido notario Dorticós, quien se hizo su compadre el 20 de septiembre de 1820, fecha en que bautizó al supuesto primer niño de la Colonia (Antes hubo aquí descendientes de criollos que nacieron y fallecieron sin contarse), hijo del Escribano.

La generosidad del matrimonio Santacruz, donante de toda la Península de Majagua, asentamiento de La Fernandina; presupuesto para figurar en ella como noble y oficial de la milicia real Don Agustín, junto a las muestras de fidelidad, diplomacia conciliadora y popularidad, derrochadas por el Comandante de la fortaleza; no eran suficientes evidencias de lealtad para Don Louis que llegó como juez y parte para disponer a su antojo todo el poder de la Corona, depositados en él por su amigo de aventuras, peligros y confidencias por el río Mississipi, el Gobernador de Cuba, José Cienfuegos.

Don José, Gobernador de la Isla, había desechado grandes ofertas de fundación anterior como las propiedades del acaudalado habanero José García Menocal, situadas en Juraguá. Es posible que observara en ese lugar su vulnerable cercanía a la costa abierta y sobre todo porque la “negativa” composición racial de su dotación laboral, echaba por tierra el propósito blanqueador de España.

En la primera intención abortada, el Fundador D’ Clouet había preferido la margen del río Salado, cuyo propietario era también de origen francés, Honorato de Bouyón, quien con su hijo Félix mereció siempre halagos, cargos y el nombre de una calle, por el desempeño topográfico de ambos.

En esa misma calle Bouyón (hoy 25), entre Santa Cruz (58) y Santa Elena (60) tuvo su solar o solares Andrés Dorticós, supuestamente en la casa donde vivió nuestro Presidente de Cuba, Osvaldo Dorticós Torrado. Allí todavía linda por la vivienda del fondo un pozo artesiano, privilegio permitido a algunos pocos de los colonos y el ilustre primer Notario fue uno de ellos. Toda la extensión de terreno dedicado al ferrocarril, desde Gloria (49) hasta el final del patio en 59, perteneció también a la familia Dorticós que además nombra una calle.

Se nota que llevar las riendas y los documentos legales en manos de franceses fueron excelentes prerrogativas que provocaron no pocos roces entre europeos, americanos y criollos hacendados. Estos últimos hijos y nietos de los primeros, en varias ocasiones perjudicados, iniciaron los partidos, clubes y periódicos autonomistas que aquí y en toda Cuba devinieron independentistas o anexionistas, calificados generalmente como infidentes.

D’Clouet, con su particular vocabulario, inicialmente llamó aquellos jóvenes “Letreros y monsieritos”. Fue siempre intolerante frente a sus iniciativas culturales. Basta leer unos cuantos nombres en el necesario Diccionario Biográfico Cienfueguero del Dr.  Bustamante para comprobar cuántos de nuestros antecesores se unieron a la causa anticolonialista, algunos venidos de otras localidades cubanas y extranjeras, causa que sumó también por el abolicionismo, a los valiosos hijos de África.

Se puede apreciar en el referido Diccionario entre otros ilustres, los nombres de Rosario Abreu, Nicolás Acea, José Acebo, José C. Andreu, Antonio Argüelles, Germán Barrio, Eduardo Benet, Rafael Cabrera y López Silverio, Arturo y José M. Cepero, Juan, Leopoldo y Pablo Díaz de Villegas, Enrique Edo, Francisco Esquembre, Higinio Ezquerra, Adolfo y Federico Fernández Cabada, Honorato y Rafael Fernández de Cueto, Anita Fernández, Joaquín Fortún, *José A. Frías, Diego García, Ricardo E. García, Dionisio Gil, José González Guerra, Juan N. Guerrero, José E. Hourruitiner, Antonio J. Hurtado del Valle (El hijo del Damují), Miguel A. Intriago, Federico Laredo, José A. Lewis, Juan José López del Campillo, Agapito Losa, Amelio de Luis y Vela, Luis de la Maza, José M. Morado, Rafael y Juan O’ Bourke, Rafael Pérez, Jacinto Portela, Anastasio y Manuel de J. Ramírez, Francisco Ramos, Henry Reeve, Alfredo Rego, Antonio M. Reguera, Joaquín Rodríguez del Rey, Sixto Roque, Bernardo Ruiz, Francisco Sánchez Mármol, Carlos Serice, Jesús Sol, Antonio Suárez del Villar, Rita Suárez del Villar (La Cubanita), Carlos Teodoro P. Trujillo, Enrique Villuendas.

Existen en este Diccionario de Bustamante decenas de revolucionarios que no nombramos en esta página, muchos de ellos fusilados en la Playa de Marsillán, al extremo Oeste de la calle Zaldo, honrados en el monumento de esa avenida y Prado; condenados solo por el hecho de ser infidentes junto a otros tantos revolucionarios que se destacaron en actividades intelectuales, artísticas y sociales como las mujeres asociadas al club de “La Cubanita”, u otros clubes como La Estrella Solitaria y Panchito Gómez o la tradicional Logia Fernandina de Jagua que, entre otras fue el gran temor, en sus albores, del Fundador quien culpó entonces a Santacruz de ser el posible Jefe de ellas y todas las conspiraciones en su contra.

Es lamentable que en el diccionario no aparezcan los datos de Federico Fernández Cavada y Howard, El General Candela, y que en los de su hermano Adolfo, Cavada está escrita con b y aparecen datos del primero (Versión digital).

Las contradicciones iniciales entre criollos y peninsulares en este territorio, desde la fundación de La Fernandina, se agudizaron con el desarrollo de la conciencia patriótica.

El fundador, enterrado en España y recuperado su cadáver por gestiones políticas en la República Mediatizada, tiene hoy su monumento en el Cementerio Tomás Acea,  gracias a la educación democrática y tolerante de este pueblo que reconoció aquella labor pertinaz en ese empeño.

La división inicial que generó tantos roces en La Fernandina no pudo frenar la afluencia de otros criollos que con su capital y trabajo enriquecieron la Comarca hasta convertirla en Cienfuegos con una pléyade de revolucionarios.

Una vez más las divisiones que frustraron la Guerra del 68 fueron superadas con el trabajo de nuestro José Martí y su Partido Revolucionario Cubano en el 95, hasta que el Gobierno Intervencionista consiguió incentivar las ambiciones de varios de nuestros Patriotas y echar por tierra aquella unión, fragmentándola en Constitucionalistas, Liberales, Republicanos, etc. Nada más parecido a lo que manifiesta hoy el gobierno de EEUU contra las políticas unionistas de América Latina, enarbolando otra vez la vieja divisa: “América para los Americanos”.

En su paso encuentra de nuevo títeres corruptos que no son veteranos de guerra, pero en Cuba y en varios países del mundo, los pueblos enseñan el costo del divisionismo para el injerencismo y el intervencionismo.

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* José A. Frías no se levantó en armas como la mayoría de los citados aquí, pero su labor clandestina dentro y fuera del país con el Partido Revolucionario Cubano y luego en su puesto de Alcalde, merecen reconocimiento y análisis hasta 1906.

** En el final de su biografía se nota que fue usado como un elemento injerencista de EEUU en varios países de América Latina y de la posición anexionista de Estrada Palma. Rafael Pérez fue quizás el cienfueguero que conoció a más jefes mambises y participó en más combates de la guerra. Henry Reeve aparece en el diccionario como Enrique y aunque era estadounidense, tuvo mucha heroicidad en varias provincias y los actuales municipios cienfuegueros hasta morir en el de Yaguaramas; su internacionalismo, como el de Dionisio Gil, merecen el respeto y admiración de todos los cubanos. Francisco Sánchez Mármol no se levantó en armas, sin embargo fue de los pocos que nunca traicionaron los principios de soberanía expresados en el Partido Revolucionario Cubano.


Profesor de la Universidad de Cienfuegos y miembro de la Asociación de Comunicadores

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