En el mar de los regresos

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A estribor de las manos le queda el universo de sus sueños; a babor, la esperanza de verlos cumplidos algún día. Mientras, el alba sale desnuda y le ilumina la frente. Aún respiran sal sus poros y Juan Bernardo Fuentes Devesa luce como un patriarca, Pupy, atractivo con sus 81 años —nació el 23 de febrero de 1935—, sereno y santo. Un pedazo de cielo le aterrizó en los ojos, empeñados en derramarse por sus íntimas nostalgias. Hijo de patrón de remolcadores; padre de un capitán de la Marina Mercante y práctico del puerto. Hermano, sobrino, primo, cuñado, amigo de pescadores.

Anduvo por esos mares de miles de olas. Los puertos de Cienfuegos, Nuevitas, Santiago de Cuba y La Habana conocieron sus audacias. “Hasta el Ferry piloté, desde Batabanó hasta la Isla de la Juventud”. Nunca dudó al identificar su rincón preferido: la bahía de Jagua. “Es como un refugio, un lugar a donde siempre quieres volver”.

No solo de navegación marítima sabe Pupy, sino de la fluvial. Los ríos Caonao y Damují vivieron en sus aguas las destrezas del joven patrón, quien transportaba azúcar desde Constancia (Abreus) y Manuelita (Rodas). “Trabajé en los remolcadores con mi papá, él era patrón del Grannie, solo tenía 10 u 11 años y ya él me llevaba en sus travesías. Desde los 18 y hasta los 21 hice guardia de timón en el remolcador y ayudaba al maquinista”.

Sin embargo, nada le satisfizo más que ser el patrón del barquito Juraguá. “Tenía como 6 años y lo veía llegar a mi natal Castillo de Jagua. Estando en el muelle le dije a mi papá: ‘Yo voy a ser el patrón de ese barco’”.

Hay un barco que llega donde boga tu pecho*

En busca de sus sueños, decidió superarse y alcanzó el título de maquinista; luego el de patrón de puerto, y después, de cabotaje. “Entonces me llamaron de la administración del Puerto: ‘Pupy, hace falta que vengas pa’l Juraguá’. Eso ocurrió como en el año 1956. Hubo quien comentó: ‘Mira, ese vapor es muy grande’. No le tenía miedo, y empecé. Fue un honor, con solo 21 años cumplía con mi ilusión de niño. ¡Ay, caray!”.

Enmudece por momentos. Tiene en la arruga olímpica de su entrecejo algo inspirador, como de encanto. Olvida nombres, fechas, pero no importa, él está ahí, sentado frente a mí, con un ligero temblor en sus manos.

“El Juraguá era mi delirio”. Se enjuga las lágrimas, las cuales le entorpecen la visión. Su voz ya no vuelve a ser la misma. El llanto entrecorta las palabras. Aguardo en silencio. “Lo veía cortar el agua, era lindo, grande, único, muy marinero, nunca daba planazos”.

"El Juraguá era mi delirio (...) Lo veía cortar el agua, era lindo, grande, único, muy marinero, nunca daba planazos”. /Foto: Archivo
“El Juraguá era mi delirio (…) Lo veía cortar el agua, era lindo, grande, único, muy marinero, nunca daba planazos”. /Foto: Archivo

 

Renacen las historias de la centenaria embarcación, nacida en 1893, en Filadelfia, y traída a la Perla del Sur por José Llovio. “Un día salí pa’l ‘Castillo’ dando el viaje de por la noche, porque El Pura se rompió. Al llegar había una señora dando a luz. Figúrate, eché pa’trá enseguida. Tenía una corneta tremenda y yo iba pita y pita en señal de auxilio. Atraco en el muelle del hotel Jagua y me encuentro con que estaba cerrado con una reja, le di dos patá y la abrí. Esperaban como tres máquinas de alquiler pa’ ver qué pasaba. Tenía un marinero, por cierto, se llamaba Domingo, él se quitó el abrigo y envolvió al muchacho, con la tripa y to’, ahí mismo la montaron en uno de esos carros y la llevaron pa’ Emergencias (antiguo Materno y donde hoy radica ETECSA)”.

Posee una risa linda, contagiosa y un halo de picardía asoma entre sus fauces despertadas. “En una oportunidad me sorprendió una tormenta, el cielo se puso negro, la oscuridad venía del sur, y las olas se hicieron fuertes, grandes; el barco me tiró pa’rriba de los paredones; empecé a echar pa’trá, pues casi encallo. Fue una situación extrema. Ese barco, carajo, respondía a las maniobras (…). ¡Eso sí, había que entenderlo!”.´

“Al jubilarse mi papá en el Grannie, me llamaron de los remolcadores, allá por los años 1969 o 70, hasta el 75. No quería…, pero bueno… tuve que hacerlo. Regresé después a mi barquito por un tiempo más. Y como tenía experiencia…, nada que vuelven a llevarme pa’ otro remolcador, el Leningrado, donde estuve hasta mi retiro, en 1995”.

Hay un mar que vuelve y vuelve, también, bajo tu pecho*

Él conoce las costas de Cuba de tanto cabalgarlas sobre sus olas durante días y días. Su pasión fue navegar y supo disfrutarlo. “¿Qué soy sin el mar? Nada, en el mar me lleno de vida”. Acude a él para escuchar los rumores, los ecos, los murmullos misteriosos.

“La primera vez que lo sacaron del agua lo llevaron pa’ Navarro. Enseguida vinieron a avisarme. Fui pa’llí y lo veo; imagina, en ese lugar había hundidos remolcadores y patanas. Iba a pasarle lo mismo. Con la ayuda de dos amigos lo remolqué hasta el Muelle Real. Allí recibí una reprimenda por parte del administrador, y le dije: ‘usted será el jefe del Puerto, y yo soy el secretario del Sindicato. ¡A ese barco lo salvo, c…..!’”.

“Lo que hicieron (con el Juraguá) fue un crimen. Lo botaron detrás del ‘Costa Sur’ y allí se hundió de popa". /Foto: Archivo
“Lo que hicieron (con el Juraguá) fue un crimen. Lo botaron detrás del ‘Costa Sur’ y allí se hundió de popa”. /Foto: Archivo

 

Resultó ser el primer intento por salvaguardar a la emblemática nave. Tomó rumbo a la capital del país y llegó a un taller ubicado en Infanta y Sitio. “Encontré, por suerte, oídos receptores. Estaba lleno de gente. Fui al hotel Lincoln donde me hospedaba, me puse mi traje de capitán y me colé. Supe que una mujer atendía a las personas, y sin saber su nombre improvisé. Alguien me comentó: ‘¿tú buscas a Zoila, chico?’, ‘¡ah, sí a esa misma!’. Le contaba a la recepcionista: ‘oiga soy el patrón del…, y vaya, ustedes pueden repararlo aquí’, en eso entró un hombre y me preguntó: ‘¿De qué embarcación usted está hablando?’, le digo: ‘Del Juraguá’. Era el jefe del taller y vivió en la Calzada de Dolores. ¡Qué pequeño es este mundo! Me ayudó”.

Volvería una y otra vez en su afán por protegerlo. “Lo que hicieron fue un crimen. Lo botaron detrás del ‘Costa Sur’ y se hundió de popa. Me enteré cómo un individuo de por allí se hizo de dinero vendiendo sus piezas, todo el cobre, bronce y sus maderas preciosas. Muchas casas cercanas al centro recreativo tienen puertas y ventanas hechas con sus tablas. Pudieron haberlo exhibido en el Museo Naval. No quisieron. (…) creo que aún pudiera estar navegando”.

Pupy necesita del mar; por eso, cuando un día decidió marcharse del Castillo de Jagua con su familia, se fue a vivir a otro barrio de pescadores: Reina, en una casa donde hoy descansa y disfruta de la paz con su esposa, hijos y nietos, y anhela verlo aunque sea en forma de maqueta. “Así la gente no lo olvida. Recordarían al más veterano de los activos en el mundo, en aquel momento”.

Queda el navegante sentado en la butaca de siempre; el heredero de aventuras persevera; un grito en su garganta se contrae para que olvide a dónde le ha arrojado la mar, en su ola de salmuera, los minúsculos restos del barquito de sus sueños.

* Fragmentos del poema No sé si con palabras, de Félix Pita Rodríguez

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Mercedes Caro Nodarse

Licenciada en Comunicación Social. Directora del periódico 5 de Septiembre. Miembro de la Unión de Periodistas de Cuba y de la Asociación Cubana de Comunicadores Sociales.

6 Comentarios en “En el mar de los regresos

  • el 13 noviembre, 2021 a las 10:32 pm
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    Agradezco de todo corazón este trabajo, muy bien hecho por Mercedes Caro Nodarse y Omar George, no porque sea mí Padre él protagonista de esta historia, sí no, porque hasta hoy mí padre no deja de hablar del barco de su delirio, él Juragua. Aquí en Miami y a la distancia en él tiempo, cuando llego del trabajo y sentado a su lado, él tema obligado es hablar de los remolcadores y por supuesto del Juragua. Nunca debió tener tan triste final, pero administradores de esos tiempos que ni conocían su historia y poca gestión de quienes los queríamos, dieron al traste con esta reliquia Cienfueguera. Aquí cuando mejor se siente y cuando más habla, es cuando hace los cuentos de su barquito ” Juragua”

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  • el 30 enero, 2018 a las 1:02 am
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    Al leer este articulo se me salieron las lagrimas como loco. Como me hizo recordar de ese gran barco Juragua de nuestra niñez. Mi Hermano y yo, Hector y Adita Diaz, fuimos criados en El Juragua y nos acordamos con mucho cariño del Patron, Orlando y de Luis. El Patron nos ponia al timon en rumba a lugares come Pasacaballo y Rancho Club. Hectico y yo salimos solos de Cuba (Pedro Pan) en el 61 y nos criamos con Americanos, asi que se nos ha olvidado mucho el idioma Español, pero no olvidamos los detalles de los frecuente viajes al Castillo (donde nos esperaba algunas veces una cotorra, alguien se acuerda -?) y el Yacht Club tambien. Estamos agradecidos de Mercedes y Pupy por no olvidar el barco que despertaba a Cienfuegos con su pito. Mi familia fue dueña del Juragua en otra epoca, pero el Juragua siempre le ha pertenecido a todos los Cienfuegueros. Mil gracias! Ada y Hector Diaz

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  • el 9 noviembre, 2017 a las 3:20 pm
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    Mi amiga mercedes, desde aca en el sur de la Florida donde vivo recuerdo siempre el barquito “Juragua”, llora ante los ojos de Dios este fin que le han dado, un barco que podria ser patrimonio de Cienfuegos por la historia que tiene, me alegro ver a Pupi, siempre lo recuerdo con muchisimo cariño, el siempre fue muy cariñoso conmigo y me dejaba ir en la proa, ojala que pudiera saludarlo en persona algun dia. Rodolfo Hernandez.

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  • el 13 enero, 2017 a las 6:24 pm
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    Me ha gustado mucho este artículo.
    Ese y otros absurdos que han matado parte de la bella historia de Cienfuegos, casi que llevaría un proceso judicial contra esos asesinos de la Historia que no le dan y no le dieron nunca valor a las cosas. Que sirva de ejemplo para no permitirles nunca más esos hechos.
    Me uno a ese dolor de ese Gran patrón de Barco y me uno al reclamo de todos los cienfuegueros dignos por reivindicar la historia de ese emblemático Juraguá.
    Gracias Mercedes Caro Nodarse por tu articulo

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    • el 16 enero, 2017 a las 4:20 pm
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      Gracias, Rigoberto. Como Pupy, quien alternaba el patronaje de la embarcación por cortos períodos, sobre todo durante las vacaciones del patrón oficial: Orlando Ocaña Gracias, nos sentimos muchos cienfuegueros, tristes por el destino final del querido barquito Juraguá.
      Le cuento que según me escribió el hijo de Orlando Ocaña, a propósito de una crónica que ya le había dedicado al Juragua —puede leerla en este link http://guanarocadelsur.blogspot.com/2015/02/el-mar-cuando-quiere-ruge.html —, la dueña de la embarcación era Adita Trujillo, y el administrador lo fue Héctor García, su función era recoger diariamente la recaudación. El pasaje costaba 20 centavos adultos, aunque no recuerda cuánto pagaban los niños.
      Toda esa historia aparece en el comentario publicado íntegramente en mi blog, dada la trascendencia de la mencionada nave de pasaje. Pretendo, en breve, continuar entrevistando a todos los que han tenido que ver con el barquito, incluyendo a la familia de Ocaña. Estoy segura que nuevas historias resurgirán. Un abrazo.

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  • el 21 septiembre, 2016 a las 3:48 pm
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    Hay entrevistas que nos conmueven, otras te dejan un sabor extraño… Pero esta realizada a uno de los patrones del emblemático barquito Juraguá me removió los cimientos. Tantas anécdotas, tantos recuerdos… para un final tan desdichado. ¡Nunca se le dio al Juraguá una “santa” sepultura en el Museo Naval de Cienfuegos! El reclamo sigue en pie. Juan Bernardo Fuentes Devesa, el patrón, aún llora por su sueño.

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