En Cienfuegos: playa, playa, piscina, piscina…

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La alusión al tema del reguetón en el título de este trabajo no es promoción, sino el estribillo que suelen repetir muchos jóvenes cubanos cuando preparan algún viaje a la playa o a la piscina, esas opciones tan deseadas en el verano.

Por ser un archipiélago, en Cuba casi todos se han mojado alguna vez en las aguas del mar Caribe o el océano Atlántico. Ya sea al norte o al sur. Hay quien viaja varios kilómetros para ir a la playa, mientras otros la tienen cerquita, a apenas unos metros. Una misma razón los motiva: es la opción preferida y más accesible para casi todos.

Los de Cienfuegos tienen una ventaja. ¿Qué habitante de la ciudad sureña no se ha mojado alguna vez en la bahía de Jagua?

“No podría imaginar mi vida sin el mar, y mucho menos en verano”, alega Brayan Pérez Gutiérrez, estudiante de preuniversitario.

Aprovechando el atardecer, se une con sus amigos y en ropa de baño recorre el malecón hasta La Punta, donde suelen juntarse los adolescentes y jóvenes de Cienfuegos para gozar de la ensenada.

“Aquí vengo a disfrutar con mis amigos, jugar voleibol, montar en los botes, pasar un rato agradable”, comenta Talía Arcila Delgado, de 15 años. “Vengo a La Punta algunas veces en la semana porque es más cerca, pero me gusta más Rancho Luna”.

Al atardecer La Punta es el sitio donde suelen juntarse los adolescentes y jóvenes de Cienfuegos para gozar de un chapuzón en la bahía. /Foto: Internet
Al atardecer La Punta es el sitio donde suelen juntarse los adolescentes y jóvenes de Cienfuegos para gozar de un chapuzón en la bahía. /Foto: Internet

Y como ella muchos prefieren ese balneario, a solo 18 kilómetros de la ciudad cabecera. En la etapa estival llegan repletos los camiones y las guaguas, incluso desde Villa Clara.

“La única desgracia que tenemos algunos villaclareños es que la playa nos queda lejos y esta es la mejor forma de recreación de los cubanos”, afirma Julia Rodríguez Rojas.

“O a veces la única, interrumpe Norviel García García. Yo, por ejemplo, soy de un poblado llamado La Campana y ahí el círculo social solo trabaja los sábados, y cuando aparece un viaje a la playa todos salimos corriendo para allá. A mí, en particular, me gusta sumergirme y hacer snorkeling“.

Lo mismo piensa Yosvani Águila Álvarez, quien por vivir en la zona de Guajimico, siempre ha estado junto al Caribe. “Nací cerca del mar y me paso el día metido en él. Eso de horarios de baño conmigo no va. Me encanta la pesca submarina y coger caracoles.

“¿Qué no puede faltar en un viaje a la playa? La música, la bebida con moderación y la comida, aunque esta se resuelve con las cosas que venden. En la playa me siento bien, y son muchas las mujeres lindas que puedes conocer”, concluye.

Aunque el “flirteo” es también una de las atracciones para muchachos y muchachas, sin dudas, las posibilidades de esparcimiento van más allá de estar dentro del agua: también se pueden realizar deportes, compartir con los amigos en la sombra, enterrar a unos cuantos en la arena, disfrutar de la vista del mar, o incluso —con la concentración suficiente— escribir y leer.

Por eso cada año, con el aumento de la temperatura y la sensación térmica, el calor se hace irresistible y para muchos “cualquier charco es un oasis”.

Si bien por su extensión y gratuidad es la playa la preferida, también unos se dan chapuzones en los ríos, piscinas y hasta en el Canal Magistral, ubicado en el consejo popular de Espartaco, y sobre el cual la prensa ha llamado la atención varias veces por su peligrosidad.

“Aun así es normal ver a la gente bañándose en las tardes, tirándose del puente de la carretera, exponiéndose a los peligros de los carros, o compartiendo el agua con cocheros que lavan aquí sus caballos”, alerta una vecina del lugar.

“Aquí había piscina, pero hace años está vacía y no hay otra cosa que hacer. Aunque en estos días uno resuelve hasta con los aguaceros”, comenta Ángel Fuentes Burke, de visita en Espartaco.

Ya en la cabecera provincial, Marcos Antonio Crespo, de 20 años, afirma que a él le gusta la piscina, pero no puede pagar diez CUC por un pasadía en las de los hoteles Jagua y La Unión, o el Club Cienfuegos. “Está muy linda y todo eso, pero con diez CUC yo gozo en Rancho Luna, y me sobra dinero”, asegura.

“Pues nosotros estamos aburridos de las montañas, y cuando llega el verano el cuerpo nos pide playa”, comenta Oslaida Calzado Maya, habitante de La Sierrita.

Y como Dios le da barba a quien no tiene quijada, otros prefieren subir las lomas y disfrutar de las aguas congeladas de las cascadas de El Nicho.

Hasta El Nicho, en el corazón del macizo de Guamuhaya, suben quienes prefieren el arroyo de la sierra al mar. /Foto: Internet
Hasta El Nicho, en el corazón del macizo de Guamuhaya, suben quienes prefieren el arroyo de la sierra al mar. /Foto: Internet

“Eso si está rico para bañarse. Nosotros vamos todos los años, y antes hasta nos quedábamos a dormir allá arriba en casas de campaña. De verdad se pasa bien”, afirma Isis de la Caridad Martínez, ingeniera industrial.

DISFRAZADOS EN EL AGUA

Aunque no han vuelto aquellos tiempos de trajes discretos, cuando las trusas de los hombres parecían pantalones y las de las mujeres tapaban el cuerpo tanto como los vestidos, hoy existen otras prendas incorporadas a los bañadores. Camisas de mangas largas, enguatadas, tapasoles, gorras, sombreros y gafas pueden verse en una amplia variedad en hombres y mujeres cubanos, quienes encontraron en ese vestuario la mejor manera de cubrirse de los rayos ultravioletas.

“La verdad es que no son muy cómodas, porque para nadar pasas un poco de trabajo, pero es la única forma de cubrirse del sol. Los protectores solares están carísimos y además cuando aparecen son de 35 FPS (Factor de Protección Solar, es la medida de protección) y dicen que con el calor de Cuba deben ser superiores a 50”, se lamenta Alejandro del Valle.

“Cada quien llega a lo que puede: unos usan protector solar, otros las enguatadas o camisas, porque la verdad es que nadie quiere quemarse”, dice Roberto Carlos Peralta Rodríguez, instructor de arte de 29 años.

“A mí ni siquiera me gusta tanto la playa, pero cuando vengo siempre me protejo porque sé de los daños que causan los rayos solares en determinados horarios, como desde cerca del mediodía hasta entrada la tarde”, habla el joven de 20 años Lester Arias Felipe.

“Aunque es en la tarde cuando me gusta bañarme, me protejo con gorra y enguatada porque el sol es insoportable”, asegura Marco Ramón Castellón Pérez, de 21 años. “La playa no queda muy cerca de mi municipio, pero si no es aquí a dónde vamos a ir”.

Las pieles enrojecidas como “camarones” en aquellos que son más blancos, el “pellejo” desprendiéndose de la espalda de los más desvestidos, las marcas de los tirantes del bikini en las muchachas que usan strapless, son señales de quienes prefieren el agua para pasar el verano, y a veces se les va la mano “tomando” el sol.

Con este clima tropical y húmedo, y el exacerbado calor del verano, muchos jóvenes en vez de piernas desearían tener aletas para estar constantemente metidos en el agua, da lo mismo si es una playa, un río, una piscina, la bañadera o una olla de hacer caldosa. Entonces no sería falta de creatividad, ni promoción a una melodía de reguetón, que el estribillo del verano siga siendo: “Playa, playa, piscina, piscina, y lo demás te lo imaginas…”.

Marcos Antonio Crespo, de 20 años, asegura que a él le gusta la piscina. "Está muy linda y todo eso, pero con diez CUC (costo del pasadía) yo gozo en Rancho Luna, y me sobra dinero", afirma. /Foto: Internet
Marcos Antonio Crespo, de 20 años, asegura que a él le gusta la piscina. “Está muy linda y todo eso, pero con diez CUC (costo del pasadía) yo gozo en Rancho Luna, y me sobra dinero”, afirma. /Foto: Internet

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Glenda Boza Ibarra

Periodista. Graduada en 2011 en la Universidad de Camagüey.

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