Elogio del tiempo, recompensa para un titiritero

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Manolo Ávila lleva 43 años creando muñecos que luego anima. En 1962 su afición por esta manifestación de las artes escénicas hizo posible que Cienfuegos fuera la primera región del país que contara con un teatro Guiñol, a la altura de otras capitales provinciales.

Su casa es como él mismo, una institución, y su vida es mágica fusión del tiempo, los sueños y el quehacer incesante de un titiritero que ha hecho historia. Este hogar es taller, biblioteca, retablo, rincón de recuerdos que se vuelven a aquellos inicios, cuando fundó el Guiñol de Cienfuegos.

“El Guiñol surgió porque en los primeros años del triunfo revolucionario ya yo había hecho algunos muñecos; un día me los pidieron para ir a ‘Van Troy’, la Secundaria que está aquí cerca, y de ahí el director municipal de Cultura de aquel entonces, Dionisio Rodríguez Guerrero, me pidió que fuera al teatro”.

En la casa de Manolo están detenidos en el tiempo, la vaca Queta, primer títere de Cienfuegos; un Pelusín del Monte, regalo del Guiñol nacional; y un Elpidio Valdés de 43 años.

Su biblioteca atesora valiosos ejemplares sobre la historia del arte de los títeres en Cuba y el mundo, también informaciones acerca de las primeras presentaciones del Guiñol en la Biblioteca Provincial y en el teatro Tomás Terry, y numerosas investigaciones sobre las manifestaciones artísticas locales.

La década del sesenta fue muy productiva para Manolo Ávila, pues creaba, actuaba y hasta pudo vincularse a organizaciones internacionales:

“En 1963 yo conocí a la doctora Renée Poss, pedagoga y escritora, y representante en Cuba de la Organización Internacional de Marionetas, UNIMA, y llené las planillas para integrarme; desde entonces intercambio correspondencia y bibliografía con esa institución”.

En la actualidad este profesional de los muñecos ha recibido varias condecoraciones, entre ellas el Premio Provincial de Cultura Comunitaria, que sabemos es el que más aprecia.

“Para mí hacer teatro de títeres para niños es lo más importante de mi vida; las actividades en la comunidad me regocijan, este verano tuve la satisfacción de laborar con Rosa Campo en su peña dominical y en un recorrido por las montañas; para mí ese contacto con la grey infantil es estimulante”.

Manolo fue homenajeado además en la última edición del festival “Cantándole al sol”. Por ahí anda, por todos los escenarios, con su saber, su magia y la sabia virtud de quienes contribuyen con esfuerzo callado a proponer su obra al elogio del tiempo.

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Dagmara Barbieri López

Periodista. Máster en Ciencias de la Comunicación.

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