“El terrorismo es una bestia que devora inocentes en todo el mundo”

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La tarde del jueves 4 de septiembre de 1997 pudo haber sido apacible, como cualquier otra en la capital cubana, si un mercenario a sueldo de la CIA norteamericana, alquilado a través de un terrorista internacional como Luis Posada Carriles, no hubiera contratado al sicario y le facilitara la metralla necesaria para asesinar mediante actos de sabotaje a personas inocentes y crear un caos.

Pero el mercenario de origen salvadoreño Ernesto Cruz León, como hizo antes en el transcurso de pocas horas en otros lugares de La Habana, colocó ese día y activó con toda tranquilidad dentro de un cenicero, ante la presencia inocente de un niño sentado cerca y de sus padres entretenidos en el lobby del hotel Copacabana, la bomba que no permitiría que el joven italiano Fabio Di Celmo sobrepasara sus 32 años de edad.

Fabio había nacido en Génova, Italia, el primero de junio de 1965, practicaba fútbol desde los 7 años y llegó a ser un amante de ese deporte en el que ideaba combinaciones para facturar goles perfectos. Cuando se decidió a permanecer en nuestra Patria realizaba gestiones para multiplicar el turismo italiano en Cuba. Al morir, devino símbolo para los jóvenes en la Isla y del mundo.

La historia es tan brutal que, Giustino, el doliente y valiente padre del joven Di Celmo, definió la esencia de la terrible práctica imperial al expresar: “El terrorismo es una bestia que devora víctimas inocentes en todo el mundo”. Influido por el dolor de aquel anciano, el realizador cinematográfico italiano Ángelo Rizzo, creador de la película Cuando la verdad despierta, que en un inicio pensó llamar El muchacho de Copacabana, declaró: “Me motivó hacer la película no sólo denunciar el horrendo crimen perpetrado contra un coterráneo mío, sino sobre todo dejar claro que el terrorismo, venga de donde venga, no se circunscribe a un solo país, sino que afecta a todo el mundo. Mata a personas inocentes lo mismo en Cuba que en Italia, que en Oriente Medio o en Europa, o en Estados Unidos. La historia del joven Fabio es un pretexto cinematográfico para decir que esos que se autoproclaman luchadores contra el terrorismo son los más grandes terroristas del planeta”.

Giustino Di Celmo. /Foto Ecured
Giustino Di Celmo. /Foto Ecured

Giustino era muy querido en Cuba. Nació en Salerno, Italia, el 24 de diciembre de 1920. Comerciante de profesión llegó a nuestro país por primera vez en 1992, junto con su hijo Fabio, y ambos se enamoraron perdidamente de la Isla y sus gentes.

En los años más difíciles del Período Especial, padre e hijo desafiaron el bloqueo y las amenazas que se cernían sobre Cuba, brindando ayuda en la obtención de mercancías deficitarias para el pueblo cubano. Decía Giustino que recordaba sus tiempos de la Segunda Guerra Mundial en Italia, donde fue veterano luchador antifascista. Conoció bien el fascismo pues permaneció en un campo de concentración nazi y padeció los horrendos sufrimientos de su pueblo ocupado por las hordas hitlerianas.

Bajo el dolor y la pena del asesinato de su hijo, Giustino y su esposa Ora Bassi, trasladaron el cadáver de Fabio a su ciudad natal donde fue enterrado, y la madre, (ella falleció en Italia el primero de junio de 2012, el mismo día que su hijo Fabio hubiera cumplido 47 años), quedó a su cuidado allá, pero el padre decidió vivir definitivamente en Cuba y dedicó los últimos años de su existencia a la denuncia de los actos terroristas contra nuestro país desde todas las tribunas posibles. Nunca cesó de abogar por el cese del bloqueo de Estados Unidos a la Isla. Fue un abanderado de la batalla por el regreso del niño Elián González durante su secuestro por la mafia de Miami, y por el regreso definitivo a la Patria de los Cinco Héroes prisioneros del imperio donde tuvieron injusta prisión.

Plenamente identificado con los principios y la obra de la Revolución Cubana, luego de la pérdida de su hijo, por voluntad expresa solicitó su ingreso en las filas del Partido Comunista de Cuba, condición excepcional que le fue concedida el 30 de septiembre de 1997.

En una entrevista confesó: “Escogí a Cuba para vivir y morir en ella, porque gané la convicción de que el socialismo verdadero no podía acabarse. La humanidad debía avanzar y no estancarse, para no retroceder. Fue la caída del socialismo y el derrumbe de la URSS lo que me impulsó a venir a esta tierra. Pensé en viajar a otro país socialista y ayudar a ese pueblo, pensé en Vietnam, en Corea del Norte y en Cuba, y me decidí por Cuba, por su historia tan hermosa, su ética, sus principios políticos, y porque conocía el idioma español”.

Giustino falleció en La Habana el primero de septiembre de 2015. Aquí había permanecido hasta entonces cuidando el recuerdo de su hijo amado. Un día nostálgico comentó en una entrevista: “Si yo hubiera sido otro hombre, si no hubiera pensado como pienso, me habría ido definitivamente de esta Isla tras aquel septiembre trágico; sin embargo, volví, y al mismo hotel donde la bomba americana me mató a mi muchacho. Aquí me siento más cerca de él y lo veo a cada rato”.

Con su ejemplo cautivó el cariño y admiración de nuestro pueblo que lo reconoce como ejemplo de solidaridad con nuestra Patria. En atención a la voluntad de sus hijos, su cadáver fue cremado y con posterioridad sus cenizas trasladadas a Italia.

Allá, en el cementerio Arenzano, de Génova, reposa su hijo Fabio, y sobre su tumba persiste una perenne denuncia, escrita como epitafio: “El 4 de septiembre de 1997 una bomba asesina de un mercenario salvadoreño apagó la vida del joven Fabio Di Celmo”. El original, escrito por Giustino decía: “una bomba americana asesina”, pero las autoridades italianas, presionadas por la Embajada de Estados Unidos, exigieron que se omitiera el gentilicio al lado de la palabra bomba.

Es que hasta a los epitafios de las tumbas de cementerios ajenos llegan las presiones de las embajadas estadounidenses en todo el mundo.

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Andrés García Suárez

Periodista, historiador e investigador cienfueguero. Fue fundador de 5 de Septiembre, donde se desempeñó como subdirector hasta su jubilación.

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