El tedio de los griegos

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Dice mi abuelo que en su época Cienfuegos era un diamante beisbolero. Los terrenos para jugar pelota dinamitaban la ciudad.

En el actual campo de la Escuela de Iniciación Deportiva Jorge Agostini, topaban los “clubes de manigüeros”: muchachos de barrios, apasionados al béisbol.

-Allí hasta nos lanzó una vez el hijo de Conrado Marrero, y el partido estuvo ahí, ahí.

Pero eso fue tiempo atrás, “una bola de años”, antes de que prohibieran la entrada y le colgasen en la reja un cartel de advertencia: “Evite ser requerido”.

Mi abuelo asegura, constantemente, que los mejores peloteros, y deportistas, de Cuba, surgieron de los montes, de las periferias.

Oriundo de Cienfuegos, Lorenzo “Chiquitín” Cabrera es reconocido como uno de los mejores inicialistas en la larga historia del béisbol cubano. /Foto: tomada de Ecured
Oriundo de Cienfuegos, Lorenzo “Chiquitín” Cabrera es reconocido como uno de los mejores inicialistas en la larga historia del béisbol cubano. /Foto: Ecured

Con orgullo dice que del terreno de Arizona, en el barrio de La Juanita, salió nada menos que Lorenzo “Chiquitín” Cabrera, quien logró convertirse en una de las estrellas de las Ligas Negras de Estados Unidos.

-Se jugaba la “pelota dura”, por placer unos, y otros por dinero.

La herencia de aquellos años llegó a nosotros reducida. Con menos lugares donde jugar béisbol, y menos pasión. La calle hecha diamante y la recompensa de un pedrusco como home para el “jonronero” que consiguiera, a mano limpia, colarla en el patio del vecino.

Todavía entonces respirábamos un espíritu atlético. Los postes de electricidad eran luz para el deporte de barrio. Lo mismo le colgábamos un aro para encestar canastas que amarrábamos una soga, de uno a otro, para golpearnos a remates.

Perduraba el entusiasmo, incluso en momentos donde faltaban fuerzas para correr. Alguna que otra vez los promotores del Inder venían a la cuadra y montaban el “plan de la calle”. Con competencias de saco, ajedrez, quiquimbol, atletismo, baloncesto, bádminton. Y música estridente para la ocasión, con los adultos en los balcones, portales y aceras como si fuesen gradas.

Luego todo fue degenerándose. La furia del fútbol prendió en los jóvenes, en muchos casos sin siquiera saber lo que es una patada a un balón. Fanáticos al Real Madrid, al Barcelona, al Liverpool, con goles marcados en la portería de sus acaloradas discusiones, y nada más. Devotos de Cristiano Ronaldo, Messi y Neymar, sin minutos en ninguna cancha.

Ahora lo más deportivo que suele practicarse es la estética del cuerpo. Muchachas que visitan los gimnasios por lucir bien, “buenas” y “sexis” para con ellas mismas, y, por supuesto, para ellos. Muchachos con la ambición musculosa de Hulk, con polvos y pastillas. Capaces de levantar no sé cuantos kilos en la pesa, pero no de tomar un guante ni una pelota.

Los días de estas estaciones carecen de la emoción que ilumina a mi abuelo mientras narra sus anécdotas. Se exhiben poco atléticos. Fornidos en brazos y piernas; famélicos de vida. Con luces para prohibir en lugar de hacer. Sin peligros para las ventanas de las casas. Sedentarios y nostálgicos.

Son Corebo de Élide, Milón de Crotona y Orsipo de Megara en el deporte del tedio.

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Roberto Alfonso Lara

Licenciado en Periodismo. Máster en Ciencias de la Comunicación.

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