El sonrojo de la historia

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En un recorrido de postgrado nos llevaron a Habana Radio. Más tarde, nos separamos del grupo y nos colamos en la corresponsalía de la AP, era la primera vez que visitábamos una agencia de prensa extranjera e hicimos preguntas hasta cansarnos. Aquel fue un día de comienzos. Nosotros éramos un grupo heterogéneo que estudiaba Comunicación Hipermedia en el ámbito local, y la experiencia de La Habana Vieja nos sorprendió de manera extraordinaria, académicamente hablando. Nos asombró el emplazamiento de la emisora, el estudio de televisión donde Magda Resik, amablemente, nos explicó su proyecto, nos sorprendió Opus Habana, Habaguanex; como también lo hicieron las calles más rotas y los resquicios oscuros del paisaje.

Lo más importante, nos dijo Magda, es que la gente aprenda a convivir con el patrimonio, que lo sienta suyo, se vincule a cada actividad y que el beneficio sea también perceptible por ellos.

Cienfuegos es una ciudad donde fomentar al turismo patrimonial se convierte en una potencialidad innegable, aunque aún falte mayor estudio del proceso. La capacidad de atracción de la historia coloca al relieve un pasado que se vuelve presente y sobre el cual los visitantes caminan, conocen, descansan y disfrutan una estancia que luego devuelven en beneficios económicos.

Cada vez más el turismo quiere salirse de la caja cerrada de las agencias de viaje, que les ofertan un producto casi siempre ocioso. Por más heterogéneos que sean los visitantes, no se puede subestimar la necesidad de aprendizaje, el deseo de ampliar la cultura general de cada quien. Cubrir sus expectativas se convierte en una estrategia profesional donde entran en juego los especialistas del patrimonio (aunque hoy no suceda así) para diseñar una serie de atractivos que hagan remarcable la visita.

Como producto patrimonial, Cienfuegos es una ciudad en progreso. Vender el paisaje, el territorio, la identidad, los recursos tangibles e intangibles, no es un juego sin importancia donde se mueven las piezas al azar. Debe existir un estudio previo del tablero y de la estrategia.

Por ello, aquel día, M.B. entró molestísima a la oficina donde estábamos C. y yo. De camino al trabajo se topó con un grupo compacto de turistas que avanzaban por el Prado. Uno de los visitantes señaló un complejo escultórico con el que casi iban a chocar y preguntó de quién se trataba. “Ese es un prócer de la independencia”, dijo sin más el guía y continuó su marcha rápida. M.B., quien hace muchos años trabaja con el patrimonio y la historia, se detuvo y regresó para, lentamente, subsanar el error y contar sobre quién fue, verdaderamente, Ceferino Méndez.

Recibir a visitantes ávidos por conocer tu historia es un hecho único. Allí es donde se crece el poblador autóctono y está en total capacidad de enseñar su pasado. Se trata de un encuentro cultural maravilloso y donde el aprendizaje se asimila de una manera más rápida. Cuidar macro estructuralmente todo el proceso es un deber que nos salvará en un futuro muy cercano.

Ojalá, durante nuestras clases de Historia del Arte en la Universidad, hubiésemos tenido la oportunidad de palpar e instruirnos en el terreno; hubiésemos comprendido en una dimensión mucho más amplia a la Acrópolis, a las pirámides egipcias, los hipogeos o a los templos góticos de alguna ciudad española.

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Melissa Cordero Novo

(Cienfuegos, 1987). Licenciada en Periodismo. Miembro de la Asociación Hermanos Saíz. Egresada del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso en 2012.

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