El primer desamor de un genio sin amor

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En las tres o cuatro biografías de Van Gogh que consulté para realizar este trabajo se alude someramente al tránsito del joven Vincent por la pensión londinense de los Loyer, donde conoció a la que hasta ahora se creía fue su primer gran amor: Úrsula.

El periodista y escritor inglés Michael Bailey echó luz sobre aquellos días adolescentes y el verdadero objeto del afecto del creador de Iglesia de Auvers mediante su libro Young Vincent, el cual relata cómo hace 132 años VVG en verdad se enamora de Eugenie Loyer (la hija de Úrsula), y en la lucha contra su oponente en la conquista de la joven, sufre su primera decepción amorosa. Preludio aquel de una existencia en perpetua contradicción con el amor.

El fracaso sentimental que marcó la vida del gran pintor comienza con Eugenie, quien opta por su otro pretendiente y no quiere saber nada de él. La conoce en 1873, cuando por cuestiones comerciales llega a la capital inglesa y se instala en la calle Hackford 87, domicilio de los Loyer.

Luego de leer más de 400 cartas de la familia Van Gogh conservadas en el Rijksmuseum, de Ámsterdam, hasta ahora inéditas, Bailey estableció su hipótesis. El 6 de enero de 1874, Anna, la hermana mayor, le escribe a Theo, el otro hermano común: “Pienso que un amor se está gestando entre ellos (…), hay más que un amor fraternal entre los dos. No digas nada de esto a los padres. Lo haré yo misma”.

Sin embargo, siete semanas después le escribe que quien ha flechado a su hermano ha sido a su vez flechada, pero por otro. Se reserva el nombre del rival de Vincent. Bailey y averiguó que se trataba de Samuel Plowman, el inquilino que utilizaba antes del artista su propia recámara en el último piso de la residencia Loyer.

Asegura el biógrafo que una coincidencia puso las cartas a favor de Samuel: había nacido el mismo día que Eugenie. El 10 de abril, la fecha en cuestión, se reúnen Vincent, la muchacha y Plowman para celebrar el onomástico. Los dos últimos abandonan la habitación para dar riendas sueltas al romance en otro sitio, mientras Vincent Van Gogh rumía su desaire entre las húmedas y plúmbeas paredes. Dura vuelta de tuerca en el ciclo de su mala suerte compañera de vida.

En la batalla por el corazón de Eugenie, Samuel y Vincent realizan algunos dibujos. Hace 25 años fueron hallados dos de ellos. El periodista escocés Kenneth Wilkie emprendería entonces una investigación hasta dar con Dorothy Maynard, una de las hijas de Eugenie. Los dos encontraron en un viejo cajón unos trazos que reflejaban un conjunto domiciliario. Era la calle Hackford. Los expertos aseguraron más tarde que había sido descubierto un auténtico Van Gogh.

Bailey, en casa de Molly Woods, otra hija de la amada de juventud del artista holandés, halló en 1983 otro dibujo de unos niños a caballo. Llevaba las iniciales S.P., o sea Samuel Plowman. En su época, Eugenie prefirió el dibujo de aquel advenedizo en arte por arriba del perteneciente a quien sería uno de los pintores más importantes de la historia.

Van Gogh viaja a su natal Holanda en marzo de 1874. Al regreso, intenta de nuevo prendar a la señorita Loyer. Otra vez el rechazo. El joven solo encuentra consuelo en la religión. Hasta un lustro después no le habla a Theo del lance londinense: “¿Qué tipo de amor viví entonces? Es difícil definirlo. Mis pasiones físicas, en ese momento, carecían de fuerzas. Quizá por muchos años de trabajo y pobreza”.

Sucedió simplemente lo que tantas veces ocurre cuando una mujer debe seleccionar entre quien le ofrece mente y quien le ofrece carne. A los 20 años, el cuerpo de Eugenie reclamaba lo segundo. No en balde Balzac, gran conocedor del sexo femenino, sostiene en La piel de onagro que no suele pasar que una de ellas llegue a advertir la genialidad, y al escoger muchas veces prefieran la diversión ligera propuesta por el zafio. Misógina o no la aseveración balzaciana, lo cierto es que al menos con Van Gogh se expresó en toda su crudeza.

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Julio Martínez Molina

Licenciado en Periodismo por la Universidad de La Habana. Periodista del diario 5 de Septiembre y crítico audiovisual. Miembro de la UPEC, la UNEAC, la FIPRESCI y la Asociación Cubana de la Crítica Cinematográfica

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