El plan B: otra comedia romántica de usar y tirar

Compartir en

Tiempo de lectura aprox: 2 minutos, 52 segundos

Después de atravesar la experiencia amarga de visionar el año de lanzamiento de la película que comentamos hoy, una detrás de otra, tres comedias románticas estadounidenses oceánicamente malas como Mi segunda vez, The Bounty Hunter y Asesinos, apareció la cuarta pata de la mesa El plan B mediante.

The Back-up Plan (título original del filme de 2010) reafirma mi ya veterana certidumbre de que Hollywood aniquiló esta variante del género por la vía de la clonación automática ad infinitum. El espectador va a toparse  lo mismo de siempre más lo igual exacto de todos estos exponentes; pero ahora —de remate— con todos los estereotipos arremolinados a tropel, de carretilla, como si el equipo del largometraje estuviese concursando a ver cuántos clisés podía incorporarle a la trama.

Resulta lastimoso, irónico o paradójico, según sea mirado, que esté produciéndose desde hace por lo menos quince años tal desangre en la comedia romántica, cuando otras variantes del género de menos legado histórico transitan períodos antónimos de creación, y las cadenas abiertas de la televisión norteamericana —venero inmarcesible de comediantes- estrenan cada año una o dos extensas series humorísticas de interés.

La opera prima cinematográfica de Alan Poul (quién creyera al verlo manejarse aquí que este hombre produjo y dirigió varios capítulos de la excelente teleserie Six Feet Under) trajo de vueltas a las pantallas a Jennifer López, tras cinco años de ausencia, la maternidad y dos o tres comedias románticas previas con pasaporte al olvido en su malsano currículo fílmico.

JLo anda la película en piloto automático todo el tiempo. Su preocupación por mostrarle al receptor estadounidense que los mellizos salidos de su barriga no le provocaron celulitis en ninguna de las partes de su anatomía —incluida ésa convertida en leyenda dentro del show business americano desde que muy jovencita algún productor reparase en su prominencia—, es más importante para ella que actuar o incluso preocuparse por de qué diantres va esto.

Y “esto” se resume en dos líneas: Ella es Zoe, quien se paga una inseminación artificial para de forma independiente tener prole sin la molesta compañía de un tipo mandón e incapaz a su lado. Pero, tranquilos, andamos en gringolandia y eso no va a ser posible. Al tomar un taxi se encuentra con Stan (Alex O´Loughlin), buen mozo vendedor de quesos en un mercadillo y prototipo masculino encargado de traerla de vuelta a la cordura hollywoodina.

Stan, tan santo como aquel personaje de una recordada telenovela cubana que le perdonaba la infidelidad y el SIDA a la compañera, se va a responsabilizar con su descendencia por encargo, y al final, ¡surprise¡ pactará con la cigüeña para regalarle otro a la curvilínea latina, aunque esta vez a lo Pijirigua puro. En el medio, por supuesto, las fajazones típicas, los reencuentros llenos de carantoñas y el por siempre felices definitivo.

A diferencia de otras comedias de tema análogo a la manera de Baby Boom, For Keeps o She’s Having a Baby, no hay un gag, una línea de diálogo, la mínima situación cómica que provoque la sonrisa en el filme de Poul.  Apagado, tautológico, desmañado, El plan B  remarca con insistencia pueril el lugar común (los berretines de la enamorada, las conversaciones de su pareja en el parque con el hombre que le habla de la paternidad, el club de madres orgullosas de ser solteras, cada personaje, cada escena del filme representan la copia ya sin color de lo mil veces visto), sin gracia, desprovisto de briznas siquiera ocasionales de chispa.

Hablar de intenciones de salir del corazón de la fórmula más sobada aquí sabe a mera coña. El mejor momento de hilaridad es cuando Zoe a punto de parir rompe la bolsa, derrama el líquido sobre el piso, la gente resbala y un anciano cree que está orinado. Ya pueden imaginar el peor. Aunada la calamidad a que la química entre JLo y  el actor australiano O´Loughlin es la misma que pudiese tener Sarah Palin y Juan Gabriel. Un evidente miscasting.

El plan A de Jennifer López era ser una diva todoterreno, exploradora a dos vías del canto y la actuación. No tiene para ello en lo segundo; al menos dentro de la comedia, pues no existe vis cómica en su puertorriqueña complexión. Pudo haber sido una buena actriz dramática, lo sabe bien quien la viera durante los ´90 junto a George Clooney en Un romance muy peligroso (1998), a las órdenes de Steven Soderbergh; o al lado de Nick Nolte, en Giro al infierno, de un año antes, para Oliver Stone.

En Giro… compuso uno de los personajes de reborde incestuoso mejor labrados del cine norteamericano de dicha década. En la cinta de Soderbergh desprendía donaire. Éramos tan jóvenes, Jennifer, tan inocentes. Hollywood lo cambia todo, y nunca fue de su interés latinas en plan de Streep, Moore o Kidman. Está bueno con estos personajes de atracciones exóticas derritiendo carapachos anglosajones. Quizá no sea exactamente el mismo plan imaginado por el  delirio de Marc Anthony, pero que vaya tirando con el B mientras se lo aguante la taquilla.

Guardar

Visitas: 199

Julio Martínez Molina

Licenciado en Periodismo por la Universidad de La Habana. Periodista del diario 5 de Septiembre y crítico audiovisual. Miembro de la UPEC, la UNEAC, la FIPRESCI y la Asociación Cubana de la Crítica Cinematográfica

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *