El mortal azote del ciclón Flora y sus experiencias

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Durante los días del 4 al 8 de octubre de 1963 el Oriente de Cuba recibió el azote de la caprichosa trayectoria del ciclón Flora, que describió varios lazos sobre la geografía de la entonces vasta provincia y la vecina de Camagüey, dejando a su paso un trágico balance de más de mil muertos y enormes pérdidas materiales, relatos conmovedores y grandes enseñanzas. Figura en los anales como la segunda gran catástrofe natural en la Mayor de las Antillas en centenares de años.

El primero y más letal de esos cataclismos fue el ciclón y la marea mortal que el 9 de noviembre de 1932 arrasó al poblado costero de Santa Cruz del Sur, en la antigua provincia de Camagüey, y provocó cerca de 4 mil víctimas entre muertos y desaparecidos en una población que no sobrepasaba las 5 mil personas.

La diferencia en el tratamiento a los damnificados entre uno y otro eventos radica en que mientras el gobierno del sátrapa Gerardo Machado dejó abandonados a su suerte a los supervivientes del ras de mar, los damnificados del “Flora” en 1963 recibieron toda clase de atenciones y cuidados del Gobierno Revolucionario, tal como se repitió ahora con “Irma” y antes con otros organismos que azotaron al archipiélago.

Así fue la caprichosa trayectoria del “Flora”, estacionado varios días sobre el valle del río Cauto convirtiendo aquella zona en una extensión del mar.

Allí, a riesgo de su propia vida, el líder de la Revolución cubana, Fidel Castro, estuvo en el primer frente, incluso durante la batida de los vientos y la crecida de las aguas, sin que aún el “Flora” hubiese abandonado la provincia oriental dentro de la cual describió su mortal curvatura, sin poder salir, atrapado por las montañas.

Allá se presentó Fidel con tanquetas anfibias del Ejército Rebelde y se mantuvo salvando, personalmente, a damnificados que permanecían sobre los techos, sobre los árboles, atrapados entre aguas que arrastraban cadáveres de personas y animales. Las tripulaciones de los helicópteros de nuestra incipiente Fuerza Aérea Revolucionaria luchaban contra los vientos, en cada momento de calmas, para salvar familias enteras, porque el valle del Cauto se convirtió en un mar embravecido. Soldados cubanos e incluso oficiales soviéticos que quisieron colaborar, perdieron la vida en el empeño de salvar las ajenas, con emocionante espíritu solidario. Hay innumerables historias al respecto.

Incluso Fidel estuvo en grave peligro de morir ahogado, cuando la tanqueta anfibia en que iba resultó chocada por un enorme tronco a la deriva que hundió el vehículo. Fidel salió nadando y subió a otro anfibio y continuó su obra salvadora. Ni ese hecho ni la muerte de oficiales soviéticos fue divulgado entonces. En el primer caso, la modestia de Fidel lo impidió. En el segundo, se trataba de un secreto de Estado, porque en aquel momento no podía hablarse de la presencia de esos hombres solidarios en el país, máxime cuando hacía menos de un año había transcurrido la Crisis de Octubre o de los Misiles.

A riesgo de su propia vida Fidel tripuló una tanqueta anfibia durante las operaciones de rescate y salvamento de familias atrapadas por las aguas.

El que esto escribe conoció de primera mano sobre tal asunto porque pocos días después del azote del ciclón acudió, como corresponsal del diario Vanguardia, a la zona oriental del país para la cobertura periodística de la enorme catástrofe que dejó el “Flora”, y allí conoció de ese accidente de Fidel, su actuación, y la muerte de los soviéticos en su solidaria misión, porque los relatos estaban en la boca y el corazón de centenares de personas en aquellos lugares. Todos los damnificados recibieron atención material y los enormes daños se fueron mitigando y se reconstruyó todo. No quedó ninguna familia abandonada.

De aquellos hechos derivaron grandes enseñanzas: la costosísima construcción de presas, embalses, derivadoras, transvases de una a otra provincia y toda la infraestructura posterior para la canalización de las aguas y evitar las inundaciones, también represar las aguas y contrarrestar en lo posible los efectos de sequías, realizado por la entidad oficial de Recursos Hidráulicos, así como las medidas que adoptó y popularizó la Defensa Civil, fundada apenas poco más de un año antes (el 31 de juñlio de 1962), para preservar lo más preciado: la vida humana.

Es así que huracanes poderosos como los posteriores “Gustav”, “Ike”, “Lily” y el reciente “Irma”, pudieron causar grandes daños materiales, pero ya no centenares de muertes por inundaciones. Nuestro pueblo fue educado para contrarrestar los efectos de la ciega naturaleza, con evacuaciones oportunas y otras medidas tal como lo apreciamos hoy. Todo ello porque las dolorosas experiencias del “Flora” permitió soluciones posteriores.

No obstante aberraciones como las del presidente Donald Trump, impiden el apoyo de toda la comunidad mundial al alerta de Fidel Castro realizada en 1992 cuando en la Conferencia Mundial sobre Medio Ambiente y Desarrollo, en Río de Janeiro, dijo: “Una importante especie biológica está en riesgo de desaparecer por la progresiva liquidación de las condiciones naturales de vida en el planeta: el hombre”. La comunidad científica mundial prevé que el nivel del mar podría elevarse más en los próximos 50 años debido al calentamiento global. No obstante, continúan las depredaciones del imperialismo sobre la naturaleza. A las generaciones jóvenes les toca un enorme papel en esta tarea.

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Andrés García Suárez

Periodista, historiador e investigador cienfueguero. Fue fundador de 5 de Septiembre, donde se desempeñó como subdirector hasta su jubilación.

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