El mimo que vistió de frac al negro cubano

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El telégrafo era la Internet de la época y por sus hilos submarinos llegó a Cienfuegos la mala nueva para que los periódicos la publicaran en sus ediciones sabatinas del 17 de abril de 1926. Arquímedes Pous había fallecido la víspera en la ciudad puertorriqueña de Mayagüez y la comedia cubana lloraba desde ya la pérdida del más antológico de sus negritos.

Las tablas del teatro Yagüez, sobre las que había bailado dos noches antes, camuflando con una sonrisa el dolor abdominal que lo crispaba, fueron escenario de las honras fúnebres al cadáver del mimo cubano, muerto en el cenit de la gloria artística, un mes y dos días antes de cumplirse los 36 años de su arribo a la vida en una casona cienfueguera de la calle Velasco, entre San Fernando y San Carlos.

Peritonitis, obstrucción rebelde, cirugía, tumor canceroso, imposible de embalsamar. Los sucesivos cables traían los detalles necrológicos y como siempre sucede en los casos que la muerte cobra su diezmo sin reparar en la plenitud de facultades del elegido, en Cienfuegos el primer público en aplaudir el arte de Arquímedes Pous y Vives lo imaginó la antevíspera deleitando a los suyos desde el proscenio del teatro Luisa.

En realidad, fue el 16 de noviembre del año anterior la fecha de la puesta en el coliseo de Prado y Santa Clara de las obras Las tres esquinas y Oh, La Habana, a la postre el testamento artístico de Pous en la ciudad natal.

Mayagüez, la Ciudad de las Aguas Claras, aún curaba las heridas del terremoto y el tsunami que asociaron sus furias sobre la población de la costa occidental borinqueña el 11 de octubre de 1918. En tales circunstancias, un poco de alegría nunca viene mal. Y Pous, recién llegado de la cercana Arecibo con las entrañas laceradas por el mal incurable, hizo reír al público del Yagües durante las últimas cuatro funciones de su vida.

Costear los funerales y ofrecer un nicho por tiempo indefinido en el cementerio local, fue la fórmula encontrada por el Ayuntamiento para reciprocar aquel acto de entrega.

Las cenizas del célebre negrito del teatro bufo nacional llegaron a la tierra patria al mediodía del 14 de enero de 1930 por el campo de aviación de Columbia. Expuestas en capilla ardiente en los salones de la Gran Logia Masónica, recibieron definitiva sepultura al día siguiente en el panteón de la logia Perseverancia, en la necrópolis de Colón. Florencio Velis, director de La Correspondencia, ostentó la representación de autoridades y pueblo cienfueguero en el póstumo homenaje.

“La posteridad no teje coronas a los mimos, se ha dicho. Para rescatar al artista teatral del olvido no hay más que un medio: llevar su gloria de un día a la perpetuidad de la piedra. Eso ha hecho Cienfuegos con Arquímedes Pous”, escribía el periodista Francisco Ichaso apenas develado el busto del actor en el parque Martí, frente al teatro Terry, en la media mañana del domingo 30 de abril de 1950.

El escultor Carlos Era Yero modeló la figura, descubierta a la vista pública por la mano del alcalde Arturo Sueiras y a cuya base se desparramó un aguacero de pétalos. Del parque el homenaje trasladó su tienda al tablado del Terry, donde artistas nacionales, entre ellos los cómicos Pototo y Filomeno y la Compañía de Enrique Arredondo, ofrecieron una función benéfica para financiar la construcción de un banco de sangre.

“Arquímedes Pous vistió de frac al negro en el escenario cubano. Vivió el teatro con un siglo de adelanto”. Las frases son de la autoría de Arredondo, y traducen la devoción que sintió el simpático Cheo Malanga por el actor cienfueguero, a quien siempre consideró un ídolo a imitar.

Había sido él, Enrique, uno de los promotores del monumento a Pous. Tal vez por esas razones, del fervor y el merecimiento, nunca logró entender el traslado del busto desde su emplazamiento original hasta el contemporáneo, a un costado del teatro Terry. Entonces, el antihéroe de San Nicolás del Peladero polemizó sobre tal decisión mediante las páginas de este órgano de prensa, y su suplemento cultural Conceptos

Cualquier apunte biográfico de Pous alude al inicio de su carrera teatral a manera de juegos infantiles en casa de los amiguitos y en la suya propia. Hasta que, con 15 años, a escondidas de la familia, actuó de incógnito y tras su máscara de betún en el Actualidades, que tenía por sede la esquina de Santa Cruz y San Luis.

De allí debió escapar una noche cuando descubrió la presencia de un pariente en función detectivesca. Ese mismo año de 1906 lo matricularon en la Universidad de La Habana. Los Pous-Vives ansiaban tener un médico en la familia y el intelecto del muchacho daba para eso y mucho más.

Apenas llegó a poner sus pies en las cátedras de Anatomía. Los padres no previeron la apertura de las puertas de la mayoría de los teatros habaneros al negrito llegado de Cienfuegos. Molino rojo, Chantecler, Martí, Politeama. En alguno triunfó, en otros no tanto, pero ya el matrimonio de Arquímedes con la comedia era hecho consumado.

Luego vinieron giras por la mayoría de las villas cubanas y por otras de mucho más linaje en el mapamundi: Boston, New York, Filadelfia, Toronto, Ottawa, Montreal. Se quedaron esperándolo Buenos Aires y las principales capitales de Europa, pero el destino le puso una zancadilla letal en una pequeña ciudad boricua conocida como La Sultana del Oeste o El Pueblo del Mangó.

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Francisco G. Navarro

Periodista de Cienfuegos. Corresponsal de la agencia Prensa Latina.

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