El método Kominsky

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Con la experiencia de vida de sus casi 70 años, ese gran representante de la comedia de situaciones televisiva (sitcom) llamado Chuck Lorre ha creado una serie con una temática que, aunque en apariencia no venda, es muy probable veamos cada vez más y más en los formatos audiovisuales, debido al envejecimiento poblacional del planeta y específicamente de EE.UU.

El material en cuestión, El método Kominsky, aborda el asunto de la vejez, como ya lo hacen otras series recientes a la manera de Grace y Frankie, si bien en ningún caso con la eficacia y el encanto del material al servicio de los aquí entrañables Michael Douglas y Alan Arkin.

Aunque sea una serie en torno a par de ancianos, tampoco crea el lector que esto va de abuelos y de achaques, que los hay, sino fundamentalmente de la circunstancia vital en ese momento de la existencia cuando somos los mismos sin serlo, cuando nuestro cuerpo se quedó cuatro pistas atrás de la mente.

Y estos dos viejos sufren de las penurias físicas aparejadas a la senectud, pero también disfrutan de la vida. Se trazan proyectos, se imponen retos, desarrollan relaciones románticas con diferentes mujeres, cruzan bromas entre ellos y se respaldan/comprenden en cada momento. No sufren, ni sobreviven. Viven.

Pese a no ser estos los tonos y universos acostumbrados por el rey de la sitcom (la pieza difiere sobremanera de trabajos como Dos hombres y medio o La teoría del Big Bang: sin público directo para reírse en el momento orientado, más intención de provocar sonrisas internas envueltas en reflexiones que carcajadas tronantes, mucha filmación en exteriores, nada de esas perennes salas familiares de las sitcoms), El método Kominsky denota la habilidad de un maestro gestor de la comedia detrás de su concepción general y, sobre todo, de la ubicación y sostenibilidad de los gags.

En la que representa su obra más autoral, el timing, la distanciación del gag y los punchlines (la parte final o remate de un chiste, en donde recae toda la gracia) de Douglas/Arkin devienen bazas fundamentales que Lorre maneja con sumo acierto.

Merecedora, con razón, de los Globos de Oro 2019 en la categoría de Mejor Serie de Comedia y Mejor Actor a Douglas, el decurso de las dos temporadas hechas hasta el momento gira al compás del uso horario de los meridianos centrales del material: el veterano actor Sandy Kominsky quien, a la Stanislavski, posee un método que nunca desmadejará realmente ante el espectador (Douglas) y su agente y mejor amigo Norman Newlander (Arkin).

Ellos marcan las revoluciones de la trama y de su interacción se desprende esa vibra de buena leche y joie de vivre (sí, a esas non sanctas edades puede ser posible) que los signa y por consecuencia desborda la pieza televisiva de Netflix ahora en transmisión por Cubavisión dos veces al día, en la mañana y la madrugada: ninguna apropiada; pero en fin, ya eso es un problema irresoluble en nuestro medio.

Elemento que la define, El método Kominsky planta lanzas a favor de la amistad, con la convicción que hacía rato no se apreciaba en un material audiovisual sobre el asunto; al tiempo que para mientes en el peso de la pérdida y el espacio intraducible que aleja a una generación de otra, por más que la corrección política (esa que tanto pone en solfa el material) indique aseverar lo contrario.

No es un tratado de profundidad ni tampoco lo pretende, ni quizá resulte tampoco esa serie obligada que alguien mataría para llevarse entre sus tres preferidas a una isla desierta; pero sí una pieza televisiva honesta, divertida, que echa luz sobre una franja de la vida que no a muchos creadores les interesa y cuando la observan es para fraguar una suerte de retrato del estertor, distinta a la comedia fabricada hoy día en el audiovisual sajón, bordada con ribetes áureos por Douglas y Arkin. Al menos a quien escribe le parece suficiente.

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Julio Martínez Molina

Licenciado en Periodismo por la Universidad de La Habana. Periodista del diario 5 de Septiembre y crítico audiovisual. Miembro de la UPEC, la UNEAC, la FIPRESCI y la Asociación Cubana de la Crítica Cinematográfica

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