El más fiel amigo: Un descuido lamentable

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Ocurrió un día de febrero de 2012 que no puedo pasar por alto. Lo supe el día del pase de Alen en dicho mes, cuando fue a visitarme y me contó muy apenado que Hannah, su perrita salchicha, se había perdido el día 14 de febrero en un paseo con su hermano. Estaba muy triste, realmente parecía un mal augurio que ello sucediera poco antes de su salida. La perra estaba a su lado desde que había sido destetada y a esas alturas tenía más de doce años.


Alen me lo había dicho con mucha tristeza, faltaba poco tiempo para que se fuera y yo también me sentí abrumado. Además de buscarla por las cuadras aledañas al supuesto lugar donde se había perdido, fui hasta la perrera de Zoonosis en dos ocasiones. Lo que vi allí me dejó anonadado, es una de las cosas más tristes que he tenido la ocasión de ver en toda mi vida.

A la semana volví a presentarme en el lugar, no me querían dejar pasar, pero al final les insistí tanto que me lo permitieron; todos los perros eran nuevos, sin embargo, tenían la misma imagen de desolación; era extraordinariamente impresionante. Lo que estaba contemplando era algo increíble y sentí una profunda pena por aquellos animales que alguien abandonó un día para dejarlos a merced de quién sabe cuántas vicisitudes y maltratos. Pensé que si Hannah había pasado por ese lugar, su final debió ser terrible, algo que no merecía. Preferí suponer que alguna persona la recogió, pues era muy linda y de buena raza, el perro ideal. Ahora tenía mis dudas y eso me atormentaba.

Cuando me asomé a la perrera, todos se encontraban pujando contra la puerta, con la esperanza de que hubiera venido a buscarlos. Fue una imagen desoladora, me resultó fatal conocer sobre la existencia de ese sitio; no es un pago adecuado para unas criaturas tan leales a los seres humanos.

Salí sintiendo que algo en mi interior se había roto, me acordé de una persona que hacía uso de la frase: “Si no hay para los parados, ¿cómo va a haber para los acostados?”. Era una gran realidad que no podía pasar por alto; en época de crisis no es posible pensar en los animales. Creo que se debiera crear una institución que se encargue de la protección de los perros, de su cuidado esmerado, con atención médica, alimentaria y sobre todo con higiene. Algunos que como Hannah tienen un hogar, y por determinada razón se quedan afuera, corren el riesgo de ser llevados a ese recinto inadecuado. Me retiré de allí preocupado por la suerte que le hubiera tocado correr al pequeño y noble animal. Conocía también lo que podía significar su pérdida definitiva para Alen. De hecho, lo veía como un mal augurio, tenía otras razones de peso para considerarlo así. Hubiera preferido no haber realizado aquellas dos visitas al referido centro; por varias noches tuve el sueño perturbado, lamentando que todo hubiera acabado así.

Epílogo: Encontré a Hannah el 2 de abril de 2012, cuando ya la daba por perdida.

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