El legado del hombre y del gran estadista

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Un amanecer veloz que trae luz y restaura la mañana después de la noche y engendra, con el despertar, el día nuevo. Ese fue su paso por la historia de esta nación sometida, de libertad robada hasta que el alba trajo, por fin, su nombre.“Se acabó la diversión; llegó el Comandante y mandó a parar”, cantó Puebla.

Fidel encarnó en su vida, la vida de muchos hombres y mujeres antes que él. Como una “fuerza telúrica” lo describió otro grande de las revoluciones continentales, Ernesto Che Guevara. Y dedicó su tiempo en este mundo a restaurar un país destrozado.

En 1956, más del 50 por ciento de las viviendas campesinas carecían de inodoro o siquiera de letrina, lo que explicaba, en parte, el parasitismo que roía las entrañas del guajiro. El 14 por ciento de los obreros agrícolas había padecido la tuberculosis, el 13 por ciento había pasado la tifoidea y el 36 por ciento se confesaba parasitado. Aceptar tales estadísticas, en un país carente de censos ni estudios de población, implicaba reconocer que los porcentajes reales eran mucho más elevados.

El joven abogado expuso esta dramática situación en su alegato La Historia me absolverá. “El 90 por ciento de los niños del campo está devorado por parásitos que se les filtran desde la tierra por las uñas de los pies descalzos… Y cuando un padre de familia trabaja cuatro meses al año, ¿con qué puede comprar ropas y medicinas a sus hijos?”, planteó.

Analfabetismo, desalojos campesinos, tiempo muerto, hambre y miseria conformaban la realidad de los campos de Cuba. En Oriente, las tierras de la United Fruit Company y la West Indian se extendían desde la costa norte a la sur. Los latifundios abarcaban alrededor del 75 por ciento de la superficie agrícola delaIsla antes de 1959. Otra vez la letra de Carlos Puebla, “aquí pensaban seguir tragando y tragando tierra, sin sospechar que en la Sierra se alumbraba el porvenir”.

El barbudo de la Sierra sacudió, a su paso, las montañas y llanuras empobrecidas y también acalló el bullicio de las ciudades viciadas por el juego. Se propuso reivindicar al campesino y, mientras construía un ideal posible como ningún otro, devolvió la dignidad a la nación cubana. Reivindicó el orgullo nacional.

En tres ocasiones estuvo este periodista en presencia de Fidel. De niño, cuando el primer congreso de los pioneros en La Habana; como estudiante universitario, durante la inauguración de la Escuela de Trabajadores Sociales en Santiago de Cuba y, otra vez en la capital, durante una cobertura periodística para la Televisión Cubana. En la memoria, protegida del tiempo y a prueba de olvidos, permanece su figura de personalidad magnética, su inmensa fe en el futuro, la amplitud de su visión para prevenir los acontecimientos y anticiparse alos hechos.

Quizás en busca de otra perspectiva para escribir esta crónica, pregunto a una joven, sensible hija de una generación mucho más reciente, la cualidad que más le atrae del hombre y del estadista. “En televisión siempre noté la calidez, la amabilidad con que trataba a la gente”, responde.

Como testimonio imperecedero perduran las palabras del gran humanista, aquel que siendo historiador de La Habana ofreció a Cuba su amor más profundo. “Fidel está ahí, sentado en la roca de pensar, como un filósofo de la antigüedad, con su mente clara y lúcida, prisionero, eso sí, del paso de los años. “El legado teórico y práctico del líder ha permitido que, después de más 60 años del desembarco del Yate Granma, la Revolución cubana continúe invicta.

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