El legado de nuestro Raúl

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Nos acostumbramos a verlo siempre al lado de Fidel, el líder de la Revolución cubana, el Comandante en Jefe de todos. Y también a escuchar su voz, esa voz firme, habituada al mando, solo cuando él consideraba que sus palabras eran estrictamente necesarias. 

Así lo corroboró en una entrevista concedida al periódico Granma en marzo de 2014. “En realidad, no acostumbro a comparecer con frecuencia en público, salvo los momentos en que se requiera”, dijo, “Sí me interesa mucho lo que piensa nuestro pueblo, aunque afortunadamente vivimos en esta isla geográficamente pequeña, donde se sabe qué hacemos todos. Lo compruebo cuando converso con la población (…)”.

Quizás sea esa ética de la fidelidad, a su hermano, a la Revolución y al pueblo cubano, lo que más agradecemos al General Ejército Raúl Castro Ruz. Eso y su total desinterés hacia el protagonismo. Aun siendo ya Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros mantuvo esa distancia responsable del entorno mediático.

Ya había entrado Raúl por la puerta grande de la Historia de Cuba, aquel 1ro de Enero de 1959 y recién entonces abrazaba las misiones de la nueva etapa. Primero, junto a Fidel al frente de las Fuerzas Armadas Revolucionarias; luego como dirigente máximo del país.

Y trabajó, entonces, sin descanso por el desarrollo del modelo económico y social cubano y lo tuvimos públicamente, contrario a lo que él mismo hubiera preferido, unas veces hablando a los cubanos sobre desafíos actuales y otras, a los pueblos del mundo sobre las verdades de Cuba, tantas veces manipuladas.

Cuando Raúl Castro estrechó la mano del presidente Barack Obama, en Johannesburgo, Sudáfrica,  durante los funerales de Nelson Mandela, no fue el suyo el gesto que busca congraciarse. Su ademán, cordial y resuelto, detuvo el paso del presidente Obama y lo obligó a responder.

El hecho, breve y contundente, sintetizó la voluntad de la nación cubana, restituidos su autoestima y su orgullo nacional, de ser tenida en cuenta y respetada en su condición soberana.

El legado de Raúl Castro, como el de Fidel, está en su obra, que no ha sido otra que reconstruir un país, devolver la dignidad robada a su pueblo. Sobre la trascendencia de su vida expresó una vez: “Nosotros no moriremos con la muerte física, viviremos o moriremos en dependencia de lo que pase con la Revolución. Si ella muere, habremos muerto. Si ella perdura, viviremos. Aspiramos a vivir eternamente en tanto viva eternamente nuestra Revolución. Lo demás es cuento del enemigo”.

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