“El Inglesito” de Cuba
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Tenía sólo 19 años cuando con el nombre de Henry Earl llegó a Cuba en la expedición del vapor Perrit, con el cargo de ordenanza del General Thomas Jordan.
Se había enrolado voluntariamente, cuando a Nueva York llegaron las noticias de la guerra en Cuba, y cuentan que al preguntársele “¿usted de dónde es?”, respondió determinado: “De allí donde se muere”.
Entró en acción el mismo día de su desembarco en la isla, y aunque ante la mirada de curtidos mambises, parecía demasiado joven y débil para blandir el machete, ya en el quinto combate, demostró su coraje, al recibir la primera herida.
UN INGLÉS ENTRE MAMBISES
De las proezas de Henry Reeve, bautizado entre los mambises como “El Inglesito”, está cubierta la historia de la Guerra Grande (1868-78).
Haber salido ileso, con cuatro balazos durante una ejecución masiva, haber lidiado decenas de combate como subordinado del Mayor General Ignacio Agramonte en el Camagüey, participar protagonizar el glorioso rescate del General de Brigada Julio Sanguilý, pelear bajo las órdenes del dominicano, Máximo Gómez, formar parte de las legendarias huestes del “Generalísimo”, en las invasión a occidente.
A su servicio ganó el grado General de Brigada.
En cuatrocientos combates se le atribuye participación; herido en una decena de ellos, durante los siete años y tres meses en que peleó por la independencia de Cuba.
Cuentan que desafiando un cañón español, quedó inutilizada una de sus piernas y que desde entonces mandó hacer un dispositivo de hierro y tiras de cuero, para mantenerse firme sobre la cabalgadura.
MORIR EN TIERRA CIENFUEGUERA
Corría el año 1876 y la guerra se extendía de oriente a occidente. La llamada “invasión” requería de un líder con prestigio para conducir los destinos en el centro del país, luego de la muerte de varios caudillos.
Conocida su proverbial audacia, Enrique el inglés, como también le llamaban, fue designado como vanguardia de las tropas invasoras hacia el occidente.
Luego de victoriosos combates y varias heridas, el 4 de agosto de 1876 cuando acampaba al mando de un centenar y medio de hombres, conoció de la probable embestida sobre ellos de una columna de 500 españoles, y decidió romper el cerco.
A pesar del desigual combate, alcanzó a dar dos “cargas al machete”, tras lo cual quedó aislado y herido.
Prácticamente indefenso, dos balas le abrieron el pecho y la ingle, muerto su caballo, y ante la inminencia de su captura por los enemigos, decidió ultimarse con un tiro en la sien. Se había cumplido su deseo; 142 después es el Inglesito de Cuba.
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