El infinito latir de la ciencia

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Nació en Potrerillo, alejado del mar. No tuvo, como otros en esta Isla, una prematura relación de amor con el azul. Sin embargo, ha sido guardián, durante décadas, de las costas y la bahía cienfueguera, y de las criaturas que las habitan. En la ciencia —ese infinito latir del desvelo, la indagación, el estudio— abrevan sus esfuerzos como vigía de dicho ecosistema.

Ángel Raúl León Pérez o, así de sencillo: Leo, lo tuvo claro al terminar el Preuniversitario: ingresaría en la Universidad de La Habana en la especialidad de Ciencias Biológicas. ¿Por qué? No necesitamos cavar hondo para encontrar la respuesta: “Procedo de un pueblo de campo y por eso siempre me gustó el tema de la naturaleza.  Además, tuve profesores que despertaron mi interés por las cuestiones biológicas y al terminar el grado 12 me inscribí en esta carrera”.

Ya con el título en las manos, comenzó el bregar de este incansable hombre de ciencia como especialista e investigador en la Dirección de Acuicultura del Ministerio de la Industria Pesquera (MIP), donde acumuló 21 años de experiencia con pasantía de cursos en Japón, Filipinas y Panamá en cultivo de peces y crustáceos de agua dulce. “En este centro trataba de aplicar mis conocimientos como biólogo en lo que sería la investigación de las especies que en aquel momento se introducían en Cuba para el desarrollo de la acuicultura”, comenta.

Sin embargo, no solo esta área del saber humano ocupó las horas de Leo, pues también la docencia lo atrajo de una manera singular y, debido a ello, lleva cerca de tres lustros como profesor en la Universidad de Cienfuegos, “aunque ya anteriormente había dado clases en comunidades de acuicultores, donde impartía seminarios y conferencias relacionadas con este campo”.

En su opinión, ¿cuánto ha aportado la ciencia a la Acuicultura en Cuba?

“Diría que esta actividad se ha desarrollado gracias a la ciencia. En realidad, inició de una forma poco experimental, pero después comenzaron a incorporarle la tecnología para lograr un mayor impacto y apoyar un gran programa de siembra de los embalses existentes, que descansaban en una buena cantidad de estaciones de producción de alevines. Eso se hacía con especies no cubanas, las cuales era necesario adaptar a nuestro clima y buscar la manera de lograr las mayores producciones con ellas.

“Ello requería un gran trabajo de investigación y de adaptación de técnicas a los sistemas nuestros. Las especies luego comenzaron a cruzarse para buscar, dentro del país, cuál era la de mejor consistencia en cuanto a crecimiento o nivel de alimentación, para utilizarla de manera óptima en el país. También se investigaron las artes de pesca hasta hallar las técnicas de captura más eficientes, con posibilidad de realizarse de manera constante”, relata el científico.

Luego de esta experiencia, Cienfuegos acoge con beneplácito el regreso de este hijo y es cuando Leo comienza a ligarse a la actividad medio ambiental, sobre todo la relacionada con el monitoreo de la bahía y la producción de algas en función de utilizarla en la industria farmacéutica y alimentaria.

“Posteriormente se hizo obvio que necesitaba trabajar en cuestiones dirigidas al mejoramiento del medio ambiente, a la disminución de la contaminación en la bahía. Tuve la posibilidad de cursar una Maestría en Manejo Marino, en Canadá. Cuando regresé, pude hacer un proyecto que viabilizara el manejo integral de la bahía de Cienfuegos. En esa vertiente he estado trabajando fundamentalmente todos estos años, aunque también hemos incorporado el Manejo Integral de Cuencas y Áreas Costeras y de Cambio Climático”.

¿Cómo valora la salud de la costa cienfueguera?

“En la delegación provincial del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (Citma)funciona un Grupo de Bahía dirigido a que los contaminadores preparen una serie de estrategias en función de disminuir ese efecto. Tales medidas se llevan a cabo y no hay dudas de cuanto ha mejorado la percepción de las distintas entidades sobre la polución que producen a larada. Dichas acciones permiten vislumbrar una mejora a este ecosistema, alivio que nos hace falta desde el punto de vista social y económico, porque una bahía limpia permite un mayor flujo de turismo, mejor salud ambiental para la población, e incremento en la producción de peces, por ejemplo”.

Hace muy poco, Leo se despidió de la vida laboral en el Centro de Estudios Ambientales de Cienfuegos (CEAC), perteneciente al Citma, donde laboraba desde el año 2000 en calidad de Investigador Auxiliar, aunque continuará activo como docente de la Universidad. En su abultada hoja de servicios aflora el ser miembro del Comité Académico del Programa de Maestría de Manejo Integrado de Zonas Costeras, del Grupo de Expertos y de la Comisión Provincial de Medio Ambiente.Además, haber dirigido y participado en proyectos de investigación y servicios. Atesora varias publicaciones como autor y coautor que, junto a los premios a nivel de base, municipal, provincial y nacional recibidos lo convierten en un “referente” para colegas y alumnos, tal lo describe una de sus compañeras de labor.

“Toda mi vida he trabajado porque me ha gustado cuanto he hecho, me ha complacido. Siempre insto a la gente a desempeñarse en aquello que le da placer”, dice Leo y es ese, quizá, su principal consejo para el relevo que cree garantizado. Pero no pasa por alto un sistema de valores que, a su juicio, un científico debe cultivar: “la necesidad de sentirse útil en lo que realiza, y de tratar de buscar las formas en que eso sea también útil para los demás”.

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Yudith Madrazo Sosa

Periodista y traductora, amante de las letras y soñadora empedernida.

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